Diez casos de asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o exparejas confirmados en diciembre y dos más en investigación, uno de ellos, el más reciente, con la apariencia de lo que llamamos violencia vicaria con el asesinato de una mujer joven en Madrid. Estas cifras, de confirmarse, convertirían a diciembre de 2022 en uno de los meses con mayor concentración de víctimas mortales por violencia de género desde que existen registros, equiparándose o incluso superando al peor mes de la serie, diciembre de 2008, cuando se registraron un total de 11 crímenes de acuerdo con los datos de la Delegación del Gobierno contra la violencia de género.
Nuevamente la concentración de muchos asesinatos en un mes ha sacudido las conciencias de toda la sociedad y ha hecho saltar alarmas institucionales. Lo que habitualmente se denominan “repuntes” en el número de mujeres asesinadas, opera como una suerte de alarma antiincendios, como si el hecho de que, en un mes, como es el caso de noviembre de 2022, hubieran sido asesinadas por sus parejas o exparejas “solo” tres mujeres, formara parte de la normalidad, de lo aceptable.
¿A qué se debe este “repunte”?, nos preguntan estos días de manera insistente. No creo que nadie pueda atribuir una causa concreta a la concentración de asesinatos en determinados momentos. Sabemos algunas cosas, como que los periodos de mayor convivencia familiar, vacaciones de verano en julio y agosto y de Navidad en diciembre y enero, suelen tener registros altos. Pero esto no es una regla matemática de la que se puedan extraer conclusiones automáticas. Por ejemplo, los meses de verano de los años 2012 y 2013 están entre los más bajos de la serie, como lo está el mes de diciembre de 2019, aun en pre-pandemia, con un solo crimen registrado. Al contrario, en el año 2017 en el que se contabilizaron 50 crímenes mortales por violencia de género, el quinto año con registros más bajos desde 2003, se registraron 10 asesinatos en el mes de febrero, el mes más corto del año.
También sabemos que no siempre la denuncia previa y las medidas de protección dictadas son todo lo efectivas que debieran. De las víctimas mortales registradas en diciembre, la mitad había denunciado previamente. Muchas de ellas ya no tenían activas las medidas de protección que se imponen a través de resoluciones judiciales. Estaban caducadas. Casi el 40% del total de asesinatos de este año también había denunciado, un porcentaje mucho más alto que la media de la serie que solía estar entre el 20 y el 30 %. La experiencia nos demuestra que el riesgo en el que viven las mujeres víctimas, no se ajusta a los tiempos judiciales y son muchos los ejemplos que tenemos sobre la falta de aprecio del mismo por parte de la Justicia. ¿Estamos protegiendo adecuadamente a las mujeres que denuncian violencia por parte de sus parejas o exparejas? ¿Y a sus hijos e hijas?
No son preguntas fáciles de responder, aunque se han formulado muchas veces, y para buscar las respuestas es necesario saber que, independientemente del número de asesinatos y víctimas mortales que se registren mes a mes, la violencia contra las mujeres sigue siendo una realidad cotidiana para muchos miles de mujeres en España. Según la Estadística de Violencia Doméstica y de Género que elabora el INE con los datos administrativos obtenidos a partir de Registro central para la protección de las víctimas de violencia doméstica y de género, del Ministerio de Justicia, en 2021 se registraron 30.141 mujeres víctimas de la violencia de género con sentencia firme y medidas de protección. Si miramos los datos del Observatorio de la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial, un total de 159.352 mujeres víctimas de la violencia de género interpusieron un total de 162.848 denuncias en ese mismo año. Por último, solo hasta octubre de 2022, el teléfono 016, de atención a víctimas de la violencia de género ha recibido 93.924 llamadas pertinentes, según los datos de la Delegación del Gobierno contra la violencia de género, un record en los datos anuales.
Así que las diferentes informaciones que conocemos nos dicen claramente que son varias decenas de miles las mujeres que conviven de forma cotidiana con la violencia que ejercen contra ellas sus parejas o exparejas, una cifra que se eleva a varios cientos de miles si contabilizamos a sus hijas e hijos y otras personas del entorno de las víctimas, que también sufren el daño y los efectos de la violencia contra las mujeres. Y eso sólo mirando los datos conocidos por las instituciones públicas, porque también sabemos que una parte importante de la violencia contra las mujeres no se denuncia. De hecho, del total asesinadas este año más del 60%, no había denunciado la violencia que seguramente estaban sufriendo. Y con esto ya iríamos por varios cientos de miles.
