Luca Dazi, el tiktoker de MasterChef 11, se ha convertido en el protagonista casi absoluto de esta edición del reality culinario. Ya lo dice Samantha: esto es un "concurso". El chaval, aún preadolescente, tiene media neurona para pasar la tarde. Da tanto juego, sin embargo, que en el programa se han dado cuenta del filón y nos tememos que da igual lo que cocine. Allí se quedará el mayor tiempo posible porque él solito genera la tensión necesaria para no apagar la tele o, visto lo visto, lanzarle un zapato.
En el último programa -que es la segunda parte de un episodios interminables que acaban más allá de la una de la madrugada- iba picante. El Circo de los Horrores se convirtió en anfitrión de los aspirantes. Su espectáculo Bacanal, un paraíso para los pecadores, fue el leit motiv de este esperpento.
Y los responsables de MasterChef no tuvieron mejor idea que torturar a dos de los concursantes. A uno, con la tontada de llevar una imagen a tamaño natural pero de cartón de Jordi Cruz. Qué tiene que ver eso con la cocina, pues ustedes dirán. El agraciado, Jotha, insoportable, impertinente y chulo DJ, no podía soltar el artefacto, así que cocinar, lo justo. Cierto que si no se lo hubieran dado, tampoco habría hecho mucho más. Insufrible personaje.
A Luca, que tiene 18 años, le hicieron ponerse, sencillamente, una mordaza. Vamos, al más puro estilo bondage, porno duro, al muchacho, de por sí justito, como ya les hemos contado en nuestro capítulo anterior, le cerraron la boca. ¡Qué gracioso! Lo justito para hablar de intercambio de parejas, de clubes swinger y calentar el ambiente, que ya lo dijo Jorge Juan, el agente forestal, que él estaba calentito con tanta carne al aire.
Luca, el chiquillo, acabó hiperventilando, llorando y amenazando con irse si no le quitaban la mordaza que le había puesto Lucifer, el cabecilla de El circo de los Horrores. Le levantaron el castigo, pero al compañero, al del cartel de Jordi Cruz, lo dejaron amarrado a la cruz. Por eso las redes claman: a Luca lo favorecen los jueces. En cierta manera, él mismo reconoce que se porta como un niñato.
El menú de la prueba de exteriores, pues un desastre. En todos los sentidos. Comida rápida, dicen. En realidad fue lenta, mala, poco apetitosa... excepto una tarta de queso con chocolate que hacía salivar. Las cosas como son.
A los concursantes les dieron un paseo por Bacanal, y el sobreactuado Fray Marcos, el dominico venezolano que pilota los fogones y ya destaca sobre el resto, casi lo matan. Mucho pecado, mucha carne, muchas tentaciones. Pero él las venció. Excepto que se fue al foso, con todo el equipo y el pin de la inmunidad. Fray Marcos es empalagoso, pelma y muy estratega. Carita de santo, pero...
Allí, los del delantal negro debían preparar un bocadillo. El secreto y la complejidad estaba en el pan. Unos debieron hacer pan con berenjenas, otros con calabacín, alguno con arroz, otra con fideos, el fraile con yuca, otro con queso.
La prueba tenía su rollo y al final se vio algo de cocina. A Leti, la jueza de Valencia, le enseñaron la puerta de la calle, que a punto estuvo de coger Eneko, el ex futbolista que lo ha dejado todo por MasterChef 11 y que lagrimeó con la cagada que se había mandado: le había tocado como pan una lechuga. Vamos, un elemento fácil para hacerle un relleno sabroso y a correr. pero el deportista se puso a pensar más de la cuenta y mezcló mal, sin gusto y sin criterio. Casi casi, penalti.