Desde media mañana de este 20 de noviembre se me acumulan las alarmas llegadas nada más conocerse la noticia de que el nuevo ministro Cultura de nuestro país es un tal Ernest Urtasun, hasta ahora portavoz de ese cóctel de la extrema izquierda que se arrejunta en la coalición Sumar, a su vez, coaligada con el PSOE para formar una muleta, pero de las que ofician de apoyo para disimular la cojera de un gobierno inverosímil, a fin de que cuadren las cuentas de la aritmética parvularia que permita a un tal (otro) Sánchez reconquistar el poder.

Ernest Urtasun. EFE
Como solo conozco al tal Ernest Urtasun por algunas intervenciones en televisión en el plano estrictamente político, defendiendo legítimamente sus convicciones e intereses, tampoco debo adelantar acontecimientos y lanzar al perro perdiguero a cobrar la pieza sin tener noción cierta de su aleteo previo. Mi amigo Eduardo Coca, cazador de elite y maestro en el arte de la manejar la pluma y el plumaje (escribir y cazar), debería ser quien incidiera es estas cuestiones con su proverbiales autoridad y perspicacia; pero, como digo, el clamor entre las gentes del toro está siendo ensordecedor.
Por tanto, más por curiosidad que por necesidad imperiosa, he buceado en su currículo y, aún más, en sus declaraciones recogidas en redes sociales. Del CV extraigo que cumplirá 42 años en el próximo enero, es Licenciado en Ciencias Económicas, Diplomático profesional (¿?), Diputado del Parlamento Europeo por Izquierda Plural, integrado en el Grupo de Los Verdes/Alianza Libre Europea y, por supuesto, su carrera política se basa en haber desarrollado “funciones en un partido o sindicato nacional”… Todo esto no es de mi cosecha, está sacado a calderadas de ese pozo sin fondo que es Internet.
Una vez bocetado el retrato-robot del personaje, me zambullo en algunas de sus declaraciones, entre las cuales entresaco esta perla: “La Tauromaquia es un actividad injusta, sádica y despreciable, que no merece ser legal en el ordenamiento jurídico”. ¡Toma ya!
Si esto es rigurosamente cierto –y no tengo por qué dudar de la veracidad de la cita--, me veo obligado a recordar al nuevo, joven y flamante ministro que, por muy catalán que sea y por muy nefanda e ilegítima que fuera la ya lejana “prohibición” de los toros en Cataluña, ésta fue posteriormente revocada por el Tribunal Constitucional. La Tauromaquia no está “prohibida” en Cataluña: fue apartada de forma grosera e impune por mor de una superioridad moral y de ese alardeo de inmunidad persistente de que disfruta esa Comunidad, a nivel político o deportivo. Ejemplos, sobran.
Y, también, le insto a que lea detenidamente el contenido de la Ley 18/2013 de 12 de noviembre, cuyo Preámbulo dice: “La Tauromaquia forma parte del patrimonio histórico y cultural de todos los españoles”… “Las fiestas o espectáculos taurinos, incluyen no solo a las corridas de toros sino a un numeroso conjunto de tradiciones y festejos populares vinculados al mundo del toro, que a su vez comprenden lo que hoy entendemos por ‘Tauromaquia’. Todo esto es signo de identidad colectiva, y ello justifica que su preservación corresponda y competa a todos los poderes públicos”. … “El carácter cultural de la Tauromaquia es indiscutible y merece ser conservado como un tesoro de nuestro país”…
Así, pues, señor Urtasun, absténgase de difamar, insultar, menospreciar o amenazar a la Tauromaquia. Insisto en que no debo juzgar antes de conocer en profundidad los datos, citas y comportamientos que se le imputan; pero no le quepa la menor duda de que estaremos ojo avizor a su actividad al frente del ministerio de Cultura en lo que al tema taurino se refiere. La Fiesta de los Toros no es de izquierdas ni de derechas, aunque el toreo se realice con esas dos manos.
Lea, instrúyase en materia taurina, trate de comprender, de entender lo que es la Tauromaquia, porque la cerrilidad a su entendimiento se suele incubar en el útero de la ignorancia. Y cumpla la Ley, que es lo mínimo que se le puede pedir a un político de semejante rango.
Nos ha tocado un tal Ernest Urtasun, adscrito al ala de más allá de la izquierda tradicional, que se ha declarado antitaurino radical. De momento, la cosa pinta regular. No tiene buen cartel; pero, quién sabe, lo mismo cualquier día tira la muleta de pie derecho rígido con empuñadura para aferrar la mano y pedazo de goma en el regatón, toma la muleta de franela prendida por el estaquillador y sale por la Puerta Grande. Quietos hasta ver…