El acuerdo salarial y la apuesta por la estabilidad
El pacto salarial sellado por sindicatos y patronales para este año y el que viene es un buen paso por diversos motivos: rebaja la presión sobre el ajuste salarial que se había desarrollado durante los cinco últimos años, mejora el clima de diálogo en el seno de las empresas y de la economía en general y abre nuevas expectativas de consenso económico de cara al futuro, ya que este acuerdo sienta las bases para su prolongación en el futuro y para que las decisiones económicas no sean meramente el resultado de un ejercicio de fuerzas políticas sino un mecanismo que refleje las posibilidades reales de la economía.
En el aumento de los salarios pactado se han contemplado objetivos que reflejan las expectativas de inflación a largo plazo y la evolución de la productividad, dos cuestiones que tienen una capital importancia en la competitividad de la economía, en el potencial de creación de empleo y en la búsqueda de un mayor equilibrio social tras varios años de alejamiento entre las necesidades de mejora del nivel de vida y las menguadas remuneraciones de amplios colectivos sociales. Incorporar a estos colectivos a la mejora de la economía, una percepción que ha brillado por su ausencia en estos años de salida de la crisis, es una cuestión básica para la estabilidad social y política del país.
Con la subida del 2% anual de los salarios en estos dos años, con una posible y deseable suma adicional de otro 1% en función de la productividad empresarial, la economía española se equipa con solvencia para un crecimiento sostenido del consumo. Es una pieza básica para el crecimiento del PIB y a la postre para que mejoren la inversión y el empleo, dentro de unas coordinadas que no atentan contra la necesaria estabilidad. El aumento de los salarios dentro de unos límites comedidos es también una buena garantía para el crecimiento de los beneficios empresariales, pieza imprescindible para facilitar el crecimiento de la inversión y a la suma del empleo. Es un círculo virtuoso cuya continuidad resulta imprescindible para el progreso de la economía.
En las presentes circunstancias, ofrecer a los agentes económicos un horizonte con buenas dosis de certeza y credibilidad, como es el que emerge de este pacto salarial, resulta muy necesario porque son muchos los factores que están contribuyendo a desestabilizar la evolución económica mundial en diversos frentes, como el del comercio internacional, en el que se multiplican los gestos y las medidas de confrontación entre bloques y países.
La fijación de líneas maestras para los incrementos salariales es, además, un escenario que aparece en unos momentos en los que las condiciones financieras y monetarias altamente permisivas y expansivas se encuentran en fase de un cambio de rumbo posiblemente bastante más cercano de lo que se supone. La llegada del otoño implicará la finalización de las medidas de impulso monetario a las economías europeas, regadas generosamente por masivas aportaciones de liquidez y de crédito. Y quizás unos meses más adelante podríamos enfrentarnos a una nueva fase de tipos de interés al alza. Es un horizonte que resultará más exigente para las empresas y para las economías de la zona euro. Entrar en esa etapa con la mayor cantidad de incertidumbres despejadas será un alivio.