Globalización, soberanía, y paz perpetua (y III)
Continuamos hoy, jueves 28 de febrero, el artículo que iniciamos el pasado día 14, en el que se sintetizan el discurso de ingreso del autor en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, pronunciado el 29 de enero en una sesión presidida por la Reina Sofía.
En las dos primeras entregas (14 y 21.II.13), se hizo referencia a los siguientes temas:
1. Dinámica de la Gran Recesión: redistribución de la renta global y falta de política global.
2. El evolutivo concepto de soberanía.
3. Cuatro grandes retos para la comunidad internacional.
4. Primer reto: la posible desglobalización económica y monetaria.
5. Segundo reto: la amenaza nuclear y el armamentismo.
6. Tercer reto: el deterioro de la biosfera
7. Cuarto reto: la miseria de masas.
A lo largo de cuatro secciones complementarias, iremos viendo cómo está en trance de nacer una nueva soberanía mundial en pro de la paz perpetua, en el marco de las Naciones Unidas, sobre la base de cuatro solidaridades, todo lo que hará posible una utopía inevitable.
8. LA SENDA EN BUSCA DE LA SOBERANÍA MUNDIAL Y LA PAZ PERPETUA
En la última parte de este Discurso, ha de recapitularse sobre el histórico avance hacia la globalización política. De lo que hubo un primer atisbo en Tomás Moro, con su Utopía de 1516, en la que se apostó por un sistema en el que prevalecieran el derecho y la justicia, y también el bienestar de los ciudadanos.
Posteriormente, los catastróficos efectos de las guerras de religión y específicamente la de los Treinta años (1618-1648), así como la devastadora contienda intraeuropea que supuso la Guerra de Sucesión Española (1701-1714), llevó al Abate Saint Pierre a publicar su Proyecto de Tratado para la paz perpetua entre los soberanos cristianos; donde marcó un objetivo central: crear una Liga de las Naciones, concepto que resurgiría dos siglos después.
Con todo, el empeño intelectual de mayor trascendencia en pro de una organización internacional con soberanía de alcance mundial, casi al entrar a la Edad Contemporánea, lo formuló Immanuel Kant, lleno de inspiración y racionalidad con su opúsculo “Hacia la paz perpetua. Un proyecto filosófico” (1795); basándose en la idea de un Estado mundial cosmopolita, como gran regulador internacional para prevenir las guerras.
¿Y cuál era para Kant la fuerza de atracción que aglutinaría las piezas de ese Estado mundial?: “el espíritu del comercio, que no puede coexistir con el de la guerra”. En línea con las ideas de lo que modernamente llamamos integración económica.
Immanuel Kant presumía que más pronto o más tarde, ese espíritu de estrecha relación económica, se apoderaría de los pueblos, creándose entre ellos un vínculo basado en sus propios intereses, de suerte que se garantizaría el estado de no guerra. A cuyo objeto redactó sus conocidos «Artículos preliminares para la paz perpetua»; en contra de lo que era y todavía es normal en la perversidad política al uso: “actúa primero y justifícalo después”; “si has hecho algo incorrecto, niégalo”; “divide a tus adversarios, y vencerás”. Todo eso y más, habría de arrumbarse en el cuarto obscuro de la Historia.
9. LAS NACIONES UNIDAS Y LA NUEVA ESTRUCTURA POLÍTICA GLOBAL
El concepto kantiano de soberanía fue tomando forma al final del siglo XIX y en el primer tercio del XX, cuando se introdujeron las primeras restricciones importantes a las potestades de los Estados, en las ya citadas convenciones de la Haya. Para luego llegar la Sociedad de Naciones (1920), ensoñación wilsoniana que no prosperó por razones bien conocidas. Como tampoco se consolidó el Pacto por la Paz de Briand-Kellog de 1928, que de facto sólo sirvió para dar base a los procesos de Nüremberg.
En cualquier caso, las devastaciones de la guerra, entre 1939 y 1945, hicieron ver, otra vez, la necesidad de un acuerdo general, de cara a una organización mundial que revivió como ave Fénix, ya menos laxa y con mayor amplitud, a fin de evitar nuevas confrontaciones: las Naciones Unidas. Siendo a raíz de su fundación cuando Albert Einstein planteó, ante la Asamblea General, la inquietud por las dificultades de la ya iniciada guerra fría; proponiendo transformar la ONU en una Federación de Estados a escala mundial.
Ese fue el punto de partida para una serie de organizaciones federalistas, que apoyan la transformación de la ONU, a fin de contar con poderes suficientes para el control de armamentos; y con mayores capacidades para resolver los problemas que aquí hemos ido destacando. Superándose así ideas poco realistas de gobiernos mundiales más o menos quiméricos.
Pero las Naciones Unidas no han resuelto las graves cuestiones de su propia estructura no democrática: persiste el ya citado derecho de veto de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad. A lo que se agrega la circunstancia de que en la Asamblea General, muchas naciones no cumplen el requisito de ser Estados de Derecho, ni verdaderas democracias. En síntesis, la reforma de la Carta, resulta esencial para democratizar y dignificar a la organización mundial como gran proyecto de futuro.
