Cuando la princesa Victoria, la única mujer que reinará en cualquier año del siglo XXI, contraiga matrimonio este sábado, con Daniel Westling, en la Catedral de Estocolmo, en presencia de todas las familias reales europeas la española al completo menos el Rey- será el triunfo de diez años de violenta oposición a su padre, el rey Carlos Gustavo de Suecia.
La heredera sueca, al igual que la totalidad de los herederos de las monarquías de la vieja Europa, se casa con el hombre que quiere, aunque, a lo peor, no es con quien debe, después de doblegar la voluntad real. Como sucedió a don Juan Carlos con su hijo Felipe.
Las monarquías ya no son, afortunadamente, lo que eran. A la vista está con la boda de la princesa Victoria que se celebra este sábado. El novio, su entrenador personal, un joven con mucho músculo y ningún pedigree, de clase baja, sin educación ni instrucción alguna. Durante mucho tiempo fue el encargado de poner en forma a la muchacha, machacándole su cuerpo. Por eso, le llaman “el machaca”.
Victoria, al igual que sus principescos colegas, está aportando cierta modernidad a tan vieja institución aunque, en algunos casos incluido este y otros más próximos, puede calificarse de vulgaridad.
Se trata de príncipes y princesas consentidos y educados en un mundo de privilegios que todavía creen que el país les pertenece y que su voluntad está, incluso, por encima del propio rey.
Victoria, la joven que se casa, estuvo a punto de volver loco a su padre, Carlos Gustavo y al país con sus permanentes contradicciones. Ante la oposición del soberano llegó a declarar:
“Si las circunstancias me colocan ante la disyuntiva de elegir, renunciaré al amor antes que al trono aunque tenga que vivir en soledad. Mi deber como princesa heredera está por encima del amor. Nunca me casaré si el pueblo (que no el rey) no aprueba mi elección”.
Pero se olvidó decir, con Paul Claudel, me reservo el derecho a contradecirme que para eso soy quien soy. ¿Qué me contradigo? Pues bien, me contradigo.
Como nadie puede sentirse a la vez responsable y desesperada, olvidó su declaración poco menos que instantánea y decidió convocar…. “un referéndum del amor”, para que fueran los propios ciudadanos suecos los que decidieran si Daniel Westling, el machaca, merecía ser ó no aceptado como consorte. Por encima del rey. ¡Lo nunca visto!
Saltarse la voluntad real ya lo han hecho casi todos los herederos, empezando con el príncipe Felipe casándose con Letizia; el príncipe Carlos con Camila; Haakon con Mette Marit.
Ante la actitud de la crown princess de no ceder en su actitud de casarse con el hombre que ama, al rey Carlos Gustavo, su padre, no le cupo tomar más actitud que la del rey don Juan Carlos cuando su heredero le comunicó no estar dispuesto a renunciar a Letizia: aprobar el matrimonio que se celebra este sábado ante todas las familias reales europeas que respaldan, con su presencia, la decisión del colega sueco. Cada uno de los reyes asistentes ya lo ha sufrido en sus propias carnes.