El Fondo Monetario Internacional (FMI) acaba de dar a conocer sus previsiones de primavera, las globales y las de España en particular. Los datos han ocasionado cierto alboroto en las filas gubernamentales, o sea, un cierto optimismo, ya que la primera lectura ha sido: el FMI mejora las previsiones sobre la economía española para 2010. Una lectura más sosegada de la cuestión sitúa el asunto en sus correctas proporciones: el FMI pronostica un retroceso del PIB del 0,4% para España en el conjunto del año en curso, el año 2010, lo que es menos que el 0,6% de caída que nos asignaron los analistas de Washington allá por el mes de noviembre del pasado año. Dicho en breve, la caída de la economía española este año será algo menor de lo que se temía. Pero se trata, al fin y al cabo, de caída. De que seguimos cuesta abajo, aunque la velocidad de la caída se está moderando.
Una segunda consideración deducible fácilmente del informe de Perspectivas de la organización: España será el único país de los desarrollados del mundo en el que el PIB registrará retroceso este año. Es decir, confirman los economistas del Fondo que España es el más retrasado entre los países industrializados a la hora de incorporarse al crecimiento, cosa que parece que sucederá en el año 2011, con un aumento del PIB del 0,9%, es decir, un aumento muy débil que es probable sea revisado al alza porque con cuatro años de crecimiento cero o parecido, la economía española no aguanta. Y la sociedad española, difícilmente, por mucho que los flujos de inmigración se hayan frenado en seco y que una parte del problema humano del desempleo se esté resolviendo (es un decir) mediante el retorno a sus países de origen por parte de algunos miles de ciudadanos. Por suerte o por desgracia para los afectados, es patente que en muchos casos se vive mejor en España aún estando parado que en algunos países origen de las migraciones, incluso aún estando con subempleo.
El diagnóstico de la organización multilateral no añade a estas alturas grandes novedades, ya que era patente que la economía española no ha sido beneficiaria de ninguna estimulación orientada a poner en tensión los músculos productivos. Las innumerables medidas que Zapatero y su equipo han puesto en marcha para afrontar la situación son más bien una especie de adormideras que fomentan la baja productividad en vez de estimular el ingenio y la laboriosidad de los ciudadanos.
Nada que ver con apuestas a favor de los emprendedores ni del dinamismo de los sectores más susceptibles de motivación de la sociedad española, que los hay. Zapatero, en esencia, ha tirado de la chequera y ha puesto dinero en el bolsillo de muchos españoles para tratar de paliar los innumerables problemas que genera una economía en depresión o en recesión. Ha sido un repartidor de subsidios y no mucho más. Con esta estrategia es difícil sacar a una economía de la postración, ya que la consecuencia de apuntar sólo en esa dirección lleva a un aumento desmesurado del gasto sin expectativas de retorno. Zapatero ha empleado una sola baza y renunciado a otras que eran al menos tan necesarias, como las que son capaces de provocar la reacción creativa de los empresarios y de los profesionales autónomos. Hoy, la inmensa mayoría del país está a la espera de que esto cambie, sin apenas bazas creativas que sean capaces de impulsar la actividad económica y empresarial.
Este escenario nos lleva como es lógico a una etapa de largo recorrido en el déficit público, ya que estamos instalados en un desequilibrio fiscal que puede conducirnos a una situación parecida a la de Grecia o Portugal. Todavía hay diferencias, pero el tiempo se está encargando de diluirlas. El FMI ha insistido en este último informe en que España debe recortar el déficit fiscal y el exterior. Y casi ninguna de las medidas adoptadas en los últimos meses, ni siquiera las de este marcas (el “paquete Zurbano”) van seriamente encaminadas a mejorar ninguno de los dos déficits, ya que el primero, el fiscal, se alcanzaría con un programa creíble de recorte del gasto y el segundo mediante una mejora drástica de la competitividad para mejorar la capacidad de exportación.