Se acabó el primer y último partido que el tenista serbio Novak Djokovic ha querido jugar, no en el Open de Australia, sino contra el Gobierno de este país, con una colección de mentiras y secuencias de actos irresponsables, impropias de un líder mundial del tenis, que en la actualidad ocupa el puesto número uno del ranking de ATP.
La Corte Federal de Australia, a la que Djokovic recurrió la decisión del ministro de inmigración Alex Hawke de retirarle el visado, lo que suponía su deportación y ausencia en el Open de Australia, ha fallado en contra del tenista serbio y le ha dado la razón al Gobierno.
Lo que ha puesto en marcha la deportación de Djokovic de Australia, y ya veremos si también otras consecuencias como la prohibición de regresar a el país en los próximos tres años.
De todo esto solo hay un responsable: Djokovic. Primero porque se negó a vacunarse y luego porque, sin vacunarse, se empeñó en viajar a Australia a pesar de que estaba prohibido, utilizando la excusa de una presunta PCR que habría dado positivo. Lo que le eximía de la vacuna que él nunca quiso, y lo que le sirvió para recibir una ‘excepción’ de los organizadores del Open de Australia y le permitió viajar a ese país.
Pero todo apunta a que la PCR positiva era falsa -como lo denunció el semanario alemán Der Spiegel que investigó su QR- y fue manipulada por funcionarios serbios para favorecer a Djokovic. Lo sugiere el hecho de que el tenista no anunció públicamente ese contagio y el que no tuviera reparo en asistir a eventos sociales en Serbia y España y en conceder una entrevista al diario L’Equipe a pesar de que debía de guardar cuarentena.
Ya en Australia, y excusándose en la ‘excepción que le fue concedida, Novak Djokovic mintió al rellenar su formulario de entrada en el país al marcar la casilla en la que el tenista aseguraba que no había visitado otro país antes de viajar a Australia, lo que resultó falso porque había viajado a Serbia y España y estado en Belgrado y Marbella, dejando constancia de ello en las redes sociales.
Sin embargo, un error de los funcionarios de aduanas que, a su llegada, le retiraron el visado a Djokovic sin agotar el tiempo que le correspondía para hacer alegaciones, permitió que un juez local de Melbourne le devolviera el visado de manera temporal.
Lo que poco después fue rectificado por el ministro de inmigración Hawke, una vez que se descubrieron todas las mentiras y las trampas de Djokovic (salvo la de la PCR falsa que por ahora solo está bajo sospecha) lo que el mismo Djokovic llegó a reconocer el pasado miércoles en un comunicado, tras el que debió de hacer las maletas y marcharse de Australia.
Pero ahí entró en juego la soberbia de Djokovic y su nueva doble condición de líder mundial del tenis y del negacionismo de la pandemia. Y en vez de salir huyendo de su propia trampa presentó recurso ante la Corte Federal y perdió. Y no solo por sus mentiras y manipulaciones en todo el proceso de su llegada a Australia, sino porque su actitud estaba jaleando a los grupos del negacionismo de la pandemia en ese país causando serios problemas.
Y todo fue analizado en la Corte Federal australiana por tres jueces que presidieron la vista telemática y que rechazaron el recurso de Djokovic por unanimidad, cerrando el caso para el que ya no cabe ningún otro recurso. Por lo que Djokovic ha sido deportado y ha quedado ante las autoridades máximas del tenis mundial, sus seguidores y la opinión pública como un mentiroso y un tramposo manipulador.
Y a partir de ahí veremos que pasa en otros torneos, como Roland Garros, donde se deberá exigir la vacunación y no se les consentirá la eximente de un contagio como la que utilizó, burdamente, el tenista serbio hasta que se descubrió su plan, que ya veremos si no acaba teniendo alguna secuela de sanciones de orden deportivo y penal, porque lo de la PCR falsa todavía podría estallar.