La reacción de la economía
Lo que esperaba y se temía la mayoría de los analistas que hace previsiones sobre la economía española se ha cumplido. El PIB español acabará el año 2019 con una tasa de aumento inferior, por primera vez desde hace cinco años, al 2%. En realidad era una previsión que en algunos momentos se ha situado por debajo del 1,9% con que ha terminado el tercer trimestre, por lo que casi hay que estar de enhorabuena.
Una de las claves, y quizás no la menor, ha sido la incertidumbre que está impregnando la vida política española y en especial los efectos que las nuevas alianzas de los socialistas pueden ocasionar a la marcha de la economía. Claro que una cosa son los programas y otra muy diferente en ocasiones son las medidas que acabe tomando el Gobierno surgido de alianzas tan variopintas como la que está formalizando Pedro Sánchez. Las impresiones de la alianza principal no resultan tranquilizadoras, a juzgar por el peso que el partido radical de Unidas Podemos parece que va a tener en el rumbo del nuevo Gobierno.
La duda que cabe formularse tras conocer algunas de las líneas de Gobierno, que afectarán seriamente a sectores de la clase media y de muchos sectores empresariales, además de eliminar a algunos de los aspectos más polémicos de la reforma laboral del anterior Gobierno, tiene que remitir necesariamente al impacto en la actividad económica. Un aumento de la fiscalidad como el que se prevé puede tener efectos bastante negativos sobre la inversión y a la postre sobre el empleo y sobre el dinamismo de algunos agentes económicos.
Con estos temores, que afectarán a amplios sectores de la sociedad, resulta difícil que el ritmo de crecimiento de la economía durante los próximos meses se mantenga con el mismo pulso de estos tres o cuatro últimos años, durante los cuales España se ha situado en la cabecera del grupo de países europeos con mayor velocidad de crecimiento y con la más rápida reducción de la tasa de paro, aunque son todavía numerosos los retos que el empleo habrá de superar en los próximos trimestres. Con un cambio en la política económica como el que se anuncia, el dinamismo de la vida económica puede verse seriamente comprometido.
En las evaluaciones sobre la marcha reciente de la economía que acaba de publicar el Instituto Nacional de Estadística (INE) destaca el fuerte empujón que ha experimentado la demanda interna, fruto del aceptable aunque todavía insuficiente aumento del empleo, y el alarmante frenazo de la demanda externa, que ha sido en el pasado el motor que contribuyó a sacar al país de la etapa más dura de la crisis económica reciente. De cara a los próximos trimestres, la economía necesitaría encontrar impulsos adicionales importantes en la proyección externa, con un crecimiento más dinámico de las exportaciones. Tarea complicada de por sí debido a los conflictos comerciales internacionales, pero que será más dificultosa si la gestión de la economía española se orienta hacia un terreno en el que la competitividad de los agentes económicos experimente retrocesos que en las actuales circunstancias resultarían muy nocivos.