Pero las anteriores referencias no nos van a hacer olvidar el gran valor de otra visión universalista. Algo que se expresó con perfecta claridad en el diálogo que en 1950 se produjo entre el canciller Adenauer y Jean Monnet; cuando este último presentó el texto de la Declaración Schumann a la consideración del anciano canciller, quien dijo esperanzado:
Sr. Monnet, si estos propósitos prevalecen en el futuro, significarán que las guerras entre Alemania y Francia se habrán acabado para siempre.
Sí señor Canciller —fue la respuesta de Monnet—, y también habremos puesto el primer eslabón del Gobierno Mundial.
De ese universalismo inicial de la integración europea, que de seis Estados miembros originarios ha pasado a veintisiete, se deriva también la necesidad moral de que la Unión, patria de Kant, Kellog, Briand, y Monnet, sea la máxima valedora de la idea de la paz y del desarrollo global en el siglo XXI. Una cuestión en la que todavía los dirigentes comunitarios están muy lejos de haberse posicionado; quedando Europa relegada frente al poder creciente del llamado G-2, o también ChinUSA o Chimérica.
10. CUATRO SOLIDARIDADES PARA CUATRO RETOS
La síntesis cuantitativa de lo que planteamos en este Discurso, se traduce en el Modelo Paxinterra-20 que presento en el texto escrito, con un total de dieciocho ecuaciones; sobre datos de partida del PIB mundial presente y futuro, cálculo de las transferencias para erradicar la pobreza, presupuesto de conservación de la biosfera, coste total del cambio de modelo, recursos necesarios y efectivamente disponibles; y ecuaciones de ajuste para flexibilizar flujos y resultados.
Esas 18 ecuaciones permiten plantear un iter racional, un flujo de fondos desde la reducción de los gastos militares al 1 por 100 del PIB mundial (caso de Japón, según vimos), para librar recursos más que suficientes a efectos de preservar la biosfera, erradicar la pobreza, e impulsar el desarrollo global. En un lapso previsiblemente no tan largo, y de forma más equilibrada que hasta ahora.
Sería factible, de esa manera, dar respuesta a los cuatro grandes retos detectados. Lo que en el Discurso impreso se expone gráficamente con las imágenes del hombre de Vitrubio de Leonardo da Vinci: representando en ellas las posibles soluciones, sobre la base de la solidaridad que ha de sustentar la verdadera soberanía mundial en sus diferentes facetas:
Anticrónica, de acción común contra el ciclo.
Pancrónica, en todo momento y erga omnes, contra los peligros permanentes que significan el arma nuclear y las demás formas de armamentismo.
Diacrónica, a través del tiempo, pensando que el mundo en que vivimos es un patrimonio no sólo de las generaciones presentes, sino también y sobre todo de las venideras.
Sincrónica. La que podría asegurar la convivencia entre coetáneos, para acabar con el fuerte dualismo de la pobreza y el hambre de masas, erradicando la miseria.
11. LA EXISTENCIAL UTOPÍA INEVITABLE
Señora, Sr. Ministro, Sr. Presidente, señores académicos, señoras y señores, queridos amigos todos: pueden estar seguros de que este Discurso lo he preparado con no poco entusiasmo. Debiendo recordar aquí que tal palabra procede del griego: en-theos, significando que llevamos un dios dentro de nosotros. Que nos impulsa a proponer soluciones que pueden parecer utópicas, pero que a la postre, como vino a decir Erasmo en su Elogio de la locura, resultan las únicas verdaderamente razonables.
Recordaré también a Victor Hugo en su previsión de que “la utopía es la verdad de mañana”. Y a Lamartine, cuando percibió que “las utopías no son sino las verdades prematuras”. Como también lo utópico y lo racional se relaciona con la figura de Sigmund Freud; en su libro El futuro de una ilusión. Donde subrayó que “todos los terrores, sufrimientos y crueldades de la vida se alejarán cuando se perciba la visión de la ciudad radiante; junto a las promesas de la ciencia, en una componente utópica. Elementos que pueden permitir restablecer una cierta armonía para situar al hombre en un horizonte de serenidad”.
Y traeré también a colación unas palabras de Nicolas Berdiaev, llenas de esperanza: “cuando se hayan resuelto los problemas angustiosos de la infraalimentación, de la pobreza, y del dolor físico, estaremos acercándonos a la solución del problema existencial”.
Y todo ello, planteando que, lejos de la idea de que la Economía es una ciencia lúgubre al modo que significó Carlyle, en realidad constituye una llave para abrir el futuro. Como de hecho vino a proponer Schumpeter, al referirse al papel de los economistas: decir la verdad por muy cruda que sea y por muy utópica que pueda parecer. Nuestra misión, la cifró el maestro en “revelar a la humanidad el sentido oculto de sus luchas”.
NOTA FINAL.
Terminada la adaptación del citado Discurso para los lectores de República.com, reitero el ofrecimiento de poder obtener el texto completo, de 268 páginas en pdf, solicitándolo a castecien@bitmailer.net.
Y como siempre, el autor de esta sección de República.com que lleva por título Universo infinito, se pone a disposición de los lectores para cualquier observación que quieran hacerle.
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