Canonizaciones, tirria, política y dilemas
A mí me convirtió San Alfredo Di Stéfano. Fue en un partido de Copa del Generalísimo en Alicante hace unos 62 años. El Madrid me cegó (0-5), era difícil jugar mejor y me caí del caballo como San Pablo. Ingresé en la fe blanca.
Lo de Alfredo es irrepetible, aunque este año Benzema se ha acercado a la canonización y en el confío fundamentalmente para Paris (sin olvidar, seamos justos, a Courtois). Si Karim está inspirado podemos soñar con fundamento y el Madrid consolidará su aura mundial de equipo mítico.
La victoria del club español, desahogada, ajustada o agónica, con el Madrid actual todo es posible, colmará a una buena parte de España, no a toda. Como atinadamente escribió el ingenioso Cuco Cerecedo un triunfo de los del Bernabéu entusiasma a la mitad de los españoles y cabrea a la otra mitad. Esta polarización se ha agudizado un tanto con el avance del separatismo. El fiasco del fichaje de Mbappé fue acogido por muchos medios de información catalanes con un júbilo desusado y ruidoso. Parece que corrió el cava en alguna redacción. Y hasta en el fútbol entra el ingrediente del victimismo. No tengo dudas de que si el Barsa pinchara en un fichaje no pocos madridistas se regocijarían. Pero el sentimiento de gozo en los hinchas catalanes ante un resbalón del Madrid es más extendido y más profundo, más motivo de satisfacción que el de los blancos en similares circunstancias. La animadversión nubla a veces la razón incluso en mentes bien amuebladas. Hace un par de años, Pep Guardiola soltó que “ si se cuentan todos los trofeos, el Real Madrid no está a la cabeza”. ¿Y qué trofeos quiere el bueno de Pep computar frente a un Club que atesora 13 Copas de Europa y está destacado en títulos de Liga, el de ir conjuntado en el vestir, el de jugar al parchís, el de ligar con señoras de buen ver? Rechazar que los del Bernabéu son el equipo más laureado de Europa es miopía que sólo pueden producir la tirria y el victimismo.
Para mí, sería hermoso conseguir la XIV como la primera también en Paris con remontada y con un gol de un defensa (Madrid 4 - Stade de Reims 3). Benzema sería balón de oro, los niños madridistas tendrían una satisfacción mayor que el berrinche de los chavales culés (en los críos el odio no está desarrollado) y el Madrid, con más pundonor y agallas que buen juego, culminaría una temporada gloriosa. Yo estoy ya concentrado, animoso y receloso y haciendo promesas, si ganamos, de hacer una donación para Ucrania que compense la cicatería de nuestro Gobierno. Estamos entre los gobiernos que menos han ayudado a ese país.
En mis constantes y múltiples cavilaciones sobre el partido me pregunto: ¿seremos conservadores con Valverde en el campo o más audaces con Rodrigo?, ¿por qué está Isco, un jugador de excepcional clase, desechado incluso para el segundo tiempo?,¿estará Vinicius torpe o acertado? Y me aflora otra duda: ¿andará Sánchez preocupado por si gana el Madrid y los de Esquerra, enrabietados por la victoria blanca, le piden que escoja entre cesar a Margarita Robles, a Calviño, a la directora general de la Guardia Civil, a un bedel de Moncloa que lleva insultantemente la bandera española en la solapa, purgar a la Benemérita y al CNI o arbitrar una formula para que las sentencias del Supremo no sean aplicadas en Cataluña?
No sé cual escogería Sánchez. No vacilará, aún regateando, en elegir una u otra con el argumento demoledor y multiuso de que la derecha es casposa y corrupta; pero yo sigo rezando porque ganen Modric, Carvajal, Militao, Asensio, Vinicius y Benzema… aunque eso, si los independentistas se enfurruñan, lleve al presidente a realizar otra nueva trapacería funesta para España. Yo también, en fechas Champions, estoy obnubilado con el fútbol.