Xavi, entrenador del Barcelona, debe creer que en equipo que dirige está él en el centro del campo, Iniesta por la media punta y la compañía Puyol, Piqué, Busquets y demás futbolistas que llevaron al equipo a ganar varios títulos. Y lo que es más importante, a dejar en los campos un juego que gustaba y que creó un estilo que luego fue imitado. Han cambiado los tiempos y en la plantilla no están los jugadores que pudieran practicar aquél fútbol que ahora no se lleva. La prueba evidente es lo que le cuesta ganar. El fútbol de hoy requiere más jugadores en el centro del campo porque el 4-3-3, sólo vale cuando la diferencia de calidad es manifiesta y el contrario no opone marcajes tan obsesivos y presión constante como hace el Getafe, pongamos por caso.
Hay que jugar con más verticalidad en los ataques. Pasarse el balón cien veces sin cruzar el centro del terreno es permitir que el adversario se defienda mejor porque está a la espera y ve venir de cara la jugada del contrario. Ganar con tanto sufrimiento no da ejemplaridad. De esa manera disputan los partidos los equipos que no se gastan tanta prepotencia y fichajes millonarios.
El entrenador barcelonista echa manos de valentía al alinear a gente joven y colocar a Lamine Yamal, de dieciséis años, en el conjunto titular. Es acto en el que se corre riesgos, aunque lo que se persiga sea constatar la valía de éste muchacho. Da la impresión de que se pretende sacarse de la chistera otro Messi como mago que hacer volar una paloma.
El Barça posee uno de los mejores delanteros centro de la Liga, pero mientras el equipo no aproveche sus condiciones con otro tipo de juego, Lewandowski acabará por parecer fichaje en constante cuesta abajo. La contratación de Cancelo es medida necesaria por la falta de un lateral derecho, pero la de Joao Félix es más que incógnita.
Posdata. Sergio Ramos se pasó de ego cuando negoció la continuidad en el Madrid. No midió bien al interlocutor, Florentino Pérez, que es experto en negocios. El regreso a Sevilla no es vuelta triunfal. Ha tenido que agachar las orejas.