El rey Felipe VI en perspectiva (III)
El pasado jueves 10 de septiembre publicamos la primera entrega de este artículo, que tiene su origen en las contestaciones que le di a José María Íñigo, para su libro Cien españoles y el Príncipe, publicado en 2010. Ahora, como en las dos primeras entregas, además de las contestaciones al cuestionario de hace un lustro, van unos complementos al día de hoy.
7. ¿Cuáles son las cualidades más sobresalientes que Vd. ve en el Príncipe Don Felipe?
La juventud no es una cualidad, pues como dijo Rubén Darío, ¡juventud divino tesoro, ya te vas para no volver! Pero, lógicamente, el Príncipe tiene otras cualidades, empezando por su buena presencia, que siempre es algo importante; como es el caso [también] de su esposa, Letizia Ortiz Rocasolano.
En lo concerniente a la formación del Príncipe, adquirida de la forma que ya vimos anteriormente, también es muy aceptable, tanto en cantidad como en calidad. No obstante, creo que el Príncipe debería prestar más atención a temas ecológicos, de educación, a las cuestiones sociales; y todo ello en conexión directa con quienes están en los aprendizajes y las experiencias más duras. Felipe no es un heredero que se haya criado y que después haya seguido viviendo entre algodones. Pero le queda bastante recorrido en los temas apuntados, siendo de esperar de él actitudes novedosas a la altura de los tiempos.
Adicionalmente diría que poco se sabe de si los Príncipes tienen muchas o pocas reuniones con científicos, docentes, artistas, y demás ciudadanos de la sociedad civil. Por lo menos con la frecuencia que sí se aprecia en ciertas de sus actividades deportivas y vacacionales. En ese sentido, la casa palacio cerca de la del Rey, no tiene por qué ser un hogar del camarada, pero sí que habría de estar más frecuentada por ciudadanos de naturaleza muy diversa. En síntesis, el Príncipe podría ser mucho más popular.
Por lo demás, aunque a Felipe se le ve con ganas de ser bastante más directo y personal en sus apariciones públicas. Pero tal vez sus ayudantes no favorecen que se exprese con mayor soltura propia. Algo, por cierto, que hace muy bien cuando habla en inglés sin guiones previos.
En los tratados en este punto, podría decirse que todas las recomendaciones se hallan en plena vigencia: las preocupaciones del Príncipe por la ecología, la educación, las cuestiones sociales, el arte, la ciencia, etc. fueron in crescendo en los últimos cinco años y están manifestándose cada día que pasa en su nueva función de rey. Y en cuanto a soltura, Felipe ha ganado mucha en los últimos tiempos: hoy se expresa con mayor facilidad que nunca, tanto en situaciones formales y solemnes, como en ocasiones deportivas y contactos directos con la gente.
8. ¿Qué consejos daría Vd. al Príncipe Don Felipe ante el hecho de que más tarde o más temprano asumirá las funciones de Rey de España?
Consejos se los deben dar quienes más le traten y ojalá que no sean solamente sus aduladores de turno. Yo ya he dicho algunas cosas al respecto y si acaso, le recomendaría algo más sencillo, que supongo Felipe tiene plenamente asumido: que nunca olvide quién es, y para qué ha sido formado; y que en los momentos difíciles sus reacciones, además de ecuánimes, siempre estén guiadas por la lógica democrática.
Adicionalmente a lo dicho, creo importante subrayar que en su discurso de proclamación del 19.VI.14, Felipe ya rey, manifestó de manera casi contundente la necesidad de ser honestos y de dar ejemplo desde la familia real. Ante lo cual, simplemente, amén. Y con la ya notoria experiencia de varios meses, está claro que el nuevo Jefe del Estado se mueve con gran discreción política, conectando con toda clase de colectivos. Entre los cuales, algunos de ellos, nunca llegaron a tener contacto con su progenitor Juan Carlos.