Si además de mirar los datos miramos las circunstancias y características de cada uno de los asesinatos veremos que, además, la respuesta institucional sigue teniendo algunas lagunas. Mujeres en especial situación de vulnerabilidad atendidas por servicios sociales, pero con pocos recursos y apoyos para poder denunciar; denegación de órdenes de protección o medidas de protección de muy corta duración, que no aplican las medidas de suspensión de visitas para padres maltratadores; sentencias con penas muy leves, que no suponen un ingreso en prisión para los agresores; agresores reincidentes incluso con varias parejas; mujeres con falta de recursos y de apoyos tanto familiares como institucionales para salir por sí mismas del circulo de la violencia ejercida contra ellas e incluso sus hijos e hijas por parte de la persona de la que, en ocasiones, dependen tanto económica como emocionalmente.
Posibles soluciones
Las posibles soluciones han sido mil y una vez enunciadas: mejor coordinación interinstitucional, mayores recursos para la protección y la reparación del daño de las víctimas, análisis de la respuesta judicial desde la perspectiva de calidad de la justicia, acompañamiento a las víctimas antes, durante y después del procedimiento judicial, mejora de los sistemas de predicción del riesgo, etc…
Todo ello hablando sólo de la atención a las víctimas y sin incorporar otro elemento cotidiano que no es otro que la tolerancia con que la sociedad aborda el fenómeno de la violencia contra las mujeres en cualquiera de sus formas, también cuando se produce dentro de las relaciones afectivas. La prevención de la violencia contra las mujeres requiere un cambio cultural que erradique el machismo de las relaciones interpersonales. Mirando las opiniones, creencias y valores que permanecen en la sociedad, incluso entre la población más joven, en la que está creciendo el porcentaje de negacionistas de la violencia contra las mujeres, según los últimos estudios y encuestas realizadas, tampoco parece que estemos consiguiendo grandes avances en ese terreno.
Seguramente no tenemos la solución para erradicar de forma definitiva y en el corto plazo la violencia contra las mujeres en cualquiera de sus formas y en particular la que se ejerce en las relaciones afectivas. Pero no hay otro camino para intentar acercarse a este objetivo que el que España emprendió hace ya 18 años con la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas integrales contra la violencia de género. Conocer los hechos y las posibles causas y tomar conciencia del daño para prevenir, perseguir a los delincuentes y evitar la impunidad, y proteger y reparar a las víctimas del delito de forma eficaz y suficiente para evitar la revictimización. No hay otra fórmula y se necesitan recursos y mucho compromiso institucional y social para conseguirlo. Es una carrera de fondo, que requiere de atención constante porque cualquier duda o falta de atención solo conseguirá ponérselo más difícil a las mujeres que quieren dejar de ser víctimas.
Por lo demás, toca concentrarse en la reparación del daño de todas y cada una de las víctimas colaterales que ha dejado cada uno de estos crueles asesinatos; madres, padres, hermanas y hermanos, hijos e hijas que se quedan en situación de orfandad, en ocasiones después de presencial el brutal asesinato de sus madres, nuevas parejas y demás personas allegadas. Personas que también son víctimas directas de la violencia contra las mujeres y que necesitarán el apoyo de las instituciones y de toda la sociedad para intentar reconstruir sus vidas, porque en este terreno también tenemos alguna que otra asignatura pendiente, en lo referido a la reparación del daño y los derechos de las víctimas.
La próxima vez que se produzca una especial concentración de asesinatos no se pregunten cómo es posible que sigan ocurriendo estos horribles crímenes machistas y piensen en las miles de mujeres que viven cotidianamente amenazadas, golpeadas, vejadas, asustadas y paralizadas por el miedo. Quizá alguna esté muy cerca de usted, en su ciudad, en su trabajo, va a comprar a su mismo supermercado, se la encuentra a la salida del colegio de sus hijos o vive en su comunidad de propietarios. Con eso convivimos y ese es el riesgo de todos los días y no solo de cuando suenan las alarmas.
(*) Marisa Soleto Ávila. Directora de Fundación Mujeres