Isidro Fainé (68 años de edad) será la cara más visible de las cajas de ahorros en los próximos años. Acaba de ser elegido presidente de la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA) en sustitución de Juan Ramón Quintás, no sin cierta apretura en los resultados previos a la fase final. El presidente de Ibercaja, Amado Franco, el preferido por Juan Ramón Quintás, había sido jaleado para ocupar la plaza, pero tanto el Gobierno como la oposición y algunas de las cajas de mayor peso (la de Madrid, con Rato ejerciendo ya como fuerza viva del sector) han visto la necesidad de contar con un dirigente de la máxima influencia para ocupar la plaza. Naturalmente, el Banco de España no ha sido ajeno al placet final.
Fainé, máximo responsable de La Caixa desde junio del año 2007, cuando sustituyó a Ricard Fornesa (sucesor a su vez de José Vilarasau y de Juan Antonio Samaranch), tiene una biografía bastante atípica en el sector financiero español, ya que ha trabajado durante 18 años en bancos catalanes (alguno también madrileño) y otros 28 años (los más recientes, desde 1982) en el mundo de las cajas, siempre en la misma organización, La Caixa. No es frecuente este tipo de compatibilidades en el sector financiero, ya que por lo general, y aunque han tendido a hacer cosas parecidas, suelen ser dos mundos, el de los bancos privados y el de las cajas, bastante estancos en lo que a personal directivo se refiere.
No hace falta ser un adivino para señalar que los años inmediatos van a ser muy decisivos, incluso traumáticos, para el sector de las cajas. En especial para algunas entidades. Fainé es autor de un libro, escrito junto al profesor de ESADE Robert Tornabell hace unos pocos años (“Pasión por la banca”), que posiblemente se convertirá en lectura obligada en el sector. El libro ha resistido bien el paso de los años, aunque su primera edición va a cumplir pronto el decenio. Fue luego reeditado en el año 2004. Resume bien la predisposición profesional de Fainé, ya que es un auténtico canto a la banca universal orientada al cliente, un territorio en el que los bancos españoles y las cajas de ahorros han confluido para crear uno de los sistemas bancarios más competitivos del mundo.
Sin embargo, el sector financiero vive en estos momentos horas difíciles porque sus balances se encuentran fuertemente erosionados por la crisis inmobiliaria. Los datos más recientes dicen que los activos de difícil recuperación en bancos y cajas están en puertas de alcanzar los 100.000 millones de euros, de los cuales unos 47.500 millones son de cajas de ahorros, es decir, casi un 6% de su financiación concedida.
Las cajas son señaladas en estos momentos como el eslabón más débil del sistema financiero español. Las autoridades nacionales están tratando de forzar al máximo los acuerdos entre cajas con vistas a un proceso de fusiones que reduzca a la mitad las 45 cajas existentes.
Desde fuera del país, el problema de las cajas se percibe también con cierta preocupación. Los organismos internacionales responsables de la supervisión del sector financiero han puesto en marcha ya las medidas necesarias para que las entidades financieras, bancos y cajas, refuercen sus capitales propios hasta niveles equivalentes al 8% del balance. La tarea será complicada para los bancos pero para las cajas puede ser una labor casi imposible: no tienen accionistas y no tienen instrumentos para captar capital, que hasta ahora se nutría en exclusiva de los beneficios no repartidos, algo que en los tiempos que corren escasea de forma alarmante.
El callejón sin salida en el que se encuentra el sector exige, por lo tanto, ideas claras, calidad de gestión y autoridad al frente del proyecto. Fainé cuenta con el apoyo del Gobierno. No en vano ha sido el principal propulsor de su candidatura. Pero a las cajas les hacen falta, entre otras cosas, recursos financieros, dinero en suma, tanto como le sobran influencias políticas. La llegada de dinero pasa posiblemente por cambiar el marco jurídico del sector, es decir, la activación de esa palabra maldita que durante tanto tiempo se ha descartado como anatema: la privatización, aunque sea parcial. Las cajas necesitan dinero y el sector público no lo va a poner, de modo que tendrán que buscarlo en el mercado mediante ofertas sugerentes y solventes. Tarea difícil pero que, por sí misma, resulta apasionante.