El número de viviendas vendidas durante el pasado mes de junio ha sido el segundo más bajo en los últimos años. La modesta de las cifras, algo menos de 41.000 viviendas, ha llamado la atención a los analistas. Hay varias estadísticas que reflejan el frenazo. Están las del Instituto Nacional de Estadística (INE), que se consideran altamente fiables. Están las del Consejo General del Notariado, que apuntan en la misma dirección, también con un severo frenazo en los intercambios de pisos.
Lo que está sucediendo en el mercado de la vivienda ahora mismo resulta algo difícil de desentrañar, ya que se entremezclan factores de tipo global y otros de carácter muy ceñido a las nuevas circunstancias. Entre estas últimas cabe destacar como factor más influyente la modificación de la normativa sobre concesión de créditos hipotecarios, como consecuencia de la cual los tomadores de créditos y las propias entidades financieras se han visto sometidos a nuevos requisitos, cuya aplicación requiere cierto tiempo y un grado de aclimatación y análisis que tienden a demorar los plazos en los que se ejecuten las operaciones. Por lo tanto, como eso ha sucedido en el mes de junio, habría que esperar al otoño para comprobar si el freno en las operaciones de venta es puramente pasajero o, por el contrario, hay motivaciones de más calado que estarían indicando un frenazo en las ventas de viviendas.
Desde luego, motivos para esto último parece que existen, entre ellos la subida de los precios. Pero en los meses anteriores se viene produciendo un aumento de los precios que ha alejado de forma muy considerable los precios actuales de los que estaban vigentes hace dos o tres años. Pero estos aumentos han sido absorbidos por el mercado sin mayor problema. El frenazo del mes de junio pasado no parece responder por lo tanto a esta situación de gradual despeje de los precios.
Hay otros motivos que sí pueden estar influyendo en el menor ímpetu de las ventas a partir del mes de junio pasado, además del ya mencionado cambio en la legislación, que en todo caso no debería influir en los precios y en la accesibilidad a la vivienda más que de forma marginal.
Los motivos que sí pueden están frenando la demanda tienen que ver con el visible empeoramiento de las expectativas económicas, que en alguna medida han empezado a reflejarse en la menor creación de empleo de los últimos meses y que contribuyen a frenar las expectativas económicas a medio plazo. En la economía española, el frenazo en la creación de empleo y la menor reducción de la tasa de paro han sido fenómenos muy visibles.
En todo caso, hay factores de fondo que sí permiten un crecimiento sostenido de la demanda de viviendas, si no al ritmo de los dos o tres años pasados, sí al menos a una velocidad más propia de una economía con crecimiento moderado y con una demanda que todavía tienen a un elevado volumen de población sin cubrir su deseada posesión de vivienda propia. El crecimiento del empleo, aunque menor que hace unos meses, debería aportar una consistencia aceptable a la evolución del mercado de la vivienda, razón que nos lleva a pensar en el carácter más bien puntual del frenazo de junio que de un parón de mayor alcance.