Cómo cocinar como los ángeles
La semana pasada se celebró en Madrid la XIV edición del congreso internacional de gastronomía Madrid Fusión. Allí estuvimos para contarlo. Hubo, como siempre, ponencias más y menos interesantes, tertulias, subastas y cocineros de todas las generaciones presentando sus platos.
Lo de siempre. Sí, pero con una excepción: el lunes 25, durante la primera jornada de la cumbre, se subieron al escenario dos monjas de clausura y lo hicieron rodeadas de los maestros pasteleros del momento y de la alcaldesa de Madrid Manuela Carmena. La cosa no pasó desapercibida entre el público y la prensa y no era para menos.
Sor Myryam de Nazaret y Sor Amanda son monjas clarisas del Monasterio de Nuestra Señora de Bretonera, en Belorado, Burgos. La primera es responsable del obrador del convento, un obrador al parecer supertecnológico que cada año trabaja kilos y kilos de chocolate Valrhona y exporta sus dulces hasta países como Japón e Italia.
Que ¿por qué hablo de esto con una semana de retraso?. Porque hoy quiero hablar de un recetario muy bonito, de aspecto vintage, sin fotografías, sólo ilustraciones, que recoge 57 recetas que se elaboran cada año en el obrador de ese convento.
Bizcocho andaluz, bolitas de almendras, rosquillas de las monjas, trufas heladas, pastel de arroz. 'Las recetas de los postres y dulces del convento' de Sor Myryam de Nazaret está publicado por Now Books y recopila decenas de recetas que tienen siglos de historia (el convento fue construido en 1358) y mezclan ingredientes, sabores e inspiración procedentes de toda la geografía de España.
En su recomendable ensayo ‘De la página al plato. El libro de cocina en España’ la escritora, crítica y poeta María Paz Moreno dedica un capítulo entero a los recetarios escritos por religiosos que han tenido el mérito de guardar y transmitir recetas, productos, técnicas e historias que de no ser así quizá no hubiesen resistido al paso del tiempo.
Pero, por lo menos para mí, el valor añadido de las recetas que salen del obrador de un convento está en lo que son capaces de evocar, en esa aura dulce, llamémosla así, que llega como un regalo junto con el sabor.
Lo que tienen en común las 57 recetas de este recetario es que todas necesitan tiempo, mucha dedicación y cariño. Son, en práctica, una excusa para parar y disfrutar de la cocina como lo haríamos si viviésemos en un convento, sin ir deprisa y sin objetivos inmediatos.
Es cierto que algunas de ellas no requieren mucho tiempo y se adaptan a los ritmos frenéticos de nuestro día a día, pero también traen a ese desgraciado día a día un poco de calma y de dulzura. Y si no, poneos a prueba con alguna de ellas. Merece la pena parar de vez en cuando y más para comerse un dulce celestial.