Que Zapatero se encuentra atrapado en el asunto de la reforma del mercado laboral es una obviedad. Hay serias dudas de que sepa por dónde salir del atolladero, vistas las erráticas manifestaciones que salen de su boca de cuando en cuando al respecto. La última perla es aquella que soltó lejos de nuestras fronteras cuando aseguró que el nuevo sistema propuesto para estimular la contratación es “innovador y reformista”. Usar dinero público para pagar parte de la indemnización por despido tiene bastante poco de innovador y desde luego nada de reformista.
Pocas vertientes de la economía española habrán sido objeto de tantos análisis, dentro y fuera del país, como la insatisfactoria situación del mercado de trabajo, cuya visibilidad y gravedad se acrecientan en momentos de crisis. Aunque en los últimos meses la necesidad de reformar las cajas de ahorros se ha convertido en otro de los best seller de la economía española vista desde el exterior, el asunto del empleo en España tiene sin discusión todas las papeletas cuando se trata de sumar propuestas de reforma. No en vano España es líder de la OCDE en paro y lider destacadísimo en paro juvenil, quizás la rama más empobrecida de todo el entramado del mercado de trabajo, ya que caminamos, según estimaciones de estos días, hacia una tasa del 40% de la población joven en paro. ¿Qué país con ansias y aspiraciones de modernidad puede permitirse el lujo de tener al 40% de su mano de obra joven, recién salida de los centros de formación, en situación ociosa.?
El tapón laboral con el que se encuentran los aspirantes a encontrar empleo en la España de hoy depende no sólo de los avatares de la economía mundial, que a estas alturas está saliendo del pozo, ni siquiera de las moderadas pulsaciones del PIB doméstico, uno de los que menos ha caído dentro de la comunidad de países ricos, como nos recordaba estos días el propio Fondo Monetario Internacional, al señalar que el PIB ha experimentado un recorte de unos cuatro puntos en España cuando los retrocesos en países poderosos de nuestro entorno han llegado a los seis e incluso siete untos de caída durante la reciente crisis.
Pero, en contraste con este recorte en el ritmo de producción del conjunto de, la economía, las cifras de desempleo han reflejado efectos multiplicadores, que se traducen en aumentos de la tasa de paro dobles que en la mayor parte de los países de la OCDE. Estamos en las cercanías del 20% de tasa de paro y todo parece indicar que esa va a ser la cifra en la que se va a mover la economía española en los dos años venideros. Dicho de otra forma, la expectativa que tiene Zapatero de llegar a la próxima convocatoria electoral (primavera de 2012) con una tasa de paro manifiestamente más baja que la actual son muy escasas, por no decir nulas.
Quizás espera, en su ingenuidad, que para entonces la economía doméstica mostrará en PIB en crecimiento, cosa por otro lado fácil de esperar, habida cuenta del profundo hoyo en el que ha caído la actividad económica, que generará tasas positivas en el inmediato futuro, como no podría ser de otra manera. Pero, ¿servirán esas tasas positivas, previsiblemente modestas, para cambiar la curva de evolución en el mercado de trabajo? España ha creado empleo, históricamente, sólo con crecimientos del PIB bastante más sustanciales de los que se esperan y pronostican para los próximos dos años. Una cosa es que el desempleo frene su caída, ya que la población ocupada está bien asegurada con los contratos indefinidos, y otra bien diferente que el empleo empiece a proporcionar alegrías.
Esa posibilidad, la de estimular unas condiciones del mercado de trabajo más favorables para la ocupación, es la que debería acelerar el diálogo social, facilitando un consenso sobre las nuevas modalidades de contratación. La propuesta del Gobierno, que habrá sido sin duda un avance importante para lo que es capaz de reformar una persona con el inmovilismo que caracteriza a Zapatero, ha planteado algunos aires nuevos, aunque a un coste que posiblemente convertirán la propuesta en inasumible para un país que debe afrontar un reajuste fiscal y presupuestario de caballo en los tres próximos años. La propuesta, entre tanto, no ha gustado a nadie y se da de tortas con las que todavía esta semana nos están sugiriendo desde diversos foros de expertos y desde organismos internacionales. Zapatero, entre tanto, se mantiene en sus trece y los sindicatos – que a todo esto no han formulado ni una sola propuesta propia para enderezar el asunto – a lo suyo, que de momento parece estar lejos del interés de los españoles en paro.