¿Por qué no reaccionan Zapatero y Salgado?

La crisis no da tregua a Grecia. Moodys rebajó ayer su valoración del papel griego y anuncia nuevos retrocesos. La expectativa de declarar a los bonos griegos “bonos basura” se va acercando. Y lo malo es que Grecia está empezando a ampliar el radio de acción de su negativa influencia, que al principio era un reducido grupo de países afines, entre los que se solía incluir a España. Pero ahora ya no caben dudas. Esta semana, los mercados miran de soslayo a los españoles porque no son pocos los que creen que el saco de los incompetentes está poco a poco llenándose con los que verdaderamente están en situación económica dramática.

El deterioro de los mercados (Bolsa y bonos) que estamos viendo estos días tiene al Gobierno de Zapatero encogido, sin capacidad de respuesta, cuando lo que debería hacer el Gobierno de un país sobre el que se siembran las dudas es mostrar la  capacidad de reacción y de arreglar las cosas. Zapatero, por el contrario, se empeña en seguir buscando alianzas imposibles para no cargar con el mochuelo de la impopularidad a solas y va alargando día tras día la toma de decisiones. ¿A qué espera? Todos sabemos que los  sindicatos no le van a poner en bandeja una reforma laboral que sea creíble para los organismos internacionales que se la reclaman desde hace tiempo. Las medidas de ajuste presupuestario no se ven por ninguna parte. La domesticación de las Comunidades Autónomas, igual.

El Gobierno de Zapatero no ha movido una sola ficha en la dirección correcta en los últimos meses: nadie cree que las medidas aprobadas, de índole principalmente superficial, van a corregir el gran problema que tiene la economía española, que no es otro que la reducción del déficit como primer paso para echar a andar a la economía y que el problema del empleo empiece a encarrilar su solución. Sin una economía saneada, el empleo no va a dejar de ser un grave problema. Y si la demora en el saneamiento de la economía se dilata en exceso, como está sucediendo, la pérdida de credibilidad de la política económica española nos va a ir arrastrando cada vez más velozmente hacia la zona en la que se alojan ya, por méritos propios, países como Grecia y pronto algún otro.

La desconfianza de los mercados hacia España se está empezando a deteriorar con cierta rapidez estos días. Este mismo jueves, el diferencial con Alemania ha pegado un salto importante, acercándose al punto de interés, es decir, un 4% contra un 3,02%, que son los intereses que han de pagar respectivamente España y Alemania por obtener dinero del mercado. Hace unos días, la situación española era bastante mejor, en torno al 3,85%.

Esta aceleración de los tipos de interés que le piden los inversores a España para comprar deuda soberana se dejó ver ayer, en la subasta de Obligaciones a 15 años, en la que el Tesoro no logró de forma satisfactoria sus objetivos de emisión, a pesar de lo cual hubo de subir el tipo marginal de la subasta hasta el 4,44%.  Los inversores piden rentabilidades ya más elevadas y, en caso contrario, optan por ir al mercado alemán a compra deuda de aquel país, aunque sólo le paguen un 3% de interés. La diferencia es que el riesgo de impago es mucho menor en Alemania. El español ha empezado a aumentar y el griego está ya por las nubes. Hasta un 9%  pedían ayer los inversores por comprar deuda griega en el mercado secundario.

La huida de los inversores hacia el mercado alemán en detrimento del español y de algunos otros nos va a plantear a medio plazo serios problemas, ya que no es sólo el Estado español el que necesita pedir dinero a costes razonables. También están las Comunidades Autónomas o los bancos privados y las empresas… Todos, o casi todos,  nos preguntamos a qué esperan Zapatero y Salgado para sacar la artillería pesada y hacer frente de verdad a la crisis económica, aunque a algunos de sus compañeros de viaje no les guste. Pero el tren de la recuperación nos está dejando en el andén de los torpes. España será este año el único país industrializado que seguirá con recesión en el cómputo general del año, por mucho que en algún trimestre empiece a alumbrar algún tenue rayo de luz. El día a día de los mercados es suficientemente explícito de que las cosas no se están haciendo bien.