Saturno, asalto al poder en Telefónica

Saturno, asalto al poder en Telefónica

EUROPA PRESSUn semáforo en rojo frente a la fachada de la sede de Telefónica, en Madrid.

Por una vez, expertos economistas y analistas financieros estuvieron de acuerdo en algo. La adquisición por parte de STC Group, el principal operador saudí, de una participación del 9,9% en Telefónica les había pillado a todos con el pie más que cambiado. La sorpresa que llegó el martes incluso logró el milagro de ser acogida por ese prudente silencio que tantas veces echamos en falta cuando toca hablar de algo sin tener ni idea aún de lo que ha pasado. No duró mucho - me refiero al silencio, claro -, porque la conmoción se mantuvo durante más tiempo sobrevolando redacciones, despachos, ministerios y, por descontado, privados de conocidos restaurantes. En el sector de las telecomunicaciones, de las grandes entidades financieras, de la empresa y de la política en general no se hablaba (por un rato) de otra cosa. 

También en Bruselas. Al principio, incluso dándoselas de “ofendida” por no haber sido “advertida” - ¿desde dónde? ¿desde aquí? - de lo que se había estado tramando. Hasta que alguien con cabeza les debió recordar que este tipo de operaciones se llevan así, en el mayor de los secretos y con nombre en clave como Saturno, y que además, por si no se habían dado cuenta, en España andábamos a vueltas y puñetas con otros asuntillos que nos tenían ocupados. Investiduras, amnistías, chantajes, interpretaciones constitucionales, y hasta, según Feijoo, “encajes de bolillos”.  

Por otra parte, habíamos pasado con tanta celeridad, no ahora sino en los últimos años, de la ingeniera financiera a la puramente lingüística y jurídica, que volver a hablar de macrooperaciones empresariales e inversiones extranjeras de gran calado nos agarró no solo por sorpresa, sino por completo desentrenados. De modo que cuando la compañía propiedad del gobierno de Mohamed Bin Salmán notificó a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) la operación, lo primero que había que hacer era “mirárselo”. De hecho, aún estamos en la fase del “se puede o no se puede” en relación a una parte de la milmillonaria inversión. Ayer Nadia Calviño así lo reconocía, aunque su intención no fuera reconocerlo. Desde la descafeinada cumbre del G20 en India, la vicepresidenta en funciones se limitó a asegurar que “España es un país serio”. Nada que objetar, es cierto, pero concédanme que la expresión… valía un poco para todo. Para contestar a Yolanda Díaz, para poner las pilas a los que les ha tocado el marrón de estudiarlo o de mensaje a los nuevos inversores que, ellos sí, se lo tenían mirado y remirado. 

De acuerdo con la comunicación a la CNMV, la fórmula escogida por los saudíes es el uso de una sociedad luxemburguesa de la que depende STC (la operadora saudí) y, finalmente, el fondo soberano PIF (Public Investment Fund), que es su principal accionista. Un esquema en el que se combinan sociedades comanditarias simples (SCS) y de responsabilidad limitada (SARL), habitual en el capital institucional a la hora de planificar sus inversiones y que les ruego no me pidan que les explique más allá. Lo que está claro es que la última parte de la operación, que supone pasar la barrera del 4,9%, está sujeta, entre otras cosas, a la aprobación del Consejo de Ministros español. Precisamente, el Gobierno aprobaba hace dos meses el Real Decreto 571/2023, de 4 de julio, sobre inversiones exteriores que derogaba el Real Decreto 664/1999 desarrollado por la Ley 19/2003, es decir la normativa que nos sabíamos juristas y economistas relacionados con las transacciones económicas de los extranjeros en nuestro país. 

Este nuevo reglamento o “escudo antiopas” entró en vigor el pasado 1 de septiembre y modifica, entre otras cuestiones, el control de dichas inversiones, reduciendo el plazo general de resolución de solicitudes de autorización de 6 a 3 meses. También, estableciendo un nuevo sistema de exenciones en función del sector de actividad de la empresa en que se invierta: por ejemplo la excepción al control en defensa para inversiones que no alcancen el 5 % de sociedades y, con sujeción a ciertos requisitos, cuando se alcance entre el 5 % y el 10 %. 

Fue este, quizás, el momento en que Saturno tuvo que hilar más fino o - lo dejo a su libre interpretación -, se decidió que ya lo tenía atado. La operación no solo había sido secreta, sino larga… A principios de año,  Saudi Telecom encargó a Morgan Stanley que, de forma discreta, comenzara a comprar acciones de Telefónica en el mercado, sin alterar sustancialmente el precio ni llamar la atención de otros potenciales interesados. El objetivo era alcanzar el 9,9%, lo que se consiguió por 2.100 millones de euros, al precio de mercado, sin primas ni publicidad. Aún no se sabe en qué momento preciso se llevaron a cabo las operaciones, pero entre el 6 de febrero y el 6 de marzo las acciones de Telefónica subieron un 15% en Bolsa, en julio, durante diez días, el repunte fue del 10 % y, por último, entre el 7 de agosto y el 1 de septiembre, la acción subió un 9%. Imposible saber qué parte fue consecuencia de la intervención de Morgan y cuál correspondió a manos mucho más invisibles…

Hoy, ya más centrada en un asunto que en realidad parece cerrado, la vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Economía en funciones ha asegurado que ni el Ministerio de Defensa ni el de Comercio han recibido aún una notificación oficial de la compra por parte de la saudí SRC del 9,9% de Telefónica. Lo cierto es que los próximos meses serán clave para que el aterrizaje de Saturno sea pleno en Telefónica y el gobierno podría durante tres meses anular ese 5% de la discordia. Nadie lo espera, en ello vuelven a coincidir los analistas. El poder comercial e inversor de Arabia Saudí es un arma de gran calibre. El año 2018 no está tan lejos y enseguida nos ha venido a la memoria. Entonces, tras el uso de bombas de racimo y munición ilegal en la guerra de Yemen por parte de Arabia Saudí, Margarita Robles amenazó con dejar de vender armas al país árabe y la respuesta saudí fue romper el contrato con Navantia para la construcción de cinco buques de guerra. Ya saben quien se rindió. Hoy estamos en la misma situación: Navantia ha negociado, solo estaría pendiente de rubrica, un nuevo contrato para la construcción de otros cinco buques… Por no hablar del petróleo que nos llega de allí, el más competitivo del mercado en la actual situación internacional.