La entrevista entre Zapatero y Rajoy podría haber tenido efectos balsámicos más inmediatos y fuertes sobre lo que está pasando. Es decir, podría haber contribuido a frenar el deterioro bursátil, a impedir que el diferencial de tipos de interés con Alemania se ensanchara aún más (este miércoles se ha ido por encima de 1,30 puntos, el nivel de separación más elevado frente a la deuda alemana desde que España entró a formar parte de la Unión Monetaria, que es mucho decir) o a frenar la desconfianza de los inversores en general hacia España y los activos financieros públicos y privados.
Pero no ha sido así. La entrevista ha dejado algunos resquicios de esperanza pero en lo básico no hay acuerdos. Es más, las escasas declaraciones del presidente del Gobierno a la salida de la reunión dejan ver que su actitud ante la crisis y la forma de abordarla se mantiene inamovible. Zapatero sigue depositando una fe ciega en la eficacia del gasto público, desdeña la versión más agresiva de reducción del déficit del Estado y se quita de en medio cuando se trata de hablar de la reforma laboral, de la que sigue pensando que es un asunto que compete en exclusiva a los sindicatos y a la patronal, como si entre ambos formaran una tercera cámara parlamentaria y un Gobierno paralelo especializado en arbitrajes laborales. Como si la cuestión laboral no formara parte del cuerpo central de la gestión de la economía española.
Sobre estos asuntos (déficit público y reforma laboral) es sobre lo que los agentes económicos y los inversores institucionales esperan ver definiciones precisas y contundentes. Y, a ser posible, con la máxima urgencia. Zapatero, en lo que se refiere al gasto público, dejó patente tras la entrevista con Rajoy que se apunta decididamente a la tesis gradualista, es decir, mantener las masivas ayudas y subsidios a los parados y a la utilización de los Presupuestos como instrumento principal de la inversión, mediante la apuesta decidida por las obras públicas y la construcción de infraestructuras.
Con estos planteamientos, fácil es deducir que el resultado de la reunión de este miércoles ha defraudado las expectativas. El balance de la reunión se traduce en acuerdos sobre el papel del sector público en las cajas de ahorros y poco más. ¿Lograrán Zapatero y Rajoy domesticar, en relación al poder que las Autonomías se han arrogado en las cajas de ahorros, domesticar a sus pupilos regionales? Las cajas de ahorros constituyen un centro de poder económico, en cada región, demasiado goloso como para que los señores feudales de provincias lo suelten sin ofrecer resistencia numantina. Lo que está sucediendo en Galicia con el PP regional y el nacional es todo un ejemplo y desde luego no el único. Zapatero y Rajoy posiblemente no son conscientes de la parquedad de sus recursos para cumplir o hacer cumplir lo que han acordado en lo tocante al poder de las cajas de ahorros españoles en su reunión de este miércoles.
Pero al margen del espinoso asunto del poder en las cajas de ahorros, que desde luego no era la cuestión central que esperaban ver resulta hoy los observadores e inversores, la decepción por el contenido de la reunión tiene motivaciones fáciles de comprender, con nombres concretos y precisos. Se trata del déficit público y de la voluntad de llevar a cabo algunas de las reformas aconsejadas por todo el mundo, sobre todo la laboral. Entre los inversores y expertos, la raíz del problema está en el carácter insostenible del déficit público, en que España está dejando de tener crédito fácil y a precios asequibles, tal es la cantidad de dinero que se tendrá que refinanciar desde el Estado y desde algunas instituciones privadas (ciertamente, entre ellas, las cajas de ahorros, cuyas arcas se están vaciando en las últimas semanas de forma preocupante) y en la dificultad que entraña gestionar una deuda creciente con una economía paralizada. Esos son los problemas que preocupan en los mercados y esos son justo los asuntos que ni estaban en la agenda de la reunión de los dos líderes ni parece existir previsión de que lo están en un inmediato futuro.