La factura de la frivolidad

El gesto ha sido indudablemente de agradecer. En  un día en el que llovían de punta por todas partes, dos de las tres grandes agencias mundiales de calificación de riesgos han reafirmado la nota que le  han otorgado a España hace unos años, es decir, la máxima, a nivel de la AAA. Moody’s y Fitch se distancian de este modo de su colega mayor, Standard & Poor’s, que ha rebajado, la semana pasada, en un escalón la valoración de la deuda soberana española, al tiempo que anunciaba la posible rebaja de otro escalón adicional.

Las declaraciones de las dos grandes agencias que han confirmado la alta valoración de la deuda española se han producido en una jornada frenética, en la que casi todo estaba en contra de los activos españoles, con los mercados en posición vendedora, con la Bolsa en abierto retroceso y con los bonos cayendo a marchas forzadas, a mínimos desde hace varios años. Y con la credibilidad del Gobierno Zapatero en sus cotas más bajas desde que ha ocupado el poder tras la última victoria electoral.

Dos años de crisis económica han pasado inéditos para el cuaderno de decisiones de este Gobierno, que mantiene su obstinación en una actitud de pasmosa pasividad, rota de vez en cuando con el anuncio de medidas superficiales que hasta la fecha no han hecho sino ahondar la desconfianza de los agentes económicos y de los mercados. No hay como anunciar medidas que luego decepcionan y no resisten ni siquiera la memoria de unos pocos días. Los mercados están pasando factura a esta frivolidad. Más aún, la venta de activos españoles se acelera en la medida en la que los inversores perciben que Zapatero nunca hará nada para superar la crisis. Su última iniciativa de citar al líder de la oposición para ver si entre los dos dan la cara para asumir colectivamente el coste de cualquier  programa económico que se improvise para  afrontar la crisis, posiblemente se quedará una vez más en la letra fugaz de la prensa del día siguiente. Mientras, los problemas languidecen y empeoran.

La  rentabilidad de la deuda española a 10 años se ha disparado al alza hasta el 4,11% (la rentabilidad sube cuando las cotizaciones bajan)  en contraste con la alemana, que ha caído de forma inesperada hasta el 2,94%, en su primer retroceso  por debajo del 3%. Con ello, los inversores están diciendo que exigen a la deuda española una rentabilidad 1,16 puntos superior que a la alemana para invertir en una u otra. Este diferencial ha aumentado en los últimos meses y se encuentra ahora en máximos desde que España forma parte de la zona euro. ¡Qué lejos quedan los días en los que los inversores exigían a la deuda española tipos de interés más bajos que a la alemana! Porque, en efecto, y aunque hoy parezca una entelequia, el diferencial  de tipos de interés no siempre ha sido favorable a Alemania, como ahora, sino que en algunos momentos (hace seis o siete años) lo era a favor de la deuda española. Era la época en la que la solvencia de España brillaba con luz propia, con un superávit fiscal reluciente y una deuda sobre PIB de alrededor de la mitad de la que exigían los cánones, es decir, muy por debajo del 60% del PIB.

Nos encontramos ahora en una situación bien distinta, como se podía barruntar ayer al ver la cara del presidente Zapatero, asegurando que está dispuesto a “combatir” a  todos los especuladores. Fue una intervención casi de emergencia, en Bruselas, ya que Zapatero había ido de visita protocolaria y se encontró practicando casi de bombero en medio de una tormenta que amenazaba con arrastrar a España por la senda  que en  las últimas semanas está recorriendo Grecia.

El nuevo trato que están dispensando los mercados a España como activo financiero lo podemos comprobar ya día a día, aunque hay una fecha en la que se tendrán que definir bastante los puntos de vista y las correlaciones de fuerzas en los mercados. Este jueves, 6 de mayo, el Tesoro sale a la palestra para emitir Bonos del Estado a 5 años de plazo, unos títulos que en la última subasta fueron adjudicados a un tipo marginal (el más alto) del 2,816%. El Tesoro se ha marcado como objetivo emitir entre 2.000 y 3.000 millones de euros. Hay pocas dudas de que lo conseguirá ya que, por suerte, las cosas, estando mal, no lo están tanto. La cuestión será ver a qué tipos de interés piden los inversores que se les adjudiquen los bonos españoles. Será uno de los termómetros más fidedignos de los muchos que la economía española tiene que superar en las próximas semanas.