Desde febrero, las entidades financieras se han embarcado en una guerra por la captación de recursos ajenos, de pasivo bancario, o sea, de dinero contante y sonante. Han proliferado en las últimas semanas ofertas de remuneración del 4%, un interés respetable para las entidades bancarias habida cuenta de que los tipos de interés oficiales se encuentran en el 1% y que para poder pagar el 4% de rentabilidad a los clientes hay que sacarle al dinero (es decir, al crédito o en general a las inversiones que realicen los bancos y cajas) no menos del 7% para que salgan las cuentas.
En esta guerra por el pasivo bancario no se puede decir propiamente que está existiendo una competencia suicida, es decir, que algunas entidades en situación financiera desesperada ofrezcan tipos de interés irresponsablemente elevados, que puedan agudizar su ruina futura. De hecho, la guerra de captación de dinero está en buena medida capitaneada por los dos grandes bancos.
Hay, no obstante, algunas campañas especialmente llamativas, como la de la caja de ahorros castellana CCM, un situación financiera tan precaria que requirió hace unos meses el auxilio del Banco de España y que se beneficia por lo tanto de ayudas oficiales, que está ofreciendo tipos del 4%, un nivel de remuneración que es manifiestamente agresivo y posiblemente impropio de una entidad que está recibiendo ayuda pública. Dado que el Banco de España supervisa las decisiones de la caja, es de suponer que este tipo de políticas no redundará en un agravamiento de la delicada situación financiera de la caja.
Aunque el crédito apenas está aumentando, las necesidades de pasivo bancario son altas ya que una parte sustancial de los recursos ajenos de los bancos y cajas, en especial de los grandes, ha sido recaudada mediante emisiones en los mercados de capitales, es decir, se trata de dinero que no procede de los clientes minoristas, de las ventanillas, sino de financiación facilitada por los mercados de capitales. Y esa financiación, que tiene vencimientos de forma periódica en función del momento en el que fue contratada, se ha visto severamente dificultada en los últimos meses. La crisis griega ha tenido consecuencias negativas para España y, por lo tanto, para las entidades financieras españolas que tratan de captar dinero en los circuitos internacionales de capital. Hay un doble problema de racionamiento de crédito y de encarecimiento de las emisiones, ya que sigue latente el temor a una rebaja en la calificación de la deuda española por parte de las agencias internacionales.
Los dos grandes bancos españoles, según un reciente informe de un banco de inversiones, se enfrentaban este año, en principio, a una renegociación o amortización de unos 35.000 millones de euros, aunque han estado avispados y ya han logrado refinanciar unos 20.000 millones de euros, lo que quiere decir que la mayor parte del problema ya no lo es. Pero todavía quedan compromisos financieros por cubrir y la salud de los mercados financieros no es en absoluto boyante para los emisores españoles en lo que resta de año, de forma que la captación del dinero de los particulares va a seguir siendo pieza esencial en los próximos meses para equilibrar los balances.
Esta batalla tendrá previsiblemente consecuencias sobre las cuentas de resultados. Es decir, será un elemento más a tomar en consideración por los responsables de las entidades financieras. Los bancos y cajas más sanos deberían ser en principio los más capacitados para ofrecer las mejores condiciones de mercado, es decir, las que podrían hacer ofertas de tipos de interés más agresivas a su clientela, lo que les permitiría adicionalmente ganar cuota de mercado. Esto debería ser así. Pero que lo sea no es del todo seguro. Es este el motivo por el que algunos creen que la guerra del pasivo será uno de los factores que contribuirá a acelerar la reorganización del sector bancario, acelerando posiblemente algunos procesos de fusión.