La frágil recuperación económica y el momento político
El soplo de optimismo que ha llegado desde la zona euro en los últimos días puede convertirse en la principal esperanza con que cuenta en estos momentos la economía española para iniciar el ansiado proceso de recuperación. En los últimos días, se han multiplicado las afirmaciones de analistas y empresarios, arropadas en algunos casos por encuestas bastante solventes, apoyando la idea de que la economía española ha tocado fondo. Pero, detrás de esa afirmación quizás voluntarista, se abre un amplio paréntesis de dudas ya que una cosa es tocar el fondo de la crisis y otra bien distinta es dar la señal de salida para una nueva etapa de crecimiento. Son cosas bien diferentes, como se puede suponer.
Una de las valoraciones que, en efecto, más llaman la atención en estas consideraciones aparentemente optimistas es la coletilla que agregan la mayoría, por no decir todos, los analistas. Es la de que el crecimiento, cuando empiece, va a ser lento, de forma que es mayoría la gente que considera poco probable que la economía española alcance ritmos de crecimiento por encima del 1% en los dos años que vienen por delante. Es decir, el año 2014 y el año 2015.
Incluso llama la atención el hecho de que el Fondo Monetario Internacional (FMI) haya rectificado hace escasas fechas sus previsiones para el año 2014 en España, recortando el 0,7% de aumento previsto para el PIB hasta el cero por ciento. Tan drástico recorte, que en alguna medida ha entrado en contradicción con otras revisiones de los pronósticos de crecimiento al alza, deja nuestras expectativas del año próximo y eventualmente del siguiente en pésimas condiciones, lo que obligará a revisar a la baja los ya negativos datos del empleo y posiblemente otros en los que nos jugamos bastantes oportunidades, como el control del déficit y en especial el cumplimiento de los compromisos adquiridos con la UE.
Esta clarificación de expectativas afronta, además, algunos desafíos importantes en el curso de los próximos días, con ocasión de la declaración de Rajoy en el Congreso y los movimientos que se perciben en las filas del partido gobernante. Ni qué decir tiene que si la inestabilidad política pasa a convertirse en un problema añadido, las expectativas económicas van a sufrir de modo considerable. En los dos últimos años, España ha podido disfrutar de una estabilidad política que debería resultar beneficiosa para la gestión de la crisis económica. Un Gobierno con mayoría absoluta era y sigue siendo en principio un buen punto de partida para que la conducción de la política económica resulte más capaz.
Por desgracia, ni el acierto ha presidido algunas de las decisiones más importantes de la economía española en estos dos últimos años (destacando, sobre todo, el disparatado manejo de la política fiscal) ni la mayoría absoluta ha sido en la práctica un activo del que haya podido extraer el país las suficientes ganancias. Si ahora este activo se viene abajo y entra en crisis, con una fase de inestabilidad, el daño a la recuperación tenue que se percibe en la economía podría ser muy considerable.
Lo que en todo caso influirá en el devenir futuro de la economía española en estos dos años que vienen es la fortaleza de la economía europea y, en especial, de Alemania. Si Europa se incorpora al grupo de países que van a tirar de la economía mundial, los beneficios para España serán indudables. Pero sería una lástima que su impacto se malograra si el frente político doméstico no es capaz de asegurar el sosiego suficiente para que las empresas puedan participar en la recuperación económica.