La cumbre de amistad hispano francesa celebrada en Barcelona acredita, como Pedro Sánchez pretendía, que lo del “procéss” no va bien, puede que siga vivo pero muy deteriorado y malogrado. Va a tener razón Aznar cuando dijo años atrás que antes se romperá Cataluña que España. La cumbre con Macron tenía fuste, se trataba de reforzar la cooperación entre ambas naciones que tienen a la espalda mucha historia de paz y de guerra, de amistad y hostilidad. Si algo faltó en la cita fue la presencia del jefe del estado, de Felipe VI que tiene mucho que representar y añadir en cualquier relación especial de España y Francia.
Pero a falta del Rey bueno es señalar que los dos gobiernos se muestran dispuestos a la cooperación y el entendimiento en términos similares o mejores a la relación de Francia con Alemania (imprescindible) e Italia (conveniente), las cuatro democracias grandes de la Unión Europea.
La cumbre cursó con la anomalía catalana, con la pretensión de presidente de la Comunidad Autónoma de presentar a Sánchez y Macron su ensoñación, su sentimiento de la Cataluña nación, una realidad que solo reconocen los independentistas. El presidente Aragonés hizo una aparición leve, protocolaria y casi vergonzante, limitada a saludar para irse antes de los himnos con argumentos irredentos.
Para complicar el día al presidente catalán y al minoritario partido que le sostiene sus cómplices/adversarios indepes (los de Puigdemont) convocaron una manifestación de protesta que evidenció: por un lado baja participación (unos pocos miles que cabían en una plaza media) y por otro la tensión interna incluido el abucheo al padre prior de ERC, Oriol Junqueras, que puede alegar que ha sufrido cárcel por sus ideas y sus actos, y sufre ahora la acusación de traidor que nunca pudo imaginar.
Un mal día para ERC que encabeza un gobierno agónico (solo 33 votos de los 135 del Parlamento catalán) y que tendrá que decidir cuándo disolver la cámara para volver a medir la relación de fuerzas en Cataluña. Una decisión nada fácil cuando por medio está para este año la doble cita municipal y nacional que cumplirán una función semejante para medir y pesar a los partidos que operan en Cataluña. La que debía ser una gran cita de política exterior España-Francia queda deslucida por la pretensión de dar vida al agónico “procés”.