La bandera USA en Cuba
Por fin y como símbolo del comienzo de una nueva era en las relaciones de Cuba con los Estados Unidos, la bandera de las barras y estrellas ondea de nuevo en La Habana tras 54 años de ausencia, un largo período de mutua ignorancia -cuando no desprecio- , recelo y ocasiones de verdadero peligro a nivel mundial. Este acto se manifiesta como el comienzo más que probable de una nueva era de apertura y libertad en el país caribeño. Al menos esperemos que así sea, y en estas nuevas circunstancias, confiemos en que los Estados Unidos vean a la nueva Cuba con el respeto que nunca le tuvieron, tanto antes como después de la revolución patroneada por Fidel Castro.
Las causas de la revolución cubana fueron muchas pero una de ellas fue, sin duda, la rebelión contra la dictadura corrupta de Fulgencio Batista, sostenida en gran medida por los EEUU, que habían convertido la isla en su burdel particular -y no exagero- pues sabido es que en 1958 se registraban casi más prostitutas en La Habana que obreros, y ello coexistiendo con un millón y medio de parados sin prestaciones sociales; de hecho hasta gran parte de la burguesía cubana no vio con malos ojos, al principio, la llegada de Fidel Castro. Sucedió entonces que la moderación -si es que la hubo alguna vez- desapareció y se impuso la radicalización comunista extrema, lo que propició la salida del país de casi toda la clase alta y una parte considerable de la clase media. Conviene matizar aquí que estos emigrantes eran en su gran mayoría, hijos y nietos de españoles. Los exiliados se instalaron fundamentalmente en los EEUU donde hoy viven cómodamente instalados y constituyen un importante grupo de presión. Dudo de que alguna vez estos cubano/españoles, ya incluso de tercera generación, vuelvan a su patria de origen. La conjunción de la corrupta Cuba de Batista con el singular régimen comunista del "Comandante", ha llevado a la entonces perla de las Antillas a una situación desastrosa de la que espero puedan salir algún día, que no se me antoja ya demasiado lejano. Ahora bien, maticemos con claridad que los EEUU no han sido en esta película los buenos que ahora quieren aparentar. Ni hablar.
De entrada, a mí personalmente el ver ondear en La Habana la bandera norteamericana me retrotrae al sentimiento histórico de lo que allí pasó a finales del siglo XIX y no está de más recordar que Cuba, así como Puerto Rico, Filipinas y Guam, españolas desde hacía ya cuatro siglos, nos fueron simplemente robadas a mano armada por la incipiente nación norteamericana y su política expansionista de entonces.
Veamos, Estados Unidos, con una potentísima economía creciente y con ansias de abrirse un hueco en la política mundial, vió la posibilidad de presentarse como la nueva América, a costa de una nación como España, en franca decadencia, y con escasas fuerzas para defender los restos del otrora inmenso imperio español. La actitud de esta potencia fue absolutamente ignominiosa y bien digna de sus maestros de la Gran Bretaña. Duele recordar los sucesos de aquellos años y no escondo que me abordan sentimientos contrapuestos respecto a todo cuanto ha acaecido en la isla en los últimos cien años. Desde luego, no seré yo quien defienda a Fidel Castro y a su férreo y sorprendentemente largo régimen comunista, pero al igual que le sucedía a Fraga Iribarne -personaje nunca bien entendido-, o al mismísimo Francisco Franco, en el fondo no dejaba de causarme cierto regusto ver como "españoles" le plantaban cara al gringo invasor y prepotente que nos había robado lo que ya, por la consolidación de una cultura asentada desde el descubrimiento, era español de hecho y, desde luego, hispano por derecho y tradición. A diferencia de otros países conquistadores, como el Reino unido, por ejemplo en la India y no digamos los belgas en el Congo (donde todo, incluidos sus habitantes pertenecían personalmente a Leopoldo II), entre muchos ejemplos, los españoles se mezclaron con los autóctonos y no mantuvieron un régimen de "apartheid" ni racista, más propio de otras culturas anglosajonas. Pero, curiosamente, en alguna nación, como Australia o Nueva Zelanda, otrora bajo la bandera inglesa, aún se canta el "Dios salve a la Reina". No deja de ser curioso, aunque hay que reconocer que, si no en integración social, en organización no podemos rivalizar con el Reino Unido en cuanto a la huella dejada en sus colonias en dicho sentido.
La historia no es una ciencia exacta, pues está bañada en los sentimientos de sus autores y a pesar de que los hechos acaecidos son concretos y objetivos, su estudio y narración depende de quiénes los cuentan y, sobre todo, de sus nacionalidades y afinidades socio-políticas. Así, la historia de España, contada por escritores españoles, está llena de ejemplos ilustres, mientras que narrada por ingleses, franceses o americanos, no. Este hecho resulta obvio, pero denota que una única realidad histórica no tiene por qué encajar con las diversas versiones que de la misma se construyen. Al igual que ocurre con la realidad física, su mera observación y aún más su recopilación, modifica esa realidad, que queda desdibujada e imprecisa.
Pero, tras esta pequeña divagación teórica, y volviendo al núcleo de este artículo de opinión, baste decir que la tan criticada España franquista nunca apoyó el embargo comercial a Cuba decretado por los Estados Unidos. Los elogios de Fidel Castro a Franco no han sido pocos e incluso a la muerte de éste, se decretó duelo oficial en la isla. Franco y Fidel Castro, dos gallegos, y enemigos cordiales, pero mutuamente respetuosos, simbolizan el sentimiento herido de cualquier español estudioso de nuestra historia en relación con Cuba y con la indigna actitud de quien dice ser nuestro aliado (en mi opinión sólo si responde a sus intereses).
La pérdida , hoy ya superada anímicamente , de Cuba, Filipinas, Puerto Rico y Guam, supuso uno de los golpes más fuertes que ha recibido en toda su historia nuestra patria. Y los responsables fueron sin duda los EEUU. Mucho han cambiado las tornas desde entonces, pero no puedo dejar de pensar en qué diría hoy mi bisabuelo, teniente en Cuba, si viera hoy el izado de la bandera norteamericana, otra vez en Cuba. Cierto es que una de las razones de nuestra derrota fue la arrogancia y el ego de la España de entonces que veía en los EEUU a una nación de desheredados y sin historia a la que sería fácil vencer. El resultado ya lo sabemos : de nada sirvió la gallardía, el valor y el heroísmo de nuestros marinos en Santiago de Cuba y Cavite, la derrota fue total. Hoy, aquella arrogancia, se ha transformado , respecto a los EEUU, en un servilismo vergonzante por parte de nuestros políticos, y desde luego, de muchos mandos militares, prestos a doblar la cerviz en toda ocasión en la que lidian asuntos con norteamericanos. Les daría innumerables ejemplos pero la prudencia corporativa me lo impide. La orgullosa espada del Cid se envainó hace mucho tiempo para muchos.
El péndulo de la historia vuelve, inexorable, a completar una oscilación. Espero y deseo que esta vez resuene con vientos de paz y entendimiento.