Difícil que yo sea felipista
La monarquía de don Juan Carlos se ha terminado y con ella, el juancarlismo. Los millones que durante cuarenta años lo hemos sido, hoy nos sentimos huérfanos. ¿Reciclarnos en felipistas? Difícil. Al menos, para este periodista. Porque, como ha declarado Caballero Bonald, “algo está acabando… la abdicación está en consonancia con este fin de trayecto”.
Pienso que no nos merecíamos esto. Me gustaría conocer los reales motivos por los que don Juan Carlos ha decidido abdicar. También por qué el presidente Maríano Rajoy ha aceptado la voluntad del Rey, precisamente, en estos momentos tan difíciles, política, económica y familiarmente hablando. Aunque los elogios casi estomacales y la falta de revisión crítica hacia el Rey por la abdicación estén confundiendo al personal, como escribe mi compañera Lucía Méndez, ella piensa que se va porque ha perdido el cariño de los españoles.
Victoria Prego, otra compañera de El Mundo, escribe que abdica “por su hijo, por la familia rota y porque se siente solo”.
Lo del hijo, es el sino y la servidumbre de todos los herederos. Lo de la familia, no es de ahora sino de siempre. Como muchos padres, don Juan Carlos no ha sabido, querido o podido pastorearles. Cierto es que, como Rey, si pudo haberlo hecho. Sobre todo en lo referente a los matrimonios. La Constitución le amparaba. Ya lo hizo valer cuando obligó al Príncipe a romper su relación con Eva Sannum.
Pero, en cambio, no lo hizo con Letizia: “El Rey nunca ha sido muy cordial con ella. No le gusta”, escribe Prego.
Cierto es. Lo mejor que ha dicho de su nuera es que “se trata de una chica muy lista”. Con toda la carga peyorativa que la palabra lista tiene. Y peligro, digo yo. Tiempo al tiempo. Siempre dije que no era la adecuada y lo mantengo.
Y que “con la Reina no tiene ninguna relación” no es de ahora, ni de ayer, sino de hace muchísimos años que no se dirigen ni la palabra. De ella, nunca estuvo enamorado. Su gran amor fue la princesa italiana Maria Gabriela de Saboya. “Pienso que debía haberme casado con ella”, reconoció en cierta ocasión.
Esta misma semana, Pilar Eyre escribía: “En unos meses habrá un comunicado dando cuenta de que el matrimonio ha optado por separarse”.
No es necesario abdicar para divorciarse. Separados están don Juan Carlos y doña Sofía desde hace más de treinta años. Su relación solo es “institucional”.
Posiblemente, a los hasta ahora reyes de España les puede suceder lo que a Alfonso XIII y Victoria Eugenia: el día que se proclamó la república y el soberano salió de España, el matrimonio casi no se volvió a ver. Por no verse, ni en la boda de sus hijos. Y, aunque Victoria Eugenia acudió al Gran Hotel de Roma cuando se enteró que el Rey se estaba muriendo, éste ni verla quiso a la hora de la muerte.
A lo peor, después de la abdicación, don Juan Carlos ya no tendrá obligación de ver a la reina. ¿Será una liberación para él? Más bien va a ser que sí. Pero de ahí a pedir el divorcio, pienso que no. Alfonso XIII nunca lo solicitó. Si lo solicitaran, tampoco sería un escándalo.
De todas formas, Felipe VI, y hasta la inefable consorte Letizia, no tienen por qué preocuparse: “La autocensura, el peloteo y la memez ayudarán en la misma medida en que se ofende a los ciudadanos”, según Enric González. Aunque no creo ser algún día felipista, siempre respetaré al Jefe del Estado que, para mí, es lo que será. Independiente de ser rey.