Paco Gento, el irrepetible
San Pablo se cayó del caballo en el camino de Damasco. El puntilloso hombre de armas oyó una voz divina que le preguntaba: “Pablo, Pablo, por qué me persigues?”. Se percató de la futilidad de su lucha. Abrazó el cristianismo.
Yo me caí del corcel en un sitio más prosaico, menos bíblico, en el campo de fútbol de La Viña en Alicante en un partido de Copa del Generalísimo entre el Hércules y el Real Madrid al principio de los sesenta. Mis querencias futbolísticas de la época se movían entre el Murcia y el Atlético de Bilbao pero el Hércules alicantino era el pequeño David frente al poderoso Goliat cuajado de estrellas blancas y no entré al campo precisamente con el deseo de aplaudir a los madridistas.
Sin embargo, pasados unos veinte minutos, la luz de la belleza, de lo sublime me cegó como a San Pablo. El Madrid acabaría ganando 5-1 y aquella maquinaria futbolística me pasmó. Me deslicé febril del caballo viendo el despliegue de Di Stéfano el Zeus polifacético, sabia hasta esquivar las tarascadas, de Gento, de del Sol…Me convertí abruptamente a la religión madridista y en ella sigo muy satisfecho. No hay espectáculo que me haya dado más satisfacciones. Después del argentino Alfredo di Stéfano no creo que haya habido ningún otro jugador que me embelese como Gento. Sus galopadas, su pierna izquierda, sus goles decisivos…. Gento era capaz de, arrancando en el centro del campo, sacar seis metros a su marcador -se decía que eso le ocurría con el buen defensa Olivella- sin perder el control del balón y eso lo hacía inigualable y disfrutable.
Entre la sandeces que hemos oído, incluso de gente sensata, esto ocurre con frecuenta con pensadores futbolísticos culés, Guardiola y algún otro, que se ciegan ahora con el victimismo, está la de que el Real Madrid ganaba partidos en la época de Franco porque la diplomacia franquista se movía muy bien en Europa. Les resulta inadmisible que pudiera conquistar cinco Copas de Europa seguidas. Que el Régimen lo prohijó y lo utilizó. Era el equipo de Franco. La afirmación no se tiene de pie. Cuando el régimen de Franco era más autoritario y más capaz de retorcer el brazo, en sus primeros diez o doce años, el Real Madrid no ganó ni una Liga. Se las repartieron el Barcelona( club que enamorado del Caudillo le concedió dos veces la medalla de oro, algo inaudito para una entidad que alardea de haber luchado contra la dictadura), el Valencia, y el Atlético de Madrid.
Luego Bernabéu ligó unas cartas milagrosas, trajo a Di Stéfano, a Gento, a Rial, a Kopa y a Puskas. Demasiados ases que además sabían compenetrarse. Lo que no siempre ocurre. Creer de verdad que Franco se movía hábilmente en los despachos europeos, en un momento en que era un paria, es estar en la inopia. ¿ Como lo hacía? ¿ Sobornando a árbitros y directivos europeos? ¿Prometiéndoles vacaciones de un mes en la Costa del Sol escoltados por ardientes mujeres españolas con navaja en la liga pero muy ardorosas en el lecho? Es infantil. Como decían el argentino y Gento los goles los metían ellos en el campo. El Parque de los Príncipes fue el primero en rendirse ante Alfredo di Stéfano y el cántabro y los archivos de Exteriores muestran que ese año al cocktail de la Fiesta nacional del 18 de Julio no acudió ninguna personalidad francesa a nuestra Embajada pero en el dado en honor del Real Madrid se codeaba todo el mundo deportivo galo.
El Club blanqueaba sin saberlo a nuestro país, enorgullecía a nuestros emigrantes y los ministros de Franco se dieron cuenta de que, para la España desairada de esos momentos, el autobús del Madrid era oro molido, entreabría alguna puerta. Igual se hubieran montado en el del Barcelona o el Valencia si estos hubieran conquistado Europa y sus directivos habrían estado encantados sentando en ellos a los capitostes franquistas.
Yo saqué pecho con el Real Madrid cuando comencé a hacer pinitos en el extranjero. Hasta en la ONU presumí con el primer Ronaldo. Pero no estoy recordando a Gento por razones políticas. Lo recuerdo porque cuando Rial o Puskas le metían una pelota a la que ningún galgo de Europa habría llegado lo hacía tarde tras tarde con un aplomo envidiable. Un festín para un aficionado blanco y un martirio para un rival.
Gento cierra una época para la gente de mi generación. Alfredo era dios y Paco uno de sus profetas constantes. ¿ Qué daría yo por volver a estar en una cafetería en Murcia y ver al santanderino en la tele en blanco y negro corriendo por la banda? Millones . Seria como la magdalena de Proust. Rejuvenecer , degustar y muchas más cosas. Paco Gento, hasta siempre.