Recolectando albahaca en el supermercado
Para abastecer nuestras despensas solemos tener dos opciones. Ir al campo/montar un huerto en el balcón o ir a un mercado/supermercado. Las dos opciones son antitéticas pero generalmente se conectan mediante kilómetros de carreteras y una importante cantidad de combustible.
También hay otro inconveniente: no sabemos el porqué pero en el campo las hojas son verdes, los frutos son sabrosos, las cosas en general son imperfectas y todo está cubierto de tierra. En los supermercados, como por arte de magia (o más bien, como por una maldición), las hojas se limpian, pero pierden su color, los frutos su sabor y todos acaban su vida útil envueltos en plástico y a precios desorbitados.
Pero, en fin, así gira el mundo, a estas alturas deberíamos haberlo entendido. O el campo o la ciudad, o te quedas con el sabor o con la comodidad, no hay termino medio. O sí.
Hace unos días me enteré de la existencia de una bonita start-up con sede en Berlín (¿dónde, si no?) que se dedica a crear mini-granjas verticales que hacen posible cultivar y recolectar productos frescos los 365 días del año. Sí, incluso si vives en Berlín, es febrero y fuera está nevando.
La start-up se llama INFARM y utiliza las ventajas del así llamado cultivo hidropónico, que sustituye la tierra por una mezcla de agua y minerales. Las plantas –de momento albahaca, ensalada y demás– están colocadas en diferentes pisos de un cubo transparente y hunden sus raíces en una fina capa de agua, minerales y oxígeno. En lugar del sol, hay unas lámparas LED que les proporcionan luz y calor y finalmente hay unos sensores que controlan que todo el proceso vaya bien.
Prescindir de la tierra implica un enorme ahorro de espacio y hace que esas micro-granjas puedan caber, por ejemplo, en un supermercado. Desde hace unos meses, un establecimiento de la cadena Metro ubicado el distrito berlinés de Friedrichshain acoge este proyecto innovador entre el entusiasmo, parece, de sus clientes de paladar más exigente que recolectan sus propias hierbas y se las llevan a sus cocinas tal cual.
El otro ahorro, obviamente, es el que genera para la propia empresa la reducción (desaparición) de los gastos de transporte.
No sé qué tal estará esa albahaca, pero estas micro-granjas parecen la solución perfecta desde el punto de vista medioambiental y, sobre todo, desde el punto de vista nutritivo y gastrónomico. Podrían significar el fin de la estructural carencia de sabor de muchos de los productos con los que nos conformamos en los supermercados y en algunos mercados. Por no hablar del gusto de recolectar tu propia comida. Quien cultiva aunque sean unas fresas o unos tomates en su modesto balcón sabe de lo que hablo.
Hacer todo esto en un lugar tradicionalmente cómodo como un supermercado no tiene precio. Ojalá la idea tenga todo el éxito que merece.
Imágenes: INFARM/Merav Maroody