Los flecos de la reforma laboral

El texto de la reforma laboral que aprobó la semana pasada el Gobierno tiene pocos defensores y desde luego casi ninguno entusiasta. Al margen de la oposición sindical, que es casi de oficio, los análisis que se están prodigando en los últimos días por parte de expertos e instituciones diversas vienen a coincidir en lo mismo: el escaso potencial de mejora del empleo que se el supone a la nueva legislación a corto plazo. La mismísima vicepresidenta del Gobierno responsable de la Economía lo ha declarado este lunes.

Nadie espera milagros y la reforma del marco legislativo laboral es más una apuesta a medio plazo que a corto, sobre todo a causa de la crisis económica, que contribuye a cegar las expectativas de un inmediato despertar del empleo, incluso si existiese una legislación tan flexible y permisiva para el desarrollo de las políticas empresariales más liberales como demandan algunos colectivos empresariales. El informe mensual sobre el empleo que ha dado a conocer este lunes la Comisión Europea se muestra poco confiado en un cambio de la tendencia del paro en la economía española a corto plazo. Es más, considera que se trata de un problema que “va para largo”, incluso en la hipótesis de una recuperación del crecimiento económico eb nuestro país. Casi nadie se atreve en estos momentos, con las nuevas variables económicas, a cuantificar cuánto deberá aumentar el PIB para que el empleo reaccione y empiece a mostrar signos de crecimiento.

Se ha dicho muchas veces que por encima del 3%, aunque eso era antes, cuando el modelo de crecimiento contenía sesgos sectoriales (caso del fuerte componente de la construcción) que en estos momentos casi nadie desea revivir. Ahora es una incógnita. Pero en todo caso debe ser elevado, lo que significa que hasta niveles de crecimiento del PIB del 2% ó incluso del 3% sería vano alimentar esperanzas de recuperación del empleo. Precisamente la reforma laboral pretendía romper ese maleficio y facilitar una mayor elasticidad entre el aumento de la actividad económica y el incremento de la ocupación.

No se trata, desde luego, de caer en la ilusoria esperanza de que la mera aprobación de este texto va a resucitar la capacidad de contratación de forma automática. Hace falta un elemento básico, la inversión. Y sin inversión no hay creación de empleo, aunque algunos sectores típicamente españoles, como el turismo, puedan empezar en un periodo de tiempo relativamente breve a ver algo de luz con un nivel de inversión relativamente modesto. Dependen mucho de la demanda exterior, lo que significa que si nuestros principales socios turísticos (sobre todos los europeos) empiezan a respirar con algo más de holgura en sus economías, la situación del desempleo en este importante sector tenderá a mejorar.

La tarea que se le presenta ahora al Congreso para aprobar un texto claramente mejorado es considerable. Así lo han anunciado algunos partidos políticos, aunque la ausencia de un clima de consenso dificulta la aprobación de retoques y enmiendas que puedan mejorar el contenido de la nueva ley. Los nacionalistas vascos (el PNV) ya han dicho que se abstendrán en las votaciones. Los catalanes de Convergencia pueden tener la llave de algunas reformas, siempre que el partido gubernamental esté dispuesto a transigir, lo que no parece evidente. Del PP se sabe que no pondrá demasiados obstáculos, aunque su potencial de aportación a posibles mejoras de la ley parece bastante limitado.

En todo caso, el Gobierno se la juega en este debate parlamentario del que debía salir idealmente una reforma laboral desprovista de las limitaciones que se ha impuesto el Gobierno en su texto inicial con objeto de no importunar a los sindicatos. Dado que al final los sindicatos parecen seguir empeñados en sacar adelante la huelga, el Gobierno podría tener cierta vía libre para pactar con los nacionalistas catalanes algunas de las reformas al texto que demandan los expertos. El resultado del debate será analizado con lupa por los expertos internacionales que desde hace unos meses no nos quitan el ojo de encima. Será, por lo tanto, una buena oportunidad para mejorar nuestro crédito internacional o para volver a las andadas.