Puestos a elegir momentos estelares de Pedro Sánchez en su trayectoria de liderazgo uno de ellos tendría que ser el “No es No” (¿qué parte no se ha entendido? Fue su entrada por la puerta grande de las decisiones políticas al no habilitar con una abstención táctica un nuevo gobierno tras las primeras elecciones de 2016, que dieron una matemática de bloqueo para formar una mayoría parlamentaria de gobierno. El No llevó a nuevas elecciones y a otra negativa de Sánchez que le costó el liderazgo socialista. Sin Sánchez, con el argumento de la gobernalidad, los socialistas habilitaron el segundo gobierno Rajoy. Con el activo del NO es NO y a la derecha ni agua, Sánchez reconquistó el liderazgo socialista en unas primarias. Y desde esa plataforma confirmó la estrategia del NO es No (es decir contra el PP) con una exitosa e inesperada moción de censura que ni Rajoy ni el PP olieron.
El No es No con el PP volvió a la escena política en las nuevas elecciones (2019) convocadas por Pedro Sánchez con resultados que imponían coaliciones amplias nunca contempladas en los programas y ofertas políticas de las dos campañas electorales de ese año. El No es No ha sido el abrelatas del poder para Sánchez y sigue siéndolo tras las sucesivas derrotas parciales de los socialistas en Madrid, Andalucía y Municipales/autonómicas del pasado domingo.
Llegados a este punto y constado que el esquema Frente Popular (alianza con la izquierda y los nacionalistas) da poco rendimiento electoral el tono de la campaña que empezó el domingo vuelve a girar en torno al modelo No es No conferencia al Partido Popular. Un modelo que pasa por presentar al PP (el de Rajoy, el de Casado y el de Feijóo) como algo parecido a la extrema derecha tanto española como europea, es decir a VOX y a los populistas de derechas europeos (húngaros, polacos, franceses, italianos…).
Ha sido la estrategia de Podemos (la derecha es fascista) y también de Sánchez (a su derecha el abismo). En la primera intervención ante la dirigencia socialistas (grupos parlamentarios) Sánchez utilizó el término “trumpìsmo” para calificar a sus adversarios. El escenario y formato en el Congreso no era el de un mitin (aunque tuviera ese tono) con un auditorio con cierto nivel de formación y conocimiento sobre lo que significa “trumpismo” y su respeto por la democracia y las instituciones.
Llegados a este punto me parece interesante proponer el uso de un instrumento de medida y comparación para concluir cual de los actuales líderes políticos españoles tienen un sesgo más o menos próximo al trumpismo en términos de narcisismo, volubilidad y cumplimiento de compromisos. Presentar a Feijóo como cercano o equivalente a Trump me parece un ejercicio de funambulismo con poco fuste.
El acierto o fracaso de una estrategia cercada en un argumentario que califica al PP de ultra, extrema derecha o derecha extrema (tanto da) está verificado con tres elecciones de distinto rango (Madrid. Andalucía, municipales) y en todos los casos le fue mal al PSOE. Insistir en ese marco, que es el de Podemos, es coherente con el No es No y con el manual de resistencia. El resultado del modelo lo conoceremos la noche del 23 de julio.