Ana toma el mando
Un relevo fulminante y sorprendente. La nueva presidente del Santander, Ana Botín, parece haber heredado de su padre más cosas de las que se le suponían. La defenestración del joven Javier Marín, número dos del banco más importante de España, el Santander, y su sustitución por parte de José Antonio Alvárez parece tener bastante lógica, cuando se miran los detalles de las dos biografías, el deseo de la nueva presidenta de contar con gente de su confianza más directa, las prioridades del momento para un banco indudablemente “sistémico” como es el Santander (es decir, de los que tiene influencia global en el mundo financiero) y quizás la humana necesidad de todo dirigente de rodearse de personas que le deben fidelidad de forma directa y sin herencias. Una de las cosas que más ha llamado la atención en este relevo, con toda la carga de imprevisto, es el hecho de apenas hace dos meses la nueva presidenta se deshacía en elogios hacia el consejero delegado que heredó del fallecido presidente, lo que no encaja bien con su abrupta jubilación. Algo ha debido pasar en estas semanas que a los mortales ajenos a las interioridades del banco se nos escapa.
La remodelación de la cúpula del Santander afecta a varias personas, con la probable intencionalidad de diluir el impacto, de forma que no caiga toda la pesada carga de los análisis sobre un solo protagonista. Esfuerzo posiblemente inútil, ya que el cambio realmente sustancial es el de jubilar a un joven consejero delegado al que se le asignan todo tipo de elogios, sin duda merecidos, pero al parecer insuficientes.
Ana Botín ha aprovechado el relevo de su número dos para remodelar un poco el Consejo de Administración, mejorando la cuota femenina, rebajando la edad media (salen dos ilustres personajes, como Asúa y Abel Matutes, el primero muy ligado a Emilio Botín) y reubicando a Rodrigo Echenique, ahora vicepresidente, personaje clave en la historia del Santander (llegó a ser consejero delegado a finales de los años 80), a donde llegó de la mano de don Emilio Botín, abuelo de Ana Botín y presidente de la entidad hasta que cedió a mediados de los 80 su bastón de mando a su hijo Emilio Botín, padre de Ana, fallecido hace unos meses. Echenique, abogado del Estado, cubrirá por lo tanto un larguísimo periodo de tiempo como personaje de confianza de tres generaciones de la familia Botín. Lleva 30 años en el banco. Su ascendiente sobre la familia radica en su condición de hombre de confianza para la gestión del patrimonio familiar.
La entrada de dos consejeros nuevos (Sol Daurella y el mexicano Carlos Fernández), junto a la incorporación de un tercero, Bruce Carnegie-Brown, nuevo vicepresidente primero del banco, modelan un Consejo bastante más a la medida de la nueva presidenta y bastante lejos de las afinidades de Emilio Botín. Los recién llegados nacieron en la década de los años 60, varios de ellos en el año 1966, un dato quizás interesante.
Junto a la remodelación del Consejo, la presidenta del Santander ha retocado algunas líneas del organigrama, rodeándose más directamente por personas de su etapa en Banesto, cuya presidencia desempeñó durante varios años, y de su paso por Inglaterra, en donde desempeñó la dirección de la importante filial británica del grupo en la City. En suma, el Santander sigue fiel al estilo de la familia Botín en esta tercera generación familiar, sin dejar las riendas del banco pero con la impronta personal del presidente de turno. El desarrollo de esta mini crisis interna ha dejado bien patente, en todo caso, que a la hija de Emilio Botín no le tiembla el pulso a la hora de tomar decisiones, aunque sean complicadas (las que afectan a personas siempre lo son).