Por lo demás, cabe traer a colación aquí lo que se dice en Inglaterra: “la Reina no gobierna, reina”. A propósito de lo cual, de Juan Carlos I se dijo frecuentemente que “el Rey no gobierna, pero reina“. Significando que su figura en la monarquía parlamentaria que nació en España en 1978, tenía un importante plus, por el papel democratizador que desempeñó el rey. En otras palabras, Juan Carlos I, que fue Rey constitucional de los españoles entre 1978 y 2014, disfrutó de un status de mayor relevancia que sus colegas de la Europa transpirenaica.
Al respecto, está por ver si Felipe VI tendrá también esa capacidad ampliada. En el sentido de que a la moderación institucional, la jefatura de las Fuerzas Armadas, y el carácter de ser símbolo de la nación española, agregue un plus de funciones innovadoras, y de racionalización del funcionamiento del Estado.
Algo que no debe limitarse sólo a España, pues como señaló el presidente de Uruguay Sr. Sanguinetti, en absoluto dado al ditirambo, en la ocasión de abdicar Juan Carlos I, éste fue el auténtico Rey de Iberoamérica. Y Felipe VI no tendría por qué dejar de serlo, si primeramente gana esa misma categoría, posibilidad para la que parece más que capacitado por sus viajes a las tomas de posesión de los presidentes iberoamericanos.
En cuanto al tema de la Nación Española, que yo mencionaba en mis respuestas de 2010, no cabe duda de que una de las cuestiones más peliagudas de este momento es el tema de Cataluña; pues encabezando a los independentistas, el presidente de la Generalidad, Artur Mas, avanza de forma decidida hacia una consulta ilegal el 9 de noviembre.
Ante ese problema –que con mayor o menor virulencia existe desde 1412, cuando el Conde de Urgel se sublevó contra Fernando I, designado rey por el Compromiso de Caspe—, las actitudes políticas van desde la que protagoniza Mariano Rajoy, de aplicar la Constitución a palo seco, a la de los secesionistas de insistir en la independencia como algo inevitable.
Fuera de esas dos posibilidades, podría estar la verdadera solución, que quizá de forma excesivamente genérica ha dado en llamarse “tercera vía”. Expresión que al autor de estas líneas no le gusta nada, porque más que tercera, o enésima, vía, la auténtica solución ha de estar basada en la racionalidad: encontrar un nuevo esquema territorial español, en el que una Cataluña dinámica tenga la posibilidad de potenciar sus grandes capacidades, sin ninguna clase de discriminaciones a su favor, bilateralmente.
Sobre tan arduo tema, Felipe VI está perfectamente informado. Según me consta, entre otras manifestaciones, por lo que pudimos hablar personalmente –entonces era todavía Príncipe de Asturias— en la reunión que con él mantuvimos en el Monasterio de Poblet el 26 de febrero de 2014. Cuando Don Felipe reunió al Patronato de la “Sociedad del Bicentenario del General Prim” (cuyo Presidente Ejecutivo es Pau Roca), que celebró un encuentro extraordinario en el formidable conjunto monumental de Poblet; que como se sabe es el mausoleo de los reyes de la Corona de Aragón.
En ese encuentro, me permití exponer, ante el Príncipe y los colegas del Bicentenario, lo que llamé el “Modelo Prim”: el propio de aquel soldado y estadista que fue un gran catalán y un gran español al mismo tiempo. Y que desde el Gobierno provisional de 1868, y ya como presidente del Consejo de Ministros en 1869 y 1870, preconizó una radical democratización de España y la modernización de su economía.
Por lo demás, en mi libro “¿Adónde vas, Cataluña? Cómo salir del laberinto independentista” (Ediciones Península, Grupo Planeta) he hecho algunas propuestas sobre la posible solución del tema que estamos tratando; desde un enfoque fundamentalmente económico; con toda una serie de medidas: una agencia tributaria de carácter federal, la mutualización en el Estado de la deuda pública de las CC.AA., y la limitación de la solidaridad interregional a un máximo del 4 por 100 del PIB de las comunidades contributivas. Y además de lo anterior, cabe reflexionar sobre la doble posibilidad de que Barcelona se constituyera en sede del Senado (a reestructurar debidamente), y de un posible Ministerio de Cuestiones Territoriales.
Terminamos el próximo jueves 2 de octubre, y en el interim, como siempre, el autor está a disposición de los lectores de Republica.com en castecien@bitmailer.net.
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