Crecimiento desigual
Una buena noticia la que acaba de facilitar la OCDE, el organismo supranacional que agrupa a la treintena de economías más desarrolladas: España se mantendrá este año y el próximo como una de las economías más dinámicas dentro del grupo de las mayores economías del mundo, superada eso sí por Estados Unidos, en donde el PIB crece en el entorno del 3%.
La valoración de la OCDE tiene, no obstante, luces y sombras, ya que España crece gracias al empuje de la demanda interna pero si no lo hace con mayor vigor es porque el sector exterior está en modo neutral, es decir, no crece aunque tampoco resta de forma significativa. El tirón de la demanda interna se ha debido sobre todo al efecto de algunas medidas polémicas adoptadas por el Gobierno hace unos meses y que habían sido bastante criticadas en su momento, incluso por expertos y por organismos de primera fila, alguno de los cuales ha terminado por rectificar.
El impulso de la renta disponible de las familias se ha debido en estos últimos meses a una mezcla del impacto de la subida del Salario Mínimo, de los salarios medios y de las retribuciones a los funcionarios, además de la actualización de las pensiones por el IPC. Se ha quejado estos días el Banco de España de que la tasa de ahorro está descendiendo y que los españoles nos hemos lanzado a gastar incluso por encima de las posibilidades razonables de algunas familias. Sea como sea, este empujón del consumo privado es lo que ha tirado al alza del PIB, lo que puede tener un efecto multiplicador al dotar de consistencia al aumento del empleo.
El ahorro de las familias españolas no está ciertamente en su mejor momento, no solo porque la mejora de la renta disponible ha afectado de forma especial a familias de rentas medias y bajas que tienen poco margen para ahorrar, sino porque el país ha salido muy recientemente de una etapa de privaciones y de estrecheces. En la predisposición al ahorro juegan también otros factores como la finalidad del mismo, ya que la sociedad española tiene una propensión a destinar parte de la renta disponible a acumular recursos con los que afrontar la adquisición de un inmueble, algo que en las nuevas generaciones tiene menos posibilidades de repetirse.
La solidez sobre la que se asienta el crecimiento del consumo interno derivado de la subida de la renta disponible tendría que complementarse con una mayor capacidad competitiva de cara a los mercados internacionales, algo que depende en buena medida del impulso a la actividad industrial, que no pasa precisamente por sus mejores momentos. En especial en algunos sectores, como el del automóvil. La exportación está además condicionada por la debilidad del comercio internacional, que en los últimos meses ha dado claras muestras de frenazo, con impacto mayor en países como España en donde hay una concentración mayor de empresas tradicionales, más vulnerables a la debilidad de los intercambios internacionales o a fases de conflictividad como la que estamos viviendo en los últimos meses con las disputas entre chinos y estadounidenses.