Se atisba el buen tiempo, la nieve cada vez escasea más en la montaña. La primavera está a la vuelta de la esquina. Poco, pero aún queda tiempo para decirle adiós al invierno. La nieve, aunque poca, todavía resiste en umbrías y ventisqueros. Para visitarla no hace falta equiparse como para ir al polo, aunque tampoco se puede ir en pantalón corto.
Salir a la naturaleza se ha convertido en ocupación preferente de la sociedad desde el final del confinamiento por la pandemia. Hasta el punto de que es la actividad deportiva con mayor aumento en los últimos años. La actual crisis económica no ha hecho sino aumentar la tendencia. Lo accesible de las visitas al medio natural, y lo económico que resultan son razones para ello.
Ofrecemos, pues, cinco opciones para decir adiós al invierno, pasar unas horas de ocio saludable y proteger los maltrechos bolsillos. ¡Adelante!
Camino de la Angostura
Este camino es una de las rutas más frecuentadas del valle de Lozoya. Discurre en compañía del primer tramo de este río madrileño, que adopta el nombre de Arroyo de la Angostura. Camino muy interesante por su comodidad en las cuatro estaciones del año, en invierno lo es especialmente por la sencillez de su trazado.

Puente de la Angostura. ALFREDO MERINO
El camino lleva desde el paraje de La Isla, algo más arriba del Monasterio de El Paular, en el término de Rascafría, hasta el puerto de los Cotos. Está señalizado con pequeños postes y discurre por anchas pistas, en gran parte cubiertas de nieve durante el invierno. Seguiremos el tramo más interesante que discurre entre el citado paraje de La Isla y el puente de La Angostura, uno de los más bonitos de la Comunidad de Madrid, mandado construir por Felipe V, lo que otorga a la ruta importancia histórica, además de la natural.
Consiste en seguir primero el sendero que arranca en La Isla y remonta la orilla del río, sobrepasa la presa del Pradillo y empalma con una pista hasta el citado puente de piedra. El regreso puede hacerse por la orilla contraria.
Bosques y roquedos de La Herrería
Si el puente de la Angostura tiene relevancia histórica por Felipe V, este paraje de La Herrería lo tiene por otro rey, en este caso Felipe II. Señala la tradición que a su roquedo más alto, el monarca se encaramaba para ver la marcha de su obra predilecta, el Monasterio del Escorial. Esto ha dado nombre al paraje: la Silla de Felipe II. Teorías más juiciosas advierten que este canchal de granito fue un altar vetón.

La Herrería. ALFREDO MERINO
Alcanzar su cimera es un ejercicio tan accesible como aconsejable para quien quiera pasar un buen rato en una naturaleza excepcional, incluyendo sobre todo a los más pequeños. Empieza la ruta al lado de la Ermita de Nuestra Señora de la Virgen de Gracia, a la que se accede por el desvío situado en el kilómetro 30,3 de la carretera M-600.
Al lado de la carretera que sube a la Silla, se inicia un camino señalizado con marcas blanquirrojas pintadas en los troncos de los árboles y en las rocas, que corresponden al sendero de gran recorrido GR-10. El camino se separa del asfalto y emprende un corto y empinado ascenso a través del roquedo y entre un bosque de melojos, servales, quejigos, enebros y cerezos silvestres. La subida concluye al pie de los escalones de piedra que llevan a la silla tallada en la roca. Subirlos es obligado para contemplar el Monasterio de El Escorial.
Cueva del Monje
En la Sierra de Guadarrama no abundan las cuevas. Esta, además, tiene historia. Situada en las espesuras de los Montes de Valsaín, la Cueva del Monje cobija una historia con el diablo y un paisano atribulado. Cuenta la leyenda que un tal Tomás Segura, atribulado por la muerte de su esposa, se adentró en los bosques de Valsaín con la intención de acabar con su vida.
En el mismo momento en que iba a hacerlo, Lucifer se le apareció para proponerle un pacto: a cambio de oro, juventud y juerga durante 30 años, se quedaría con su alma. Tramo hecho. Segura se entregó a una vida disoluta hasta que un día, cierta joven se opuso a sus deseos. Tomás despechado la denunció por bruja a la Santa Inquisición. La joven murió quemada.
Arrepentido, Tomás volvió a los pinares de Valsaín. Encontró refugio en una covacha donde pasó el resto de sus días en monacal retiro. Cuando venció el plazo, el diablo volvió para hacerse con su alma, pero la virtud impidió que se la llevara.

Cueva del Monje. ALFREDO MERINO
Para alcanzar el escenario de la leyenda hay que echarse a andar en el Centro de Educación Ambiental de Valsaín, donde hay un panel que señala las sendas del lugar. Tomar el camino marcado con balizas verdes que arranca detrás del edificio principal. Seguir la pista hasta un claro donde se continúa por un camino a mano izquierda que, en cuesta arriba, pasa por la fuente del Ratón. Continuar el sendero hasta alcanzar una carretera asfaltada. Girar por ella a la izquierda hasta una cercana pradera rodeada por una cerca de piedra. En su final se localiza la Cueva del Monje.
Los Cogorros
En plena lucha por la pervivencia de la estación de esquí del Puerto de Navacerrada y dejando atrás el tumulto de esquiadores, trineos y domingueros, esta elemental excursión regala, a pesar de su escasa exigencia física, unos escenarios serranos vestidos con sus mejores galas invernales.

Los Cogorros. ALFREDO MERINO
Para alcanzar esta sucesión de cerros amables hay que tomar la carreterilla de servicio que arranca en el costado de la histórica Venta Arias. En su final se alcanza la explanada del Escaparate, que hay que recorrer a la izquierda, para dejar a esta mano el Chalet de Aviación. Un tramo breve y empinado pasa junto a la estación meteorológica de Navacerrada y, unos metros más adelante, el recinto con todos sus medidores.
Desciende el camino este primer cerro para de inmediato acometer la igualmente breve subida al segundo. Unos metros antes de la cimera, hay que desviarse a la derecha por una pequeña senda que discurre entre bloques de granito y concluye en un aéreo balcón.
No es otro que el Mirador Gallarza, excepcional oteadero de Valsaín y Peñalara, cuyo nombre es homenaje a una dinastía de aviadores, entre los que destaca el primero en realizar la travesía aérea entre Madrid y Manila,
De regreso a la senda principal, sigue la bajada del segundo Cogorro y, sin pausa, se acomete la subida del tercero. Superada la antecima se alcanza un doble conjunto de rocas, el más despejado de los cuales se llama Mirador Maravilla. Su nombre evita decir lo que se contempla desde sus alturas.
Pino de la Cadena
Es hermoso, alto y añoso, pero podría ser un pino de tantos en la Sierra de Guadarrama. Es su historia la que ha convertido a este árbol en el más reconocido de la montaña madrileña. Encadenado a una historia de cariño filial, todo sucedió hace exactamente 99 años. Fue su protagonista Ricardo Urgoitiz, reconocido periodista director del diario El Sol y buen montañero, que pasaba unos días de descanso en un chalet del paraje de El Ventorrillo, en la subida al puerto de Navacerrada.

Pino de la cadena. ALFREDO MERINO
Cierta tarde, sesteaba debajo de un pino después de su cotidiano paseo serrano, cuando desde el albergue se acercaron para comunicarle una noticia fatal: su querido padre había muerto. Conmocionado el hijo amoroso decidió rendir homenaje a su progenitor, encargando una cadena que ató al árbol donde recibió el terrible mazado. En vez de eslabones mandó a un herrero fundir la inscripción “A su querida memoria, 1840-1924”.
Para alcanzar esta institución vegetal serrana, echarse a andar desde la cerrada curva de El Ventorrillo, en el kilómetro 15 de la carretera M-601, por la pista que comienza justo delante del Centro de Vialidad Invernal El Ventorrillo. Recorrerla en suave bajada, justo debajo de la carretera, hasta que se alcanza el inicio de otra pista a la izquierda. Más empinada, recorrerla un centenar de metros hasta localizar el pino justo en el lado izquierdo de la bajada.