El objetivo de los políticos es alcanzar el poder, en el grado que sea posible, pero poder. Y las leyes de la democracia vienen condicionadas por la aritmética, es decir alcanzar la suma de votos que otorgue un mayor o menor acceso al poder. Dos principios que vamos a ver en acción a lo largo de las próximas semanas en los ayuntamientos y gobiernos automáticos en proceso de relevo. Y que entrarán en escena avanzado el verano una vez contabilizados todos los votos del 23 de julio para componer el Parlamento y el ejecutivo.
Viene a cuento en este punto recordar que Pedro Sánchez declaró antes de las elecciones de noviembre del 2019 que no entraba en sus planes gobernar con Podemos ni pactar con Bildu. Entró en sus planes por la fuerza de la aritmética y por la pulsión por el poder. Si para llegar al gobierno hay que rectificar, se rectifica. Otro tanto para los del PP con respecto a Vox; la aritmética les obligó al pacto en Castilla y León, con entrada en el gobierno regional de los de Abascal. Y se hizo.
Ahora, tras la ronda electoral de mayo y julio las declaraciones sobre alianzas imposibles han perdido audiencia, aunque sigue la crítica al adversario por pactos con los extremos. Los del PP critican a Sánchez por ejercer de socio de Bildu. Y los socialistas califican a los populares como hermanos siameses de los de VOX (todos son extrema derecha o derecha extrema). Todo eso nada más comenzar la ronda de pactos necesarios locales y autonómicos y del arranque de la campaña electoral estatal.
Hay que hacer poco caso de las declaraciones, se las lleva el viento. Lo que cuenta es la aritmética, cómo sumar lo suficiente para alcanzar más cuota de poder. Todos van a pactar con todos, con quien haga falta para conseguir más cuota de poder o restarla al adversario.
En el País Vasco, donde la experiencia pactista está muy avanzada y entrenada, la alianza histórica de PNV/socialistas estaba engrasada y se acentúa ahora con los resultados del 28 de mayo. Más aun el PP ayuda cuando es menester para alejar a los de Bildu de las instituciones. Manda la aritmética.
En Navarra el ejercicio de sumar es algo más complejo y necesitarán más tiempo para encajar los números. Otro tanto en Cataluña donde la recomposición de los “indepes” está en proceso de cambio, así como las preferencias de los electores que desertan de las aventuras en favor de lo concreto, de lo conocido.
Feijóo acredita pragmatismo cuando traslada a los jefes regionales y locales la responsabilidad de articular los pactos que más les convengan, los que dicte la aritmética.