Confiaba el presidente del Gobierno en sus mejores sueños que el difícil trance en el que ha metido a la economía del país se resolvería mediante la benéfica ayuda del “entorno exterior”. También la dócil vicepresidenta es de la misma tesis, es decir, que el renacer de la economía nacional vendría de la mano de la recuperación de la economía mundial.
Nada más lejos de la realidad. Primero porque Francia, Alemania e incluso Gran Bretaña (clientes distinguidos de las exportaciones españolas de mercancías y del agradecido turismo que tiega nuestros hoteles de forma insistente) ya han entrado en tasas de crecimiento económico positivas y acabarán el año 2010 con un PIB creciente, sin que nada de ello haya logrado el milagroso efecto que añoraba Zapatero. Estas grandes economías, que forman el cinturón de la demanda exterior (absorben más del 50% de nuestros ingresos por exportaciones de mercancías y servicios), están saliendo a flote sin que España reciba el influjo suficiente para entrar a su vez en positivo. Nuestros males interiores son de tal calibre que ni siquiera contando con el apoyo de nuestros mejores clientes estamos en condiciones de cambiar a mejor el rumbo de las cosas.
Pero nuestro “entorno exterior” no es sólo el de las economías poderosas de la Unión Europea. También lo es la periferia mediterránea, ese micro clima económico capaz de contagiarnos sus peores virus económicos. Del exterior precisamente nos está llegando el negativo influjo de Grecia, cuyos despropósitos en materia de política económica están haciendo escuela y de la peor para asombro de los analistas de las agencias mundiales de calificación, que están utilizando el caso griego para recuperar la credibilidad perdida por estas instituciones privadas durante la quiebra de Lehman. Las agencias de calificación, en especial Standard & Poor’s, la más importante de ellas, se han cebado con la empobrecida economía helena, arrojándola prácticamente fuera de la zona euro, a cuyo seno pertenece por un exceso de tolerancia de los grandes países de la Eurozona.
En suma, del exterior, a la economía española no le está llegando precisamente la mano salvadora sino de alguna forma la perdición. Sin el caso griego, España sería en estos momentos una economía sencillamente mediocre, mal dirigida, peor gestionada y en absoluto motivada. Con el caso griego sobre la mesa, España se convierte en blanco preferido de los especuladores y de las críticas. El coste de la deuda española se ha disparado en pocos días. Este mismo martes, las Letras que ha emitido el Tesoro han tenido sus primeras dificultades de colocación y, en todo caso, han tenido que emitirse a tipos de interés que España no pagaba hacía tiempo.
Esperar a que desde el exterior nos llegue la resolución de nuestros problemas, indolente actitud de Rodríguez Zapatero a lo largo de los dos últimos años, supone no afrontar la responsabilidad de dirigir la economía española hacia el rumbo correcto, como han hecho los dirigentes políticos de Occidente. Zapatero aún está estudiando -¡a estas alturas! – planes de austeridad para recortar el gasto y para frenar la escalada del desempleo y el paro, que ha llegado ya, en el primer trimestre del año, al 20% de la población activa. Es el coste de la inactividad y de la negligencia gubernamentales. Sólo una economía fortalecida en el interior puede encontrarse en condiciones de aprovechar los ramalazos de prosperidad que lleguen del exterior, que en algunos casos están llegando, como sucede con las exportaciones y con la afluencia turística. El problema de nuestra economía es que en el interior la labor de Zapatero ha brillado por su ausencia. Se ha limitado a algunas medidas faciales y para la galería, sin impacto verdadero a la hora de resolver nuestros problemas esenciales: la productividad, la capacidad de competir con el exterior y la capacidad para crear empleo. Ya hemos llegado al 20% de tasa de pero. Es de temer que, una vez más, el pobre Zapatero desatine en su diagnóstico cuando dice que este es ya el techo del paro. ¿Está dispuesto a hacer algo para que así sea?