Un descuento para los niños buenos
La complicada relación entre los niños y los restaurantes no es ninguna novedad. Cada dos por tres hay alguien que afirma que los establecimientos deberían tener el sagrado derecho de prohibir la entrada a las familias con niños y no ser juzgados mal por ello. A veces, alguno pasa de la teoría a la práctica. Ya me imagino el cartelito: "No animales, no niños".
Yo siempre he creído que no existen niños maleducados, sino padres maleducados. Hasta que tuve hijos y me di cuenta de que esas criaturitas que no miden ni un metro pueden con tu paciencia, tu educación y tu buena voluntad. Los niños necesitan cambiar de tercio muy a menudo. Puede que se porten bien los primeros veinte minutos, pero luego decidirán que ya le han dedicado al tema, cualquier tema, demasiado tiempo.
Acto seguido, empiezan a explorar a su alrededor y tú como padre hambriento y con ganas de pasar un buen rato tienes delante de ti dos claras opciones: no comer y pasarte el tiempo haciendo lo que haces en casa -ir detrás de ellos, entretenerles y regañarles- o tirar la toalla. Literal y metafóricamente.
¿Por qué cuento todo esto? Porque ayer leí la noticia de un restaurante en la ciudad italiana de Padua que decidió dar un paso más en la lucha entre familias y sector hostelero practicando un descuento de 13,05 euros a unos clientes con motivo del encomiable comportamiento de sus hijos pequeños.
En el ticket, subido en el perfil de Facebook del restaurante, aparece la línea “descuento niños educados”, así de claro. Al parecer, el titular del establecimiento tomó la idea de un restaurante de Miami y aunque no quiera convertirlo en una práctica habitual, podría sentar un precedente en ese espinoso asunto.
¿Puede el dinero conseguir lo que no consigue el tiempo invertido en los buenos modales de nuestros hijos? ¿Es ese descuento una versión menos hiriente de “¿No animales, no niños”? ¿Es demasiado pedir que dueños, camareros y clientes no pongan caras de funeral cuando nos ven entrar con una pandilla de niños en un local?
No tengo respuestas a todas esas preguntas. Sí creo que un descuento de este tipo puede ser una medida más útil y efectiva que otras, más tajantes, como blindar un restaurante contra cualquier presencia infantil.
Y es más útil y efectiva porque depende de la remota pero no imposible eventualidad de que tu hijo se porte bien. ¿Qué sería la vida de un padre sin esos pequeños e inesperados milagros cotidianos que de repente le hacen el día más llevadero? Se portan bien, descuento. Se portan normal (es decir, mal), no hay descuento. Punto.
Es cierto que las familias con niños somos una mala noticia en los restaurantes, pero comer fuera de vez en cuando es una de las pocas alegrías que nos concedemos. Por lo menos, dennos una oportunidad.