El pasado domingo 28 de mayo el terrorismo machista volvió a golpear con toda la violencia que sabe ejercer. Jaime Roca, denunciado por violencia machista, asesinó a Maialen, su mujer embarazada de gemelos en un apartahotel en el que estaba también su niña mayor de tres añitos. La niña estuvo cerca de 12 horas junto al cadáver ensangrentado de su madre. Ese día, los medios estaban a lo suyo: las elecciones. Después en gran parte de ellos las crónicas de este terrible asesinato hablaban de cómo la pequeña “se encontraba bien”, que la víctima “a pesar de haber denunciado al maltratador no se sentía en peligro” o que el asesino “era un emprendedor con cuenta en Instagram”. En este reportaje planteamos los efectos que tiene esta revictimización mediática.
El ejercicio periodístico ha sido tan vergonzoso que la propia familia de Maialen ha denunciado en un comunicado “el ejercicio al derecho a la información evitando el sensacionalismo y el morbo innecesario". También ha pedido “respeto en estos momentos tan duros para la familia y que no se busquen más culpables que quien decidió cometer este atroz acto porque no sería justo ni ético".
Insensibilidad a la máxima potencia
Y es que leer, ver o escuchar en las noticias continuamente que la pequeña “se encontraba bien” es como explica Bárbara Zorrilla, psicóloga especializada en violencia machista, “además de una total falta de empatía y sensibilidad, un profundo desconocimiento sobre el funcionamiento de la psique infantil. Con tres años su madre es el mundo entero para esta niña, su principal figura de apego, la persona que ha permanecido de forma estable y continuada con ella, su referente primario y referente afectivo más potente. Perder esto supone perder todo su mundo, su anclaje a la realidad, el sentimiento de pérdida y seguridad que esta niña tiene que estar experimentando es tremendo. El hecho de que, debido a su corta edad, no pueda expresarlo formalmente, porque no tiene las vías adultas para expresar su malestar, no quiere decir en ningún caso, que esté bien, además, las secuelas de un trauma que atraviesa tu vida de esta manera pueden aparecer meses o incluso años después”.
Una opinión que comparte María Martín Barranco, escritora y experta en lenguaje no sexista, para quien “no es tanto que los medios de comunicación usen mal el lenguaje como el que no entiendan cómo funciona la violencia de género, ni qué es, ni la importancia de decir con claridad quiénes matan y visibilizar que son hombres matando mujeres. O que las consecuencias no se limitan a la mujer asesinada, sino a su entorno directo (en este caso, la niña doblemente), la familia, y cómo esto alecciona en el miedo a todas las mujeres. Cómo "estar bien" es que no te agredan físicamente. Desde 2004 y a nadie importa formar a quienes tienen que dar esas noticias. Dejar algo tan serio a la voluntad y el empeño personales me parece complicidad”, señala.
Por su parte Marisa Soleto, jurista y directora de la Fundación Mujeres, subraya que repetir que esta menor "está bien” oculta el hecho “de que esta niña se encuentra en una situación de vulnerabilidad y de grave riesgo de exclusión social. Es una víctima del delito. Es víctima de la violencia de género que ha puesto fin de forma criminal a la vida de su madre y, en consecuencia, requiere y necesita atención por parte de la justicia y de los poderes públicos, aunque no haya sufrido una lesión directa que me imagino es lo que los medios de comunicación quieren visibilizar utilizando esa expresión. Las recomendaciones que siempre damos desde el feminismo es que es necesario evitarla utilización de expresiones que contribuyan a minimizar y a ocultar la responsabilidad social e institucional”.
“Infinita indefensión”
¿Cuáles van a ser las consecuencias para la pequeña después de lo vivido? Para Barbara Zorrilla haber pasado tal cantidad de horas junto al cuerpo de su madre pueden variar en función de factores “como su edad, la brutalidad del asesinato, la personalidad y si ha sido víctima de violencia previa anteriormente, es decir, esta niña ya vivía en un ambiente de violencia, y eso, ya genera un daño psicológico previo al que se añade el derivado de lo sucedido. En cualquier caso, que maten a su madre, y además en su presencia genera un trauma muy grave, una ruptura de todo su mundo, de sus esquemas mentales previos sobre como el él o ella, como es el mundo y como son los demás, si, además, has permanecido horas con su cadáver, sin entender qué ha pasado y porque mamá no se despierta, no te responde, este daño psicológico se va a disparar”.
La reconocida experta recalca que aunque no existe un consenso científico generalizado sobre cómo afecta un trauma a la edad de 3 años, “es muy posible que esta niña experimentara en primer lugar, miedo, seguido de una infinita indefensión, sabiendo que no puede hacer nada para poder acceder a su madre y es muy habitual que pueda desarrollar sintomatología postraumático en forma de reexperimentación (acuden a la mente en forma de flashbacks, pesadillas y recuerdos intrusivos, una y otra vez las escenas del asesinato y su madre muerta, con juegos repetitivos alrededor de este suceso en un intento de integrar lo sucedido), hiperactivación (angustia fisiológica e incremento de la excitación), o por el contrario retraimiento afectivo y social reduciendo sus actividades”. Por ello recalca que es fundamental que “la niña pueda acceder a una intervención psicológica temprana por parte de profesionales especializadas para evitar secuelas que pueda arrastrar de por vida”.
Por su parte Marisa Soleto, con la experiencia que tiene en Fundación Mujeres a través del Fondo de Becas Fiscal Soledad Cazorla Prieto, recalca que esta pequeña “pasará por años muy complicados tanto desde la recuperación personal y emocional como de vida judicial. Los procesos son largos y en muchos casos dificultan y prolongan el duelo y la recuperación, a veces coincidiendo con momentos esenciales del desarrollo personal y emocional de los niños y las niñas. Es obligación de las instituciones y de toda la sociedad que garanticemos medidas de protección suficientes para que ese difícil periodo no perjudique el desarrollo y el futuro de los niños y niñas expuestos a estos horribles crímenes contra sus madres”.
De ahí que Soleto añada que a este seguimiento psicológico se requiere otro complementario desde las Administraciones Públicas. “Afortunadamente en España contamos con instituciones que son responsables de apoyar a las familias en estos momentos. Fiscalía, servicios sociales, los servicios especializados en menores y violencia contra las mujeres son esenciales para aportar acompañamiento y servicio. Es necesario pedir coordinación entre las diferentes instituciones, un enfoque adecuado que no olvide que estamos en el marco de delitos caracterizados por la violencia hacia las mujeres, y medidas de acompañamiento que sean suficientes para evitar la sensación de desamparo. Las organizaciones feministas jugamos un papel también importante; acompañamiento e información desde el primer momento, gestión de ayudas económicas, como hacemos desde el Fondo de Becas Fiscal Soledad Cazorla Prieto. También otras organizaciones acompañan a la familia con asesoramiento legal y personación como acusación particular. Lamentablemente este tipo de apoyos de la sociedad civil no siempre está contemplado y adecuadamente financiado”.
Y es que todo apoyo va ser poco para esta niña. “Lo primero que necesita es sentirse a salvo, segura, que la protejan de la persona que les ha infligido el daño y se le garantice un espacio libre de violencia en el que atender a sus necesidades psicológicas, sociales, educativas…Además hay que realizar una evaluación individualizada de la sintomatología de cara a trabajarla y un acompañamiento en el proceso de duelo para que puedan elaborar la pérdida más importante de su vida. Con tres años no tienes palabras para expresar emociones, por eso hay que estar atentas y saber interpretar lo que ella pide y necesita”, comenta la psicóloga Bárbara Zorrilla.
La dura experiencia de más menores
Pero volviendo a la revictimización y violencia mediática producida por este caso, Mónica, hermana de Maria Beanas, asesinada por su expareja Jonathan de la Fuente en Arévalo (Ávila) el 6 de octubre de 2016 en presencia de su hija de tres años también la denuncia. “Mi sobrina se dio cuenta de todo. A día de hoy seguimos trabajando en ello, superando traumas y caminando con ella en su dolor. Creo que por mucho que me duela decirlo ella jamás volverá a ser una niña normal. Hablo de lo que significan para ella las relaciones de pareja, el miedo a los hombres o pensar que si ella hace hago algo mal le pasará lo mismo. Es muy duro. Ella se acuerda de los ojos de mamá cuando tenía mucha sangre”, explica para República.
Una escena que ni siquiera los propios guardias civiles que acudieron a la vivienda en la noche del feminicidio han podido superar. En el día que testificaron en el juicio por el asesinato de Jonathan de la Fuente señalaron que “la niña se encontraba junto a su madre tendida en el suelo, estaba descompuesta y allí había vómito de la pequeña”.
Mónica, aquel día también en el juicio señaló que la hija mayor de la víctima de tres años (la pequeña tenía un año y se encontraba en la cuña) seguía “recordando todo, soñando con los hechos, viendo mucha sangre y teniendo mucho miedo a que le pase lo mismo que a mamá".
Siete años después del asesinato Mónica Beanas dice que “hoy puede contarlo mejor” pero que el feminicidio de su hermana además de afectar “a sus sobrinas” les cambió la vida para siempre a su madre y a su padre y también a ella y a su pareja. “De la noche a la mañana te encuentras con una situación brutal, animal. Mis padres estaban de vacaciones en un lugar y yo con mi pareja en otro lugar y de repente te encuentras con que han asesinado a su madre en presencia de sus hijas. Yo no pude permitirme el duelo, tenía que seguir adelante por mis sobrinas y mis padres hundidos en una gran depresión. Cerré la puerta de mi casa y me fui a vivir con mi pareja, mis sobrinas y mis padres”. Hasta que al final por más que lo evitó, pasó por una gran depresión y vivió el duelo “Al final caí porque éramos una familia muy unida. No asesinaron a mi hermana. Yo me quedé sin mi mejor amiga, mi otra mitad”, dice con la voz entrecortada.
La pérdida de referentes
Un duelo que tampoco pudo vivir Belinda Justo Sanz, la madre de Leire González, asesinada con de 21 años y con un niño de cinco años. “Si a cualquiera le afecta la noticia imagina lo que es saber que quien mata a tu madre es tu propio padre. Pierdes a dos seres queridos de golpe cuando eres muy pequeño”.
Un niño que sigue creciendo y que como dice su abuela hace preguntas. “No es lo mismo cuando es más pequeñito y tú le dices, tal y como te aconsejan, que tu mamá está en el cielo y él lo entiende de forma bonita, a que cuando crece ya sabe lo que significa la muerte y que no se vuelve del cielo. Es entonces cuando te encuentras con un doble tratamiento psicológico. La psicóloga de violencia de género y la del colegio por un déficit de atención brutal”.
Además, también apunta al cambio de vida y de compañías que los asesinatos de sus madres suponen. “Dejan de vivir en su hogar para a ir a otro sitio con otras personas que por más que la quieran no es su madre. En mi caso hago de madre en lugar de abuela. Y mi hija pequeña hace de hermana en lugar de tía. Cosas injustas para los dos porque ella tampoco tiene su lugar como hija mía. El otro día me preguntó si él era mi hijo. ¿Cómo le dices o le respondes que no lo es?”, dice.
Una realidad que esta abuela denuncia a nadie le importa. “Te das cuenta que al final cualquier cosa remueve y mueve más al mundo que el que a las mujeres nos asesinen como si fuéramos cerdas para comer”, finaliza.