No son competidoras, pertenecen a distinto estereotipo y sus objetivos no compiten, pero la verdad es que no se soportan y que no lo ocultan; les sale natural. Lo reconocen los periodistas que las frecuentan y que gozan de algunas confidencias no publicables, lo cual no quiere decir que no sean compartidas. Son varios los asuntos que las han colocado en distinto lado, incluso en el consejo de ministros.
Al presidente no le preocupa, puede que incluso le divierta, ya que esa competencia no debilita su liderazgo; todo lo contrario, le permite repartir elogios a una y otra según convenga. Y el resto de los miembros del gabinete tratan de no entrometerse en esa competencia. No es algo novedoso ni debilitante; ocurre en casi todos los gobiernos. Entre Guerra y Boyer hubo desacuerdos notorios; y los de Soraya y Cospedal merecen un caso de estudio para una escuelas de negocios sobre destrucciones simultaneas.
Lo de las dos vicepresidentas actuales no debilita a Sánchez, aunque produce ruido. Los periodistas están siendo amables sobre el caso porque no tiene mucho recorrido. No compiten para alcanzar la Moncloa ya que está lejos de lo posible, incluso en circunstancias excepcionales. Ni Nadia tiene madera de líder de partido, ni Yolanda tiene oportunidad de escalar en el partido socialista, ni en sus peores circunstancias.
Ahora confrontan por Telefónica; no tanto por controlar la compañía como por gestionar la entrada de una accionista como la compañía estatal saudí. Que Telefónica estaba en riesgo de OPA o semejante es público y notorio. Sólo faltaba un interesado valiente y rico que se atreviera a superar las resistencias legales, la bendición del gobierno español que goza de facultades para impedir la entrada de gentes no deseadas.
Por lo que vamos escuchando la vicepresidenta primera (Nadia) se muestra cautelosa ante la llegada de los saudíes; la decisión corresponde al presidente y a sus prioridades. La vicepresidenta segunda (Yolanda) que tiene la autonomía del socio de gobierno ha decidido ir más allá que Nadia, lo cual es frecuente; incluso pudiera ser que su motivación básica sea oponerse para obtener alguna compensación ahora que hay que negociar el reparto de ministerios.
Oponerse a los inversores saudíes no es sencillo, tendría algunos costes que hay que estimar y ponderar, lo cual es complejo por la personalidad y carácter del otro. Telefónica ha invertido en varios países (Brasil, Alemania, Gran Bretaña…) donde goza de posición relevante y donde ha tenido que superar obstáculos nacionales con ayuda del gobierno español (anteriores) El argumento nacional es débil; otra cuestión es el estratégico, pero que es complicado. La iniciativa saudí, haya sido o no consultada previamente, es legal y poco reversible a corto plazo. Otra cuestión son las condiciones y las compensaciones. Eso es lo que hay que explorar y explicar.