Medio Oriente y van…
El Secretario de Estado estadounidense Kerry ha logrado pacientemente llevar a la mesa de la negociación a judíos y palestinos. Es el enésimo intento de Washington y de la comunidad internacional de traer la paz a esa zona del mundo que ha estada soliviantada desde que hace 60 años se creó el Estado de Israel.
El Estado judío, como muestra de que va en serio, ha dejado en libertad a 104 prisioneros palestinos. El gesto tiene su trascendencia, una buena parte de ellos, aunque hubiera pasado años en prisión, tenía sangre en sus manos, uno incluso había sido el autor de un atentado contra un autobús civil en que habían perecido cuatro niños. Era, como otros, considerado terrorista. La decisión de liberarlos ha sido, en consecuencia, dolorosa y controvertida. El gabinete israelí se dividió sobre la cuestión, con 13 miembros votando a favor del excarcelamiento, que será espaciado a lo largo de nueve meses y en función de que la zona no se vea alterada por atentados palestinos, y siete en contra. Uno de los opuestos, el ministro de Economía, ha participado en una manifestación contra la decisión. Más de un parlamentario ha declarado que los Estados Unidos presionan para que se ponga en la calle a personas que ellos nunca liberarían.
El gobierno de Netanyahu ha aceptado esta exigencia de la Autoridad palestina para iniciar las conversaciones pero ha permanecido firme sobre otra, no parar la ampliación de los asentamientos judíos en territorio que en el futuro ha de ser palestino. Estos enclaves dificultan enormemente alcanzar cualquier acuerdo y si no se desmantelan convertirán a esa porción de la futura Palestina en zona de difícil gobierno, para algunos difícilmente viable. Es lo primero que Obama, en el entusiasmo pacifista de su llegada al poder, le pidió a Netanyahu. El dirigente israelí, consciente del peso del lobby judío en Estados Unidos y de la relación de fuerzas en el Congreso americano, ignoró la demanda del supuestamente todopoderoso Obama. Fue una lección y una bofetada.
Los asentamientos traen de cabeza a todos los que se han aproximado a la cuestión de la negociación. Los israelíes tienen bastante descaro no solo no eliminando sino ensanchando, aun levemente y por, a veces, exigencias demográficas, los asentamientos pero el hecho es que ya hay unos 350.000 colonos viviendo en ellos, en bolsas de territorio que producirán un mapa esperpéntico si por fin los palestinos se hacen con la soberanía.
Los jefes de las negociaciones no son figuras decorativas, el ministro de justicia Livni del lado judío y el avezado palestino y experto Erekat. Los escollos no faltan, los asentamientos son uno pero la futura división de Jerusalén, el destino de los refugiados palestinos que abandonaron sus casas y ahora están asentados en Jordania o desparramados por el mundo son otros. Hay más.
Hace días el citado ministro de Economía Yair Lapid escribía en el Herald Tribune que aunque el era partidario de la existencia de dos Estados en la zona, por lo tanto del nacimiento del de Palestina, la directiva europea de no financiar ninguna institución cultural, económica o social en los asentamientos era un error. Se azuzaba con ello, decía, a los intransigentes palestinos. La afirmación es cuestionable, la Comunidad europea es la principal fuente de los palestinos, si se cruza de brazos puede dar la impresión de que está subsidiando la ocupación por los israelíes de unas tierras que la comunidad internacional considera que han de ser inevitablemente palestinas, en las que Israel no tiene derecho a crear nuevas colonias.
Una vez más, y deseando éxito a Kerry y a las partes, la cuestión es enormemente peliaguda.