Yolanda Díaz ha calificado, para decirle a los líderes de UP que no se deben ausentar, de ‘histórico’ este domingo 2 de abril en el que la vicepresidenta segunda del Gobierno de Sánchez -ahora ‘tripartito- se va a auto proclamar líder de la coalición electoral Sumar (nuevo partido de la izquierda radical con vocación ‘transversal’ para competir con el PSOE) y como candidata a la presidencia del Gobierno de España en las elecciones generales de final de año.
Iván Redondo dijo de Yolanda Díaz que sería la primera mujer en llegar a la presidencia del Gobierno de España y ella así lo ha creído y se lo ha tomado como si se tratara de una divina misión a la que está predestinada. Aunque como dijo el profesor Tamames en su reciente moción de censura ‘dejemos la Historia a los historiadores’.
Sobre todo cuando desconocemos, y ella también, el alcance y contenido de su proyecto político para España. Aunque como ministra de Trabajo hizo bien la reforma laboral, exhibe buenos modales, pero tiene por delante un reto de enormes dimensiones y ‘la enemiga’ de Iglesias que está empeñado en convertir su conflicto con Díaz en algo destructivo como ocurre durante la película de ‘La guerra de los Rose’.
Pero parece que Díaz será muy bien acogida para liderar una nueva etapa y un tiempo político en la izquierda española que nació del movimiento de los indignados de la Puerta del Sol del 15-M de 2011.
Y que, en las elecciones municipales y autonómicas del 28-M cumplirá 12 años y 13 días en los que con Pablo Iglesias, al frente de Podemos, dio un importante salto hacia delante hasta tocar, por primera vez en la España de la Transición, ‘el cielo’ del poder.
Lo que ocurrió tras las elecciones del 10-N de 2019, un momento en el que Pedro Sánchez, negando sus promesas electorales, pactó un gobierno de coalición con Iglesias de vicepresidente y cuatro ministerios para UP, entre los que figuraba Yolanda Díaz (PCE) como ministra de Trabajo y luego como vicepresidenta segunda tras la dimisión de Iglesias en 2021.
Sánchez pactó con UP e Iglesias (y los partidos de la alianza Frankenstein) un gobierno progresista de coalición. Lo que tras las elecciones de 1993 no se atrevió a hacer Felipe González con Julio Anguita prefiriendo entonces su alianza con Jordi Pujol y abriendo la puerta de la influencia del nacionalismo catalán en el Gobierno de España.
Algo que en 1996 reeditó Aznar en el pacto del Mayestic y finalmente amplió Zapatero con una reforma ‘inconstitucional’ del Estatuto catalán que acabó en el golpe de Estado de 2017. Y a cuyos autores, y desautorizando así la sentencia del Tribunal Supremo, Sanchez primero los indultó y luego les dio alas con la reforma del Código Penal, suprimiendo el delito de la sedición y rebajando las penas de la malversación.
Pero Iglesias, que en su ambiciosa y autoritaria cabalgada depuró a varios fundadores del partido morado, como su amigo Errejón, Bescansa, Alegre, Maestre, González, etc, fracasó como vicepresidente del Gobierno y luego como candidato en Madrid y tuvo que dimitir. Pero sin soltar las riendas de UP con las que ahora busca el enfrentamiento con Díaz y se estrellará.
Confirmando, error tras error, lo que dijo de él un viejo profesor suyo de la Complutense: ‘Iglesias no es un político sino más bien un profeta o puede que un predicador’. Y ahora un predicador airado que está arrepentido de haber nombrado a Yolanda Díaz como su sucesora y cabecera de la lista electoral de UP.
La que ella ha transformado en Sumar con ayuda del Presidente Sánchez que ve a Iglesias acabado y camino del panteón de los llamados nuevos partidos donde le esperan Díez y Rivera.
Yolanda Díaz tiene un enorme desafío por delante, experiencia y hechuras para hacerlo bien. Y Sánchez sabe que su liderazgo en la izquierda radical puede ser decisivo para reeditar en diciembre el Gobierno de coalición. Y allá Iglesias y sus compañeras de Podemos si pierden este tren porque si no colaboran los votantes los apartarán para siempre, por faltar a la unidad y por sus muchos errores que son harto conocidos y de dominio popular.