Cuando llega un nuevo año, todos nos fijamos nuevos propósitos que queremos cumplir: ahorrar, adquirir hábitos de alimentación saludables... Sin embargo, muchas veces los acabamos abandonando porque son demasiado ambiciosos o simplemente por falta de motivación. Ahora bien, debemos ser conscientes de que si tenemos hijos pequeños no les estamos dando el mejor ejemplo. Debemos impulsarles a alcanzar sus sueños e inculcarles el valor del esfuerzo y el disfrute, así que nosotros somos los primeros que debemos luchar por alcanzar los objetivos fijados.
Por supuesto, los propósitos del nuevo año no son una obligación, pero sí ofrecen una dirección que nos dicen hacia dónde debemos ir. Además de luchar día a día por conseguir nuestros propios propósitos, también debemos ayudar a los niños a persistir en los suyos. Para ello, los expertos en psicología infantil proponen una serie de consejos prácticos que pueden resultar de gran ayuda.
Por escrito
Uno de los mejores regalos que le podemos hacer a los niños en Navidad es un cuaderno en el que puedan escribir todos los propósitos de año nuevo. Debemos hablar con ellos y contarles que lo más importante es que ellos se sientan bien con sus metas. Tienen que entender que los propósitos de año nuevo son algo que les pertenece únicamente a ellos, y que en ningún caso deben pensarlos para complacer a terceras personas.
Por supuesto, nosotros podemos ayudarles a elegir metas sencillas centradas en el corto o medio plazo. Fijar propósitos a largo plazo, sobre todo si los niños son pequeños, no tiene ningún sentido porque se van a aburrir antes de alcanzarlos.
Toma de decisiones
Las circunstancias pueden cambiar a lo largo del año, así que los niños deben entender que los propósitos que han escrito pueden reinterpretarse y modificarse con pequeños cambios, y que no pasa absolutamente nada por ello.
Debemos guiarles para que ellos mismos se marquen unos objetivos alcanzables y positivos de acuerdo a su edad. Los niños pequeños todavía no entienden algunas cosas, así que debemos escucharles para saber cuál es su perspectiva y ayudarles a comprender las cosas para que se planteen objetivos que realmente puedan cumplir.
Refuerzo positivo
Los propósitos de año nuevo ponen el foco en la meta final. Sin embargo, los más pequeños tienen que ser conscientes de que deben disfrutar del camino y de todo lo que éste puede ofrecerles. Para ello, nosotros los adultos debemos aplicar lo que se conoce como refuerzo positivo.
Se basa en la recompensa en relación a una determinada conducta para aportar un estímulo placentero a los niños. La recompensa no tiene por qué ser material, sino que también se contempla la recompensa social y de actividad. De esta manera, conseguimos estimular el esfuerzo, potenciar la receptividad, incrementar la motivación y fortalecer el autoestima de los más pequeños.
Frustración
Hay objetivos que son mucho más complicados de alcanzar que otros, y es algo que para los niños puede resultar muy frustrante. Por esta razón, es muy importante que nosotros como adultos preparemos a nuestros hijos para este tipo de situaciones. Deben entender que no siempre salen las cosas como esperamos que lo hagan, pero que siempre tenemos la oportunidad de mejorar y aprender de ello.
Objetivos compartidos
Aunque los niños deben pensar en los propósitos de año nuevo en base a sus propios gustos y necesidades, esto no significa que puedan tener una perspectiva familiar. Los distintos miembros de la familia formamos parte de un proyecto común, y desde nuestro rol de padre o madre podemos implicarnos y comprometernos para cumplir esta tarea.
Constancia
Y, por último, los más pequeños deben aprender desde sus primeros años de vida a ser constantes y perseverantes en todo lo que se propongan. Tienen que saber que tirar la toalla no es una opción, y que esto les va a ayudar en su propio desarrollo personal.
Por supuesto, nosotros debemos ser positivos para animar a nuestros hijos. Somos su mejor referente para que sepan cómo tienen que plantear y alcanzar sus propósitos de año nuevo. Para ello, deben tener una visión realista y optimista de las cosas.
Por último, cabe señalar que de lo que se trata es de ayudar a los niños a elegir objetivos alcanzables que les ilusionen y les hagan sentirse bien.