La acumulación de dinero efectivo por parte de las familias españolas, en forma de depósitos bancarios, no hace más que crecer y rondaba a finales de noviembre pasado los 890.000 millones de euros. Es la cifra más elevada que contabilizan las estadísticas oficiales del Banco de España desde hace bastante tiempo. No es una actitud solitaria. Las empresas no financieras también están acumulando dinero, aunque en proporciones bastante menores, unos 294.000 millones de euros a finales del mes de noviembre. Se puede deducir que detrás de estas cifras hay una cierta actitud precautoria de familias y empresas, sobre todo de las primeras, ante los riesgos de dificultades futuras.
En el caso de las familias, el aumento de los depósitos es bastante más consistente. Desde finales del pasado año, en los once primeros meses del año, el incremento ha sido de 46.700 millones de euros y desde marzo del año pasado, cuando empezaron a manifestarse los mayores problemas de la crisis sanitaria, los depósitos han aumentado en unos 37.800 millones de euros. Esta actitud de acaparamiento monetario parece reflejar claramente una actitud defensiva ante la nueva situación, lo que otros indicadores confirman.
Por ejemplo, la evolución de las cifras de desempleo y el aumento del paro, que generan una movilización de perfil claramente defensivo. Los cierres de establecimientos comerciales han contribuido a moderar el nivel de consumo, en especial el no alimenticio y de primera necesidad. Las horas en las que han permanecido abiertos los establecimientos comerciales han tenido una gran influencia en la reducción del gasto de consumo y en consecuencia un incremento de los depósitos bancarios.
Los indicadores de confianza, que son de tipo cualitativo, en el sentido de que no reflejan datos concretos sino estados de opinión, han puesto de relieve este posicionamiento del conjunto de la población, aunque el hecho de que la menor disponibilidad de ingresos haya sido un hecho palpable en numerosas familias españolas durante los últimos meses, ha forzado esta clara predisposición al ahorro y al recorte del gasto familiar.
Desde el lado de las posiciones financieras, las estadísticas oficiales hasta finales del mes de noviembre también muestran cambios importantes, que están traduciéndose en un impacto negativo en el crecimiento de la economía. La diferencia en este caso entre la reacción de las familias y de las empresas no financieras ha sido más notable.
Las empresas estaban registrando a finales de noviembre pasado un crecimiento en términos anuales de su financiación del 5,4% en términos anuales, un ritmo claramente más acelerado que el registrado en meses anteriores. A finales del año 2019, la financiación crecía a un ritmo del 2,0% y en mayo pasado este ritmo se había acelerado hasta el 6,1% en mayo. Por el contrario, las familias solamente han registrado este año dos meses de crecimiento, aunque muy modesto, en su demanda de financiación. En noviembre, la tasa anual de financiación de las familias era negativa, del 0,7% frente a un 2,0% positivo de finales del pasado año. La incertidumbre generada por el estado de la economía y por las dos o tres oleadas de extensión de la pandemia han provocado reacciones claramente contrapuestas.