Dolor y Gloria

Tras asistir a la proyección de Dolor y Gloria sentí que me acababa de reconciliar con el Almodóvar que despertó en mí la sensación de que ver el cine de seres ingeniosos, trasgresores e irreverentes era una experiencia única y adictiva; era una forma de esperanza. Su último estreno es una mezcla de sketch sobre las drogas (hay escenas que parecen unas clases particulares o tutoriales sobre cómo consumir; los camellos son los negros más guapos que ha regalado a este mundo la zona Subsahariana y, por lo muy malvisto, aquí se entra y se sale de la heroína como quien hace la dieta Dunkan) y un repaso del Vademecun y las enfermedades (¿del propio Pedro?) y de la anatomía humana (quizá un poco excesivo el abuso de grafismo, por muy de Gati que sea).


Una de las tramas que me enternecen especialmente tiene que ver con la madre del personaje que encarna Antonio Banderas (alter ego de Pedro Almodóvar). Una expiación. Un homenaje. Una despedida. Emocionante.
Me hace gracia y no podría recriminarle el evidente abuso de poder: no voy a reprocharle nada porque cuando yo filme mi autobiografía elegiré a Angelina Jolie para que haga de mí de mayor, a Chris Hemsworth para que haga de mí cuando fui hombre. Y Michael Fassbender hará de mi marido y de mi hijo (no, no es un error, es mi criterio, es mi decisión…) y cogeré a Charlize Theron para que haga de mí en la etapa universitaria. En ese plan veo yo el reparto de la peli, protagonizada por Antonio Banderas, Asier Etxeandía, Penélope Cruz, Leonardo Sbaraglia, Nora Navas, Julieta Serrano, Susi Sánchez, Julián López, César Vicente y Raúl Arévalo.
Lo voy a dejar aquí porque… sí. Yo disfruté mucho, les diga lo que les diga (y lo que me callo para no hacer spolier), me gustó.
Por ahora he ido a ver Dolor y Gloria ya tres veces. Tres, tres veces en diez días: una junto con la prensa más rezagada (la privilegiada la había visionado meses antes… Pero yo, aunque lo sabía, me fui hasta las instalaciones de Sony cuando me lo permitieron. Y agradecida, me lleno una bolsita de sus gominolas y les doy las gracias -repito e insisto: gracias por contar conmigo en los pases-). Luego la volví a ver el mismo día del estreno en salas y una semana después, pagando mi entrada (mis entradas), acompañando a mis amigos maricas por tandas. No descarto reincidir.