La economía necesita estabilidad
La economía española ha asistido expectante al desarrollo de las elecciones generales de este domingo ya que son bastantes las cosas que se pueden torcer o simplemente verse mediatizadas en el curso de los acontecimientos económicos por el resultado electoral. Un resultado que, ante todo, tiene una vertiente bastante positiva, la masiva afluencia de electores a las urnas, una prueba manifiesta del alto grado de movilización de la sociedad española en estos momentos.
Lo mejor que cabría esperar de los resultados de las elecciones es la formación de un Gobierno estable, respaldado por una mayoría suficiente que permita completar una legislatura completa en la que la economía recibiera un trato preferente y con los menores altibajos posibles. Es decir, una conducción de la economía que sea lo más previsible posible, sobre todo desde el punto de vista de las decisiones gubernamentales.
El país está creciendo a un ritmo bastante aceptable en los últimos cuatro años, aunque en los últimos meses hemos asistido a un cierto grado de desaceleración que de momento no se ha traducido en cifras preocupantes, con la excepción (no ha sido la única) del frenazo en la rebaja de la tasa de paro. Como elemento también negativo cabe mencionar el fuerte crecimiento del gasto público en estos últimos meses y el riesgo de que la deseable búsqueda del equilibrio presupuestario no se consolide como un objetivo central de la conducción económica, máxime si tenemos en cuenta que la prolongación en el tiempo de la política monetaria permisiva, con bajos tipos de interés, que viene aplicando el Banco Central Europeo (BCE), no está plenamente garantizada más allá del próximo año.
Como mantener e incluso acelerar algo, con vistas a recuperar niveles de crecimiento del 3% anual como hace dos años, debería ser el objetivo deseable de la política económica en estos próximos cuatro años. El progreso económico precisa sobre todo estabilidad y continuidad en las políticas y, a ser posible, mejoras reformistas que encaucen el curso de la economía por la senda en la que se facilite el mayor crecimiento posible de la actividad. Hay pocos indicios de que el nuevo Gobierno que salga de estas elecciones, vistos los resultados, se decante por fórmulas radicales o por aventuras, que han mostrado ya su escasa viabilidad en otros escenarios y en otros momentos.
Las condiciones y el entorno internacional en el que se está moviendo la economía española en estos momentos no son muy propicias, dada la incertidumbre que pesa sobre el futuro de la Unión Europea a causa del Brexit o los riesgos de conflictos comerciales de amplio espectro, que podrían condicionar el crecimiento de la economía en algunos bloques, como el europeo, muy dependiente y muy vulnerable ante la evolución de las relaciones comerciales.
La reciente tensión que se ha destapado como consecuencia de las medidas estadounidenses de boicot a las exportaciones petroleras iraníes se ha traducido en un aumento de los precios del petróleo que puede tener consecuencias negativas sobre todo para los países altamente dependientes del crudo, como es el caso de España. Un alza en los precios del petróleo recortaría indudablemente nuestro potencial de crecimiento. En todo caso, lo que puede hacer el nuevo Gobierno aportará importantes dosis de influencia que, en buena medida, podrían contrarrestar un entorno exterior no exento de problemas.