Veinte de julio de 1909. Un grupo de reservistas con destino a la guerra de Marruecos se prepara para partir de la estación de Mediodía, hoy Estación de Madrid-Puerta de Atocha-Almudena Grandes, muy cerca de este Instituto Cervantes, y más cerca aún, ya por siempre, de nuestros corazones.
Numerosos manifestantes, la mayoría mujeres, sentadas sobre esas vías, tratan de impedir la salida hacia el frente de sus hijos, de sus maridos, de sus hermanos, de sus nietos. El dolor de la guerra una vez más. La voz de las mujeres que se planta ante las injusticias y los atropellos. Tan solo un mes más tarde, Carmen de Burgos llega a Melilla y cuenta, de primera mano, la experiencia de esa guerra colonial.
Sus pioneras crónicas periodísticas, que hablan bajo, bordeando la censura, y que observan más de lo que proclaman, son la raíz de una actitud pacifista, que atravesaría el pensamiento de la autora, hasta la fundación, algo más de una década después, de la Cruzada de Mujeres Españolas, la organización por ella presidida y que organizó la primera manifestación sufragista de nuestra historia.
Voces como la de Carmen de Burgos, Colombine, avanzadas a su tiempo, reclamaban ya entonces derechos civiles y políticos para las mujeres, así como, cito, “la libre participación de la mujer en las carreras, empleos y cargos públicos”.
En ese mismo año de 1909 una niña, María Zambrano, llega desde Málaga a Segovia de la mano de sus padres. María definía Segovia como un lugar de la palabra. Y precisamente en torno a las palabras, al exilio, y a los espacios y significados de ese exilio construyó ella una voz única y sabia, una poderosísima razón poética, llena de luz y de asombro, clara y profunda a la vez.
María Zambrano fue capaz de pensar en una verdadera convivencia, superadora del individualismo y del odio. Esa razón poética suya trasciende el relato trágico, sacrificial, de la historia y nos habla de otra historia, una historia ética, en la que cuentan sobre todo las personas.
Lo más asombroso es que, en el pensamiento auroral de Zambrano, podía convivir la inquietud filosófica de una obra singularísima con una sentencia tan rotunda e indisciplinada como la que plasmó en una de sus cartas personales y que creo que, en este 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, nos representa a todas más que nunca:
“Quiero ser lo que me dé la gana”.
También en 1909 la otra histórica protagonista de esta jornada, María de la O Lejárraga, tomaba una decisión importante. Abandonaba la docencia para dedicarse plenamente a la escritura. Solo lo pudo hacer, entonces, a la sombra de otro nombre: el de su marido, Gregorio Martínez Sierra. Quizás ese fue el subterfugio que ella encontró para hacer oír su voz. Para romper el silencio impuesto.
Lo mismo nos sigue ocurriendo hoy a las mujeres, en muchos ámbitos, cuando se nos calla o se nos exige que asumamos modos expresivos, patrones de conducta y formas de representación que no tienen que ver con nosotras mismas, sino con un determinado relato patriarcal de lo que nosotras debemos ser. De lo que debemos mostrar en sociedad o de lo que la sociedad espera de nosotras.
Lo sabe bien nuestra otra gran protagonista de hoy, Carmen Caffarel, que en la dirección de este Instituto Cervantes y de Radio Televisión Española, nuestra televisión pública, supo imprimir no solo una mirada feminista a tan altas instituciones sino una determinada agencia: la que se nutre de la ética, la independencia de criterio, la integridad y la defensa de lo público.
Todo aquello que está en la base misma de la democracia y que nos hace crecer cada día. Como personas y como democracia, parafraseando el título de María Zambrano.
Es para mí un honor estar entre tantas mujeres a las que respeto y admiro: escritoras, profesoras, periodistas, politólogas, profesionales de la cultura, personalidades de la academia e integrantes de este Instituto Cervantes que nos acoge y que hacéis posible el día a día de esta institución.
Nos unen muchas cosas, además de nuestra pertinaz e impostergable lucha por la igualdad, por nuestros derechos.
Me refiero al lenguaje, a la conciencia compartida de su importancia.
Hablo del saber, de la palabra, de la escritura de las mujeres.
Hablo de la voluntad de convertir todos los silencios en lenguaje y acción, dándole la espalda al miedo, siempre de la mano del feminismo.
Y me refiero, cómo no, a la esperanza, que es otra bella forma de decir memoria.
Pandora fue la primera mujer. El mito la responsabiliza a ella de haber abierto aquella caja llena de males, guerras y calamidades que aún asolan nuestro mundo. En el fondo de aquella caja, nos han contado, tan solo quedó la esperanza.
Es inevitable hoy pensar en cómo los mitos han modelado nuestras vidas, las vidas de las mujeres, recluyéndonos en un triste historial de culpas y de silencios.
Hoy no. Hoy estamos aquí para abrir esta Caja de las Letras y depositar dentro de ella lo más valioso de un legado colectivo, personal y por lo tanto político. El lenguaje, la memoria, la esperanza y ese auténtico impulso transformador que es el feminismo. Con esta tinta, como hizo entonces María Lejárraga, podremos escribir una nueva carta a las mujeres de España. Una misiva que hable de derechos, de trabajo digno, de vivienda digna, de atención sanitaria pública y gratuita, de una justicia feminista, de la soberanía sobre nuestros cuerpos, de derechos LGTBI, del reconocimiento de los cuidados y de la denuncia del racismo, la exclusión y todas las formas de odio que afrontamos las mujeres y afronta nuestra sociedad.
Acabo ya.
En tan solo unas horas, frente a este edificio, pasarán decenas de miles de mujeres, juntas, unidas, en la movilización del 8 de marzo. Creo que, si buscamos una respuesta, y si esa respuesta tiene que ver con la diversidad y la igualdad, la encontraremos hoy mismo en la calle, en esa marcha, como en la protesta de aquellas mujeres sobre las vías del tren de la estación de Atocha. También hoy la voz del feminismo se levanta en Atocha para atravesar, hasta la Plaza de España, la espina dorsal de esta ciudad y de todas las ciudades y pueblos de nuestro país.
Todas esas mujeres que hoy tomarán las calles han llegado a acuerdos, todas ellas han afrontado debates desde muy diferentes sensibilidades y puntos de vista. Todas ellas, después de mucho trabajo colectivo y de muchas asambleas, han cedido y argumentado para convertir esa gran manifestación en un espacio seguro para todas, que es la más preclara expresión de democracia y de convivencia.
Esa voz de las mujeres, esa conversación por la igualdad plena, sin exclusiones ni etiquetas, es la que nos debe interpelar. Porque ese feminismo para todas es la clave del presente y es exactamente lo que queremos para el futuro de nuestra sociedad y de nuestro planeta.
Intervención de de Yolanda Díaz en el Instituto Cervantes con motivo del Día Internacional de la Mujer