A vueltas con Vázquez de Mella
La reciente decisión del Ayuntamiento de Madrid de cambiar el nombre de la plaza que lleva el nombre de Vázquez de Mella, me lleva a hacer algunas reflexiones políticamente incorrectas, con seguridad, y no al gusto de todos. Dice la tercera Ley de Newton que a cada acción siempre se opone una reacción igual pero de sentido contrario. No es así hoy en día, en lo relativo a las reacciones sociales e incluso a la mera expresión del pensamiento, pues tal parece que cualquier manifestación de opinión que no sea muy de izquierdas, no sólo se trata con frecuencia de denostar, sino que se juzga y condena como radical o extremista de derechas sin más.
Don Juan Vázquez de Mella y Fanjul no es un personaje muy conocido en la actualidad y, por ello, no está de más resaltar siquiera brevemente que fue un brillante político de finales del siglo XIX, recordado por su elocuencia, portentosa memoria y brillante capacidad para la oratoria y la política. Monárquico, tradicionalista, católico y carlista, tuvo siempre una obsesión con la masonería internacional a la que achacaba las culpas de la pérdida de todas las posesiones españolas en América y Asia.
Para D. Juan, el objetivo perseguido siempre por esta organización fue, y a juicio de más de uno, también en la actualidad, la destrucción de la España tradicional que comenzó a forjarse en 1492 con los Reyes Católicos. Hay quien mantiene, que destruido ya finalmente el imperio español en 1898, procedía continuar con la tarea de aniquilar España como nación; así, el documento denominado GALEUSKA (Galicia, Euskadi y Cataluña), que figura en la consigna masónica para España de 1940, ya alentaba la secesión de estas regiones de la patria común.
Es amplísima la literatura concerniente a la masonería internacional, a la par que un tema casi tabú del que apenas se habla o escribe hoy. Yo no creo mucho en las "meigas" pero, como dicen en Galicia, haberlas haylas, y digo esto porque resulta, como mínimo, sumamente extraño que todo cuanto se puede leer al respecto de la masonería sobre España se va cumpliendo paso a paso, inexorablemente.
Se podrá estar o no de acuerdo con las tesis de Vázquez de Mella desarrolladas brillantemente en su treintena de volúmenes, entre otros, en sus "obras generales", pero nadie podrá discutir que este gran filósofo pertenece a la historia de España de pleno derecho, con un enorme mérito personal y una impronta literaria sólida y con garra.
Resulta cuando menos curioso que el primer cambio en el callejero de Madrid afecte a quien, como ya he dicho, además de ferviente anti masón, era monárquico, católico y conservador. ¿Es demasiada leña para la izquierda que se autodenomina progresista? Así debe de ser, pues la iniciativa municipal consiste prioritariamente en hacer desaparecer esta figura y, por tanto, buscar un reemplazo más en sintonía con su ideología. Así, aprovechando la actualidad, se cambia la denominación de la plaza por la de Pedro Zerolo, socialista y muy conocido en los últimos años, y aún más dado su triste y reciente fallecimiento tras una larga enfermedad -eso sí, afrontada con valentía- pero cuyo único mérito conocido públicamente es el de haber sido activista en favor de los derechos del colectivo LGTB (lesbianas, gays, transexuales y bisexuales), además de haber creado y codirigido un bufete de abogados especializado en derecho matrimonialista. No se le conocen otros merecimientos.
Por cierto, vuelve a suceder que se olvidan de los primeros apellidos, en concreto del paterno de este abogado -González- tan digno y válido como el segundo -Zerolo- pero, como ocurre con cierta frecuencia con algunos personajes públicos de los últimos años, parece que siempre interesa que perdure el más sonoro (así, se olvidan apellidos primeros, como Pérez, por Alfredo Pérez Rubalcaba; Zapatero, por José Luis Rodríguez Zapatero; entre otros ejemplos no escasos). Parece que en eso, la izquierda, es un tanto elitista, por no decir tontista, porque a mi entender lo que cuenta es la persona, para bien o para mal, pero no tal o cuál apellido.
Francamente, y desde la más estricta objetividad a todas luces evidente, la diferencia intelectual y de trascendencia temporal entre ambos personajes, Vázquez de Mella y González Zerolo, es abismal. Y si no, la historia ya se encargará de recordarlo en el futuro. Pero como vivimos tiempos en los que hay que exponer las obviedades como si de tesis doctorales se tratase, pues ahí queda dicho.
Pero no es ésta la cuestión ni el núcleo de este breve artículo, que discurre por otros derroteros más relacionados con la masonería. En efecto, si yo creyera en "las meigas" hasta asumiría, como incuestionable, la consigna masónica anteriormente citada.
Y es aquí donde de nuevo me entran serias dudas -he dicho dudas, recelos, suspicacias, no convicciones- de que, incluso hasta el Partido Popular, sigue navegando por aguas y senderos inexplicables, a pesar de la procedencia e ideología sociológica de la grandísima mayoría de sus votantes.
De ninguna manera pretendo aquí levantar polémica alguna respecto a la figura del General Franco, a quien saco ahora a colación porque quiero destacar que una de las características más conspicuas de su personalidad era su profunda desafección por la masonería internacional; la lectura de cuanto escribió con el seudónimo de Jakim Boor nos lo deja bien claro. No es de extrañar, por lo tanto, que no sea persona grata para la institución de la escuadra y el compás, y que su figura haya sido objeto reiterado de todo tipo de ataques y desprecios. Acciones asumidas por todo el espectro político incluyendo en este - y esto es lo extraño - también al Partido Popular.
Así, nos encontramos al PP con mayoría absoluta en la Asamblea de Madrid rindiendo homenaje a las Brigadas Internacionales; en el Congreso, también con mayoría absoluta, apoyando una proposición no de ley condenando el franquismo; en el Consejo de Europa reprobando igualmente el citado régimen; en Sevilla en 2008 apoyando la retirada de todo tipo de referencias a Franco y a otros generales [alguno como el General Francisco Merry Ponce de León (1872-1971), nada menos que héroe de Cuba, cambiando la denominación de su calle por la de Pilar Bardem, ¡faltaría más!]; en Málaga ídem de ídem; en Madrid en 2009 apoyando la retirada a Franco de todos los honores concedidos y la medalla del consistorio y, también, dedicando calles a Carrillo en Gijón mientras el PP gobernaba en esa ciudad... etc., ¡para qué seguir!
Veamos, yo no puedo afirmar - ni puedo creer - que el Partido Popular haya sido obediente a las consignas de las poderosas fuerzas extranjeras que, encabezadas por la masonería internacional, propiciaron en otros tiempos la desmembración del imperio español y que en el inmediato pasado tuvieron en Franco a uno de sus mayores enemigos - sería esperpéntico - pero, sea verdad o no, la realidad es que si nos ajustamos a los hechos no es difícil ver la convergencia de uno de los objetivos de aquella organización -la destrucción de todo vestigio del régimen franquista- con los hechos constatados y citados, llevados a cabo también, o secundados, por el Partido Popular.
Sí, la actitud del PP me resulta ciertamente confusa y, por eso, a uno le entran serias dudas acerca de la firmeza de los principios que proclama, por los cuales hace tres años los españoles le dieron la mayoría absoluta en las últimas elecciones generales.
No quiero que se me interprete mal, tan sólo planteo algunos indicios y que, ante las amenazas secesionistas ante las que nos encontramos y que van a verse agravadas en muy poco tiempo, la confusión se acentúa y no sé si la dependencia de nuestra política económica responde más a los objetivos de las grandes organizaciones financieras globales -según muchos estudiosos dominadas por la masonería- que a los propios intereses nacionales. Y he aquí que entra de lleno la política ante las amenazas secesionistas. El Presidente Rajoy anuncia que Cataluña no será independiente ¡Bien! ¡Bravo! Lo malo es que también nos dijo hace un año que no habría referéndum y ya ven lo que pasó a continuación, sin reacción alguna que pueda calificarse como tal.
La cuestión es, y ya para finalizar, que el primer movimiento para cambiar el callejero en Madrid ha sido el que ya les he relatado. ¿Casualidad o causalidad? Al menos, sospechoso sí parece.