La guerra de Ucrania ha originado en los medios de información de Estados Unidos un puñado de comentarios sobre el modo de financiar la defensa de los países aliados, es decir la defensa de los países de la OTAN y de los otros con los que tiene compromisos relativos a la seguridad. Washington está ligado en ese terreno a una cincuentena de naciones lo que habría espantado a los padres fundadores de aquel país que desconfiaban profundamente de la utilidad de las alianzas.
Las conclusiones no son alentadoras para nosotros europeos. Washington costea el 62% de los gastos de seguridad de las alianzas mencionadas y el conjunto sus socios sólo 38%. Esto puede resultar hiriente y, como mínimo, llamativo si consideramos que la contribución americana citada no coincide en absoluto con que le correspondería a su PNB dentro de sus alianzas( el 36%). Si incluimos también no sólo lo aportado por las naciones otánicas sino por Japón, Corea, Australia, Filipinas, Taiwan, etc…
Esta disparidad ha sido notada por todos los dirigentes americanos desde que empezó la guerra fría aunque nos guste pensar que es una ocurrencia del lenguaraz Trump. Una persona ecuánime y pacifista como el presidente Eisenhower razonaba en los años cincuenta que los europeos tomaban a los Estados Unidos por el pito del sereno, por “el tío Sucker”, es decir el pariente mamón, gilipollas. Kennedy también apuntó que los aliados de EEUU estaban encantados chupando del bote y recientemente Obama comentó que le irritaban “los aliados gorrones”. Biden, que ha rectificado el despego de Trump, ha sido asimismo explícito: “Si atacan a Japón, podemos acaban en la tercera guerra mundial, si nos atacan a nosotros Japón puede inhibirse".
El tema es aireado con sobresaltos esporádicos en el Congreso donde grupos de sus miembros protestan acaloradamente por ese estado de cosas y repiten que la diplomacia de su país lleva años dormida en los laureles sin lograr enmendar una situación poco agradable por injusta. Ha habido propuestas en el sentido de que Estados Unidos obligue a pagar una cuota de seguridad a los países a los que defiende y no hacen los deberes económicamente.
La indolencia del Ejecutivo americano debe estar basada en el convencimiento de que con ese desequilibrio profundo presupuestario Estados Unidos logra que sus aliados no objeten a las decisiones que el líder occidental adopta. El peso económico militar debe despertar a menudo reticencias pero no excesivas objeciones. Con todo, las hubo en la guerra de Irak de Bush hijo, Francia y Alemania fueron los mayores objetores, más que Rusia o China, a la intervención americana.
Aunque algún analista yanqui ha escrito, Robert Gates, por ejemplo, que llegará un momento que la paciencia de los legisladores americanos se agotará, las aguas , Ucrania es un buen ejemplo, no están mayormente agitadas. Sin embargo, no seamos ingenuos, los responsables estadounidenses saben quien se gasta los cuartos y quien no . Deben sonreír cuando oyen comentarios sobre la actitud timorata del canciller alemán Scholz. Los ucranianos han alumbrado el verbo “scholzear” que equivale a pronunciarse rotundamente a favor de una medida y posteriormente dilatar o hacerse el loco a la hora de ejecutarla.
La relativa entidad y la distancia de nuestro país habrá evitado probablemente que los ucranianos hayan inventado asimismo el verbo “sanchinflear”.