El Magreb y la escalada armamentística
Carros de combate Abrams y medios mecanizados, aviones F16, drones de vigilancia estratégica, fragatas de última generación, posibilidad de adquisición de submarinos, una importante base naval en las cercanías de Tánger, y siempre algo más, forman parte del “desmesurado” plan de rearme y modernización de las Fuerzas Armadas marroquíes y añádase a todo esto el importante convenio firmado con Arabia Saudí para la inyección de cerca de 22.000 millones de dólares que permitan a Marruecos la creación de una industria de defensa propia que minore la dependencia de Francia y de los EEUU.
Según el Instituto de Estudios para la Paz de Estocolmo, Marruecos ocupa hoy el décimo puesto de países en el mundo como importador de armas con un gasto que ronda los 4 billones de dólares en el pasado año.
Y mientras tanto Argelia, con base en sus buenas relaciones con Moscú, acaba de ordenar la adquisición de 12 caza bombarderos SU-34 y negocia la adquisición del SU-35 (ambos modelos de la última generación de fabricación rusa) e incrementa sus helicópteros de ataque Mi-28NE hasta un número de 42 así como una larga lista de todo tipo de material. Con un gasto equivalente al 6% de su PIB, es decir unos 10.000 millones de dólares, se convierte en el país africano con más gasto dedicado a la defensa, algo más del doble que Marruecos.
Desde que ambas naciones, Marruecos y Argelia, obtuvieran su independencia en el siglo pasado, se han visto envueltas en una escalada armamentística como resultado de sus diferencias respecto al problema del antiguo Sáhara español y, desde luego, también a sus disputas fronterizas como consecuencia de las ambiciones territoriales de Marruecos en su afán de alcanzar el “Gran Marruecos”, ese viejo sueño de los partidos nacionalistas marroquíes que se consideran herederos de las diversas dinastías que habían reinado en el territorio marroquí, como los almohades o los meriníes. Así, entre sus ambiciones, incluyen el Sáhara Occidental, la totalidad de Mauritania, las zonas occidentales de Argelia incluyendo las provincias de Bechar y Tinduf, la zona norte de Malí, y ¡ojo!, las ciudades españolas de Ceuta y Melilla.
Sabemos que Argelia, con unos ingresos importantes derivados de sus recursos energéticos, puede financiar sus compras de armamento mientras que Marruecos tiene que depender más de su estrecha relación con el Consejo de Cooperación del Golfo, especialmente con Arabia Saudí y desde luego con Francia y los EEUU; recordemos aquí que ya hace diez años que los EEUU tienen a Marruecos como un aliado principal No OTAN y que las relaciones son muy estrechas, siendo así notable el apoyo en medios militares, recíprocos ejercicios de adiestramiento y financiación para la adquisición de equipos específicos de armamento.
Y, además, en este escenario de confrontación permanente, nos encontramos con la irrupción en escena del islamismo radical representado por el autodenominado Estado Islámico que busca implantarse tanto en territorio marroquí como argelino para ocupar el extremo del cinturón del Sahel que todavía no controla, hacerse con nuevas rutas para todas sus actividades, tener acceso más libre aún desde el norte a Mauritania y Mali, poner a Argelia en un serio aprieto y desde luego, ¡atención!, llevar su amenaza directamente a la misma puerta de Europa, es decir a Ceuta y Melilla, como cabeza de puente para su "asalto reivindicativo" al sur del continente europeo.
El norte de África, nuestra frontera sur, es un polvorín en llamas y con graves visos de degradación a la vista de la importante carrera armamentística en curso.
La defensa y seguridad de España depende en gran medida de la estabilidad del Magreb, pues cualquier deterioro serio de la situación no sólo afectará a las ciudades españolas de Ceuta y Melilla sino al resto de España.
Y mientras todo esto sucede a nuestras puertas, los inefables políticos de nuestra nación hacen oídos sordos a cuanto acaece a escasos 14 km de la península -no digamos aún más lejos- y aminoran una y otra vez nuestros recursos dedicados a la defensa, dejando a nuestras fuerzas armadas en una precariedad continua, creciente y preocupante, además de dedicarse a decir tonterías de un calibre supino como, por ejemplo, declarar a las islas Canarias “territorio de paz” en un alarde de ignorancia e incultura sublimes. Pero, qué cabe esperar de unos políticos que, por mediocridad manifiesta de los tradicionales, por ignorancia de párvulos de los "renovadores" de los partidos clásicos y por un "buenismo pero no tanto ni tonto", de lobo con piel de cordero de los partidos emergentes como Podemos, lo único que saben es hablar, pactar o conspirar para cortar su porción del “pastel de la política con prebendas y privilegios”, en que, desgraciadamente, se ha transformado esta privilegiada clase de ciudadanos, casta toda ella, incluidos los que así la califican (excepto ellos mismos, claro está).
No se dejen ustedes engañar por nada ni por nadie. El peligro para la defensa española está, hoy por hoy, bien claro y delimitado. En el caso de Marruecos, en 1975, durante la enfermedad y posterior fallecimiento del jefe del estado, supo el rey Hassán II aprovechar hábilmente la situación de debilidad del gobierno de entonces y anexionarse sin pegar un tiro todo el territorio del Sáhara occidental, ante la pasividad absoluta de los responsables políticos de aquella época. Ahora la situación, si no igual, tiene muchos puntos de similitud y no sólo eso, sino que parte de nuestros políticos y gobernantes, están a la gresca, unos con procesos independentistas de un provincianismo vergonzante y otros casi dando la bienvenida al mundo islámico mientas proclaman sus consignas reivindicativas del feminismo y demás (aquí, por supuesto, nunca en estos países. ¡Qué raro!, ¿no?).
Concluyo. El caldo de cultivo para poder aprovecharse de la frágil y poco cohesiva coyuntura española actual es tal vez ahora más favorable que el de entonces para nuestros vecinos y tradicionales amigos del sur y para otros grupos del mundo islámico ya no tan amigos. He ilustrado este artículo con una imagen de los bárbaros entrando en Roma y cortando la cabeza de una estatua de un senador, creo. El mundo romano disfrutaba de los placeres de la vida en su enorme, aunque ya no tan fuerte, imperio y estaba dominado por una sensación de comodidad ante la vida, de forma que pocos romanos querían mandar a sus hijos a defender las fronteras, en esencia, se habían dormido en los laureles (expresión, por cierto, que proviene de la Roma clásica). ¿No les resulta familiar esa situación ante la próspera Europa actual y los nuevos bárbaros, económicos, étnicos o religiosos, acechando por doquier, e incluso infiltrados ya entre la población?
Espero y deseo equivocarme en estas reflexiones, pero no reconozco a priori que lo esté. Ustedes lo juzgarán y el devenir de los acontecimientos lo corroborará... o no.