La televisión estadounidense que trasmite los partidos de golf de la mejor competición mundial, la PGA, no suele contar con Jon Rahm. Los telespectadores españoles se han quejado más de una vez de la poca atención que dedican los estadounidenses a Rahm a pesar de ser uno de los diez más importantes del mundo, ahora es el tercero y llegó a ser durante muchas semanas el uno, y hay razones económicas que justifican el asunto. En USA las imágenes están preferentemente dedicadas a quienes más venden en el país y el vasco no es de la casa. La nacionalidad tiene mucho que ver en el asunto y por ello la aparición del jugador español en las pantallas ha de ser por razones estrictamente deportivas, o sea, los minutos en que manda en la clasificación y no se puede hurtar la noticia.
Rahm está consiguiendo que en España se hable de golf gracias a que esporádicamente hay jugadores grandes campeones como es el caso del siempre recordado Severiano Ballesteros. El vasco fue uno de los jugadores que tuvo al cántabro como ídolo e imagen a la que aspirar. Jon ya ha ganado nueve torneos en Estados Unidos y con ello ha igualado las cifras en este sentido del añorado Seve.
Afortunadamente, el de Barrica comienza a gozar de la popularidad que se le negó a Seve hasta que este ocupó portadas en la prensa británica. Es momento para felicitarse por los éxitos que está consiguiendo Jon y habrá que aguardar con interés el futuro en los grandes torneos. Seve fue dos veces chaqueta verde y, además, ganó el Británico. Rahm aspira a llegar a la cima del Masters como lo hizo Seve dos veces, al igual que José María Olazábal, y Sergio García que lo hizo en una ocasión. No es el momento todavía para comparar su historial con el de los citados porque le falta un “grande”, como mínimo. Sin embargo, hay que concederle lo posibilidad de que llegue a ello incluso esta misma campaña. Si lo consigue además de las portadas españolas tendrá más atención televisiva en Estados Unidos. Los ganadores, aunque no sean del país, acaban vendiendo.
Posdata. En Valencia no escarmientan. Cada temporada surge la ilusión de renovación del equipo y ahora, a tres puntos del descenso, míster Lim no cede. El Valencia en manos del singapurés no solo puede descender, sino que, encima, puede acabar en disolución.