Pues resulta que la idea de disponer unas andanadas gratuitas para jóvenes, puesta en práctica por Plaza 1, la empresa que gestiona la plaza de Las Ventas, ha tenido una respuesta masiva. Tan masiva que no era fácil imaginar la abrumadora concurrencia ante la bermeja fachada del coso monumental de la villa y corte; pero, ya ven, la cola para optar a tan gratificante rebatiña ha sido, también, monumental. Otro tanto, ha ocurrido con la oferta de más andanadas dispuestas para que entren de balde los jubilados, disponible en una ventanilla abierta al efecto. Se lo simplifico: los chavales, mayores de 14 años y menores de 25, irán a las andanadas de sol (filas de la 1 a la 7 de los tendidos 5 y 6) y los jubilados a las de sombra y sol y sombra (probablemente, los tendidos 2 y 3). Los abonos ”por la cara” han volado, naturalmente. ¡No han de volar!...
Esta iniciativa novedosa me parece una fórmula magistral, un producto hecho en la rebotica de una empresa con sensibilidad para dos grupos de clientes bien definidos: los muy veteranos, los que están de vuelta en las cosas de toros y toreros, y los muy jóvenes, que se hallan aún en agraz, que sienten interés o curiosidad por lo que ocurre en el ruedo de una plaza de toros. Con eso es suficiente para alabar la iniciativa de Plaza 1. Por eso, también, este último grupo es el más interesante de analizar –con todo el respeto a la veteranía-- porque revela una visión de futuro para captar a nuevas generaciones de aficionados. O si lo prefieren “altura de miras”, si nos atenemos a la ubicación que se les reserva en la Plaza a ambos colectivos. Gente mayor y gente joven, la andadura de la experiencia y el camino a recorrer para lograrla, se han dado cita de forma sorprendente en derredor del ladrillo colocado a cara vista de unos de los edificios más emblemáticos de Madrid: la plaza de toros. Buena noticia para la tauromaquia.
Me ha recordado esta escena a mi etapa de estudiante universitario, cuando pedía la vez para hacer la cola ante el ventanal --¡mira que es ancha la taquilla!—por donde aspiraba a obtener mi entrada al festejo, “la más barata”, que las pesetas raleaban, míseras y juguetonas, entre las costuras del bolsillo. ¡Cuántas veces he ido a la fila 7, última de la andanada del 4, el tendido del solazo permanente! Allí me acomodaba, con el forjado del tejadillo sobre mi cabeza, generalmente para presenciar las novilladas dominicales por cuatro perras, que era el caudal de mi estipendio en aquellos años felices, sin pelo de barba ni “pela” que rascar. ¡Cuántas veces hube de quedarme ante la fachada ampulosa y magnífica, mirando al infinito con la infinita pena de no poder entrar, en tarde de No Hay Billetes!
Si me llegan a decir entonces que la empresa de la Plaza de Madrid abría un abono gratuito para jóvenes me hubiera vuelto loco de alegría. Y, ya ven, ahora los muy veteranos y muy noveles pueden ir gratis, hasta agotar el cupo de 2.800 abonos, que es la cifra reservada a tan benemérito fin. Feliz acontecimiento para aquellos que tienen la oportunidad de incrementar el acervo taurino acumulado y por quienes tienen nuevas perspectivas u otras impresiones por activar.
Claro que en aquellos años el mocerío era taurino a más no poder. El antitaurinismo era algo excepcional, cuasi esotérico. Los jóvenes no iban a los toros porque flotaban en un mundo de “tiesura” permanente y las entradas eran caras. Siempre lo han sido, aunque no tanto en Las Ventas, porque su aforo permite abaratar el boletaje en el graderío más cálido y más alto. Por eso nosotros, los de entonces, tirábamos para la solanera sin plantearnos otras opciones. Y tan contentos.
He visto –leído—que algunos aficionados, abonados o no, protestan por no sé qué de atención a los clientes que también pagan religiosamente. Debe ser por lo de la espera, siempre molesta, incómoda, a la intemperie. Están en su derecho; pero creo que la prioridad para los abonos gratuitos era necesaria. Así se ha visto que el éxito de la iniciativa ha sido rotundo, espectacular. Ya llegará el día en que, rebasada la edad que invita a ser invitado, los nuevos aficionados queden enganchados, atrapados, seducidos por la estampa del toro de lidia, por la lidia en sí y por la grandeza del arte del toreo. Y esos se quedarán para los restos. De ahí la importancia de esta arriesgada estrategia que apuesta por el futuro de la Fiesta en la capital del reino de España.
Ya tenía ganas de comprobar de forma fehaciente que la juventud española también se siente atraída por la tauromaquia, aunque esa atracción esté, en principio, incentivada por la gratuidad de su asistencia. Es un gozo contemplar cómo una manifestación de gente en edad de merecer rodea la plaza de Las Ventas para obtener la bonificación que permite tomar contacto de forma presencial con los festejos taurinos en el escenario más importante del mundo.
Es una manifestación pacífica, gozosa, limpia. Los que rodearon el Congreso, entre gritos y disturbios, fueron otros.