Iniciábamos la semana anterior una nueva serie sobre la maldita pandemia y sus consecuencias. Y en la entrega de hoy, nos referimos a algunas experiencias anteriores –sobre todo la de la mal llamada gripe española de 1918—, muy brevemente. También buscaremos el origen del mal, que ya anunciábamos antes podría estar en China. En ese sentido, nos ocupamos de la misión de la OMS a Wuhan, donde se originó el comienzo de la pandemia. Con un resultado inicialmente incierto, para después seguir recelando de la República Popular, cuando ésta se negó a recibir, por segunda vez, a los investigadores de la OMS.
Experiencias del pasado y necesidades del futuro
En referencia a los términos económicos de la pandemia, en los primeros tiempos de la extensión del mal, se volvió la vista a una serie de casos comparables. Entre ellos, la Gran Depresión de 1929/1939, o el primer choque petrolero del 1973/74. Pero la pandemia es algo distinto, porque rompió súbitamente la confianza en la persistencia del progreso indefinido, y presagió tiempos difíciles, con graves desajustes, que afectarían al tejido empresarial y a toda la estructura económica.
Ciertamente, ya en 2003 hubo una perturbación mundial de origen sanitario, el llamado efecto SARS, o fiebre aviar china. Una primera experiencia, pero la segunda, mucho más amplia, y ya en su tercera oleada, con dos millones de muertos en todo el mundo. Sin que por entero se hayan prohibido los mercados asiáticos donde se vende cualquier clase de animales salvajes portadores de no se sabe qué virus contagiosos a los seres humanos (zoonosis).
En ese sentido, China tendría que ser el primer país en erradicar de sus mercados especies tan peligrosas, por mucho que vaya contra sus tradiciones gastronómicas.
El origen de la pandemia
La historia de cómo empezó todo es bien conocida, y se ha resumido muy bien como sigue:
En diciembre de 2019, algunos médicos fueron represaliados por alertar de la enfermedad. Era antipatriótico. El heroico oftalmólogo Li Wenliang, que luego murió por el virus, llegó a ser detenido por sus «comentarios falsos». El 3 de enero de 2020 todavía las autoridades de Wuhan, el epicentro, desmintieron que hubiese transmisión entre humanos. Curiosamente, cuatro días más tarde el Gobierno chino ya se reunió con el presidente Xi Jinping al frente por el Covid-19. El 14 de enero, la OMS, plegada a China, publica en Twitter que «las investigaciones conducidas por las autoridades chinas no han encontrado evidencias claras de que haya transmisión de humano a humano».
Pero ocho días después, se cierra ya Wuhan con el más drástico de los confinamientos. El primer caso detectado fuera de China, el 13 de enero, era un viajero que había estado en Wuhan. El primer caso en Estados Unidos, el 15 de enero, había visitado Wuhan. El PCCh permitió que sus nacionales siguiesen viajando por todo el mundo cuando ya eran harto conscientes del virus.
Aunque seguro que no quiere decir nada, en Wuhan está la sede de uno de los mayores laboratorios virológicos del planeta, que casualmente experimenta con coronavirus. Según «The Sunday Times», hace ocho años China halló en una mina un virus muy similar al actual y lo almacenó en Wuhan sin informar. China ha puesto trabas a una investigación independiente sobre el origen del virus y ha represaliado a Australia por reclamarla.
El Gobierno chino pretende ahora que el virus no se originó en Wuhan, sino que llegó allí en partidas de comida de otros países. Por último, el milagro: China tiene 1.400 millones de habitantes y allí empezó la crisis, pero según sus datos solo han muerto 4.742 personas. España, con solo 47 millones de habitantes, ¡multiplica esa cifra por nueve!.
El Gobierno chino siempre rechazó que se identificara Wuhan como el origen de la pandemia, insistiendo en la hipótesis de que el virus ya estaba fuera de la República Popular —en Europa o la India— antes de llegar al antiguo Celeste Imperio. Al respecto, una misión internacional de la OMS trató de investigar el origen del virus, visitando a esos efectos lugares como el propio mercado de Huanan, pero Pekín no dio la necesaria autorización.
Luego, el 18 de mayo de 2020, el presidente Xi Jinping defendió, en la apertura de la Asamblea de la Salud Mundial (por videoconferencia a las NN.UU.) la gestión de su país frente a la pandemia, y presumió de haber logrado «revertir la situación a base de arduos esfuerzos y enormes sacrificios».
Acosado por las críticas, el líder chino aseguró que su país había mantenido desde el principio una actitud abierta, transparente y responsable y había compartido sin reservas la información científica y médica que había recabado sobre el virus con la comunidad internacional. Para rematar su alegato, anunció que permitiría una investigación sobre el virus en su territorio si la conducía la OMS y se llevaba a cabo de forma imparcial y con criterios científicos.
La Misión de la OMS a Wuhan
Al final, la Misión de la OMS en China corrió a cargo de diez expertos chinos y otros diez (epidemiólogos, virólogos, zoólogos) de EE.UU., Japón, Rusia, Reino Unido, Países Bajos, Dinamarca, Australia, Vietnam, Alemania y Qatar, de la OMS, la FAO y la Organización Mundial de Sanidad Animal. Al tiempo de la incertidumbre sobre esa investigación, las autoridades sanitarias chinas se mostraron preocupadas por el aumento de casos, en vísperas de que comiencen los festejos del Año Nuevo lunar; en febrero, en uno de cuyos fines de semana se produce un movimiento de cientos de millones de personas en toda China. Al final, la OMS reconoció que no era posible certificar nada sobre el origen Wuhan.
Sin embargo, sucedió, como no era menos de esperar, que las incertidumbres de la OMS se tradujeron en críticas muy generalizadas, de que sus investigadores no habían llegado al fondo del problema. Y de que era necesario volver a Wuhan, para dar con la clave del tema. Así lo asumió la OMS, que volvió a solicitar a las autoridades chinas un retorno al lugar de sus anteriores investigaciones. Pero en Pekín debían acordarse de aquello de “Santo Tomás, ni uno más”, y contestaron a la Organización Mundial de la Salud que no aceptarían más visitas.
Por ello, algo que habremos de incluir en las necesidades de futuro, a propósito de la peste china, es la de un encuentro mundial sobre la pandemia, al más alto nivel de las Naciones Unidas, tan pronto como sea posible. Para estudiar cabalmente qué ha sucedido y prever lo que el mundo será después de esta crisis sanitaria, que aún no sabemos cuánto va a durar. Con el objetivo de que en la globalización de plagas y pestes vaya teniendo un control mundial efectivo, como en buena medida ya sucede con la FAO para epidemias animales o epizootias, y con toda clase de problemas fitosanitarios.
En definitiva, ya no podemos seguir con más dubitaciones: vivimos en un solo mundo, como ya en 1970 dijeron Barbara Ward y René Dubois, en su libro así titulado; que se preparó para la Conferencia de Estocolmo, de Desarrollo y Medio Humano de 1972.
Continuaremos la semana próxima, y como siempre, los lectores de Republica.com pueden conectar con el autor a través del correo electrónico castecien@bitmailer.